PREGUNTAS INCÓMODAS
Narra Álvaro:
No dudo ni un instante y comienzo a bajarle el tanga lentamente para hacerla sufrir un poco cuando alguien de repente abre la puerta de golpe.
—Didi, Blas y yo… —habla María apareciendo por la puerta haciendo que de la sorpresa nos sobresaltemos e intentemos taparnos algo.
—Nosotros lo sentimos mucho —dice Blas cuando volteo para verlos intentando tapar lo máximo posible el cuerpo de Didi.
Las caras de ambos son de sorpresa y de vergüenza, les hemos causado un trauma pero me da igual. Cierran la puerta con rapidez y me giro para mirar a Didi que está muerta de la vergüenza.
¡Voy a matar a María y a Blas! ¿Por qué siempre son ellos los que nos interrumpen siempre? Sé que Blas y María son mis mejores amigos pero hay veces que los odio, a más no poder, sobre todo ahora. Observo mejor a Didi y veo que está tapada con la sabana de mala manera por las prisas. La rojez de sus mejillas me indica que sigue avergonzada. La risa floja me entra y me río por lo adorable que está y por la situación que acabamos de pasar.
Al cabo de unos segundos llaman a la puerta y nos tapamos mejor con las sábanas. Blas y María vuelven otra vez a ingresar en la habitación y los miro alzando la ceja y algo enfadado.
—¿Qué queréis? —pregunto malhumorado.
—Solo veníamos a deciros que tenemos una idea para pasar lo que queda de la tarde y la noche y queríamos preguntaros si os apetece además de contaros la idea, aunque creo que va a ser mejor que sigamos hablando más tarde —empieza a hablar María.
—Si cuando os vistáis —dice Blas aguantándose la risa.
—Ahora bajamos —respondo lanzando una almohada en su cara.
Ambos se ríen y cierran la puerta. Llevo un rato conteniéndome pero ya no puedo más. Me giro para mirar a Didi y me inclino para besarla de nuevo, aun sigo duro y con ganas de seguir con lo que estábamos haciendo. Pero sus manos en mi pecho hacen que me separe de ella a regañadientes.
—No Álvaro —me dice—, ahora no podemos seguir —se ríe cuando intento seguir besándola y dejo un beso en su cuello—. Tenemos que bajar —me insiste apartándome de ella.
—¿En serio? —pregunto sin creerme que me vaya a dejar así, con este calentón.
—Muy en serio —me dice intentando aguantarse la risa.
—No puedes hacerme esto —le digo agarrándola por la cintura para acercarla a mí cuando veo que quiere levantarse—. No puedes dejarme con este calentón ¿Ahora qué hago yo con esto? —pregunto apartando las sabanas y enseñando mi erección.
—Creo que te vendría bien una ducha fría —se ríe de mí para después dejar un beso en mi mejilla.
—Muy graciosa cariño —le digo mientras me siento en la cama—. Pero esto no se queda así –me pongo de rodillas en la cama y me acerco a ella—. Ya verás cuando te pille —termino de decir guiñándola el ojo.
—Eso ya se verá Alvarito —me responde juguetona Didi.
Me levanto de la cama y camino hasta su baño, después me meto en la ducha con agua fría para intentar bajar el calentón que tengo encima. Poco a poco me voy relajando y el calor se me va del cuerpo.
Salgo del baño cuando termino y entro en la habitación cuando veo que Didi ya se ha cambiado y se está peinando. La miro de arriba a abajo y otra vez vuelve el calor interno.
—Mmm —gruño acercándome a ella por la espalda y posando mi barbilla en su hombro— ¿Tú lo que quieres es provocarme verdad? —pregunto y dejo un beso en su hombro descubierto.
—La verdad es que esa no es mi intención cariño —me responde riendo.
Se gira para mirarme a la cara, me agarra del borde de la camiseta y se pega a mí para quedar a unos milímetros de mí. Sus manos se posan tras mi cuello y se acerca con una sonrisa picara hasta mis labios. Los roza levemente y mi paciencia se agota porque quiero que me bese.
—Te amo Álvaro —susurra contra mis labios.
Entonces acorta la distancia y me besa, un beso cargado de amor y pasión pero sobre todo nos demostramos todo lo que nos amamos.
—Deberíamos bajar ya Álvaro —se aparta de mí y me mira a los ojos.
—Está bien —respondo con resignación ya que por mí me quedaría aquí con ella todo el día–, pero te juro que un día de estos yo los mato, a los dos —digo con un intento de enfado que no se cree al ver cómo se ríe de mí.
Abre la puerta, me coge de la mano y bajamos juntos al salón donde se encuentran sentados todos como pueden. Al entrar todas las miradas se dirigen a nosotros y comienzan a reírse de nosotros. Estoy seguro de que les han contado algo. ¡Serán unos bocazas!
—Ya que estamos todos al fin… —comienza a decir Natalia mirándonos fijamente a nosotros mientras se aguantan la risa.
—Hemos pensado que hoy podríamos tener una tarde-noche nosotras de chicas y vosotros de chicos —explica Lucía.
—Me parece una idea estupenda —responde David que han llegado esta mañana de Cádiz después de haber convencido a Natalia de que volviera.