Al día siguiente, aún con la frase “Aún no es el momento” resonándole en el pecho, ella decidió salir a despejarse porque su mente no la dejaba tranquila. Caminó sin rumbo fijo, como si sus pasos estuvieran siendo guiados por un recuerdo que aún no conocía. Terminó en un mercado antiguo, uno de esos lugares donde el tiempo parece quedarse atrapado entre objetos que han tenido demasiados dueños. Aunque nunca tuvo interés en entrar en uno algo la llamaba a pasar y hizo caso a ese pequeño empujón.
Mientras paseaba, algo llamó su atención.
En uno de los estantes, había una caja pequeña de terciopelo azul. Su corazón se aceleró antes de que siquiera la tocara, como si ya supiera lo que iba a encontrar. Al abrirla se encontró una llave.
Exactamente la misma llave que había visto en sus sueños.
La misma forma, el mismo color apagado, la misma sensación: frío, pero familiar.
—Interesante elección —dijo el vendedor, un anciano de ojos cansados—. Esa llave no abre ninguna puerta aquí… al menos, no en esta vida.
Ella se quedó inmóvil. ¿Cómo podía saber eso?
—¿La conoces? —preguntó ella, tratando de sonar firme.
El anciano la miró como si la reconociera, pero no de este mundo.
—Digamos que esa llave siempre encuentra a quien debe. Y siempre vuelve a la misma persona… aunque pasen vidas enteras.
Ella sintió un escalofrío recorrerle la columna.
No era miedo. Era memoria.
—¿Y si no sé qué puerta abre? —preguntó.
—Entonces busca al hombre de tus sueños—respondió él, como si fuera lo más obvio del mundo pero que el supiera ese dato la dejo en estado de shok—. Ese de los ojos azules. El que te espera desde antes.
Ella tomó la llave con manos temblorosas. Algo dentro de ella empezó a encajar, como un rompecabezas antiguo. ¿Y si no era la primera vez que se encontraban? ¿Y si esas miradas en los sueños no eran un comienzo… sino un regreso?
Esa noche, al dormir, volvió a soñarlo.
Pero esta vez, él no estaba esperándola.
La estaba buscando.
Y en el sueño, por primera vez, ella recordó algo que nunca había vivido en esta vida:
Su voz llamándola por un nombre que no era el suyo.
Un nombre antiguo.
Un nombre olvidado.