Un amor de verano √

Capítulo 26 - RECUÉRDAME

 

 

RECUÉRDAME

 

Los días pasaron y por fin llegan las vacaciones de Navidad. Blas y yo vamos a volver a casa para pasar las vacaciones con nuestras respectivas familias. No sé qué es lo que me van a deparar estos días, solo espero que todo vaya bien.

Para no gastar mucho dinero decidimos ir en el coche de Blas, ya que por fin se había sacado el carnet. Vamos algo incómodos en el coche, no sabemos qué decir ninguno y el ambiente cada vez es más tenso hasta que decido poner música de ambiente. La canción que suena me encanta, es de Katy Perrie y como me aburro me pongo a cantarla. Blas me mira extrañado al verme cantar porque hace mucho que no lo hacía en público. Además él nunca me ha oído cantar, al menos desde el accidente hasta el día de hoy.

La canción acaba y suena otra que también me gusta, así que para matar el tiempo y no marearme también la canto, pero esta vez Blas me acompaña. Así pasamos lo que queda del resto del viaje, cantando.

Al llegar a nuestra ciudad, Blas me deja en mi casa. Llamo a la puerta y mi madre me recibe al abrirla.

—Hola cariño —me saluda con un abrazo— ¿Cómo estás? —me pregunta dejándome pasar dentro de casa.

—Hola mamá —respondo—. Bueno… bien… Lo bien que se puede estar —digo a mi madre intentando ser sincera.

—Oh cariño —me dice mi madre triste y me vuelve a abrazar.

Siendo sincera echaba de menos los abrazos de mi madre, volver a estar en casa, segura entre sus brazos y pensar que nada malo puede pasarme. Camino hasta mi habitación para dejar mis cosas pero mi madre me para.

—Cielo, se me ha olvidado decirte que mañana, en la cena de Noche Buena, la vamos a pasar con la familia de Blas —me explica y me tenso de repente. Pensé que no iba a verlo durante las vacaciones—. A sí que ponte guapa —me acaricia la mejilla—, y sonríe —me guiña un ojo.

—De acuerdo mamá —es lo único que se me ocurre contestarla.

Entro en mi habitación, cierro la puerta, suelto las cosas en el suelo y me siento en la maleta. No puedo creerme que mañana vaya a verlo. No me apetece nada. Me paso las manos por la cara y suspiro resignada porque no puedo hacer nada para cambiarlo. Me meto en la cama y dejo que Morfeo me lleve.

 

El despertador me despierta de repente. Hoy es el día, hoy va a pasar algo, estoy segura. Me levanto y me visto con ropa de estar por casa, más tarde ya tendré tiempo para arreglarme.

Desayuno unas tostadas con un vaso de leche y voy a ayudar a mi madre en todo lo que pueda. La mañana transcurre bastante ajetreada, lo que me viene bien para no pensar en él. Termino de decorar el salón con temas navideños y ayudo a mi madre con la cena de esta noche.

 

La hora se acerca y voy hasta mi habitación para arreglarme. Me ducho y cuando salgo me seco el pelo para después rizarlo. El vestido está encima de la cama, ya que lo elegí antes para no llevarme quebraderos de cabeza ahora. Antes de ponérmelo me maquillo un poco, algo sencillo. Me calzo unos zapatos de tacón y me pongo el vestido blanco que he escogido. El blanco es el color favorito de Blas y probablemente mi subconsciente me haya jugado una mala pasada al elegir el que a él más le gusta.

Cuando consigo subir la cremallera, el timbre de casa suena y sé que han llegado, que él ya está aquí. Me miro al espejo de cuerpo entero y doy una vuelta sobre mí misma para darme el visto bueno. Al hacerlo salgo de la habitación y bajo las escaleras.

 

 

Hoy cenamos con la familia de María por eso estamos enfrente de la puerta de su casa. Mi padre llama al timbre y el padre de María nos abre.

—Hola —nos saluda con una sonrisa—. Pasad —nos deja entrar en su casa.

—Hola —respondemos los tres al unísono provocando que riamos.

Doy la mano a su padre y después entro en la casa. Dejo mi abrigo en la entrada junto al de mis padres. Oigo unos pasos bajando la escalera, me giro y ahí la veo. Me quedo embobado mirándola, está absolutamente preciosa y encima va de blanco. ¡Esta chica va a matarme!

Espero a que baje y cuando llega al final ofrezco mi mano para ayudarla. María me mira y sonríe, al final acepta. Cuando llega abajo nos miramos a los ojos y se sonroja un poco. Lo que la hace ver adorable, vulnerable y frágil.

—Estás preciosa María —digo siendo totalmente sincero y mirándola a esos ojos maravillosos que tiene.



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En el texto hay: verano, amor, auryn

Editado: 04.07.2020

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