Un amor del pasado

Capítulo 6

La sala de archivos estaba casi vacía, iluminada apenas por lámparas tenues. Mientras buscaba entre estantes viejos, un libro llamó su atención. No era el más grande ni el más elegante, pero tenía algo distinto: la portada de cuero estaba marcada con el mismo símbolo grabado en la puerta del sueño.
Lo tomó con cuidado.
El título estaba escrito a mano:
“Memorias de Alexander Lancaster — Privado”
Sus dedos temblaron. Abrió el diario con un respeto casi ritual.
Las primeras páginas hablaban de su vida como duque: deberes, reuniones, decisiones que no había elegido. Luego, las palabras cambiaba. Se volvía más suave, más humana. Más dolida. Finalmente, encontró un pasaje que detuvo su respiración:
“La conocí cuando el mundo dijo que no debía.
No era de mi rango, ni de mi destino… pero era de mi alma.
No puedo escribir su nombre aquí; ya intentaron borrarlo una vez.
Si recordara su nombre en la próxima vida, sabría que sigo buscándola.”
En la siguiente página, la tinta estaba corrida, como si lágrimas hubieran caído sobre ella hacía siglos.
“Nos separan puertas que no puedo cruzar.
Me obligan a elegir entre mi linaje y su vida.
El deber me encadena, pero mi corazón recuerda.
Si alguna vez lees esto… vuelve a mí.”
Ella cerró los ojos, el corazón golpeándole como dentro de otra época.
Pero entonces, la temperatura del aire cambió.
Una corriente fría atravesó la sala. Las luces parpadearon.
Y escuchó pasos detrás de ella.
No eran los de Alexander.
Era una presencia antigua, como si el palacio mismo despertara.
Una voz, baja y áspera, habló desde la sombra:
—No deberías haber venido.
Ella giró. Al fondo del pasillo, había una figura. No se distinguía su rostro, pero llevaba ropa de la misma época. Una silueta rígida, autoritaria, como un fantasma del linaje.
—Tú no perteneces a este recuerdo —dijo la voz—.
Él debía casarse por mandato. Su unión con otra persona sellaba el futuro de la familia. Tú… alteraste el destino.
Ella sostuvo el diario contra su pecho.
—No fue mi culpa enamorarme —respondió, con más valentía de la que sentía.
La figura avanzó un paso. El aire se oscureció.
—La historia decidió por ustedes. Y si rompes lo pactado… todo volverá a caer. Esta vez, no solo él perderá su vida.
De pronto, Alexander apareció a su lado. No como un espectro, sino nítido, cerca. Su presencia fue como un escudo.
—Ella no está sola esta vez —dijo él, con la voz del duque que solía ser.
La figura en la sombra pareció retroceder, pero no desaparecer.
—Aún no has pagado el precio, Alexander Lancaster —susurró— El cambio del destino siempre cobra algo.
La sala se llenó de silencio. La figura se desvaneció. El peligro no había terminado.
Alexander tomó la mano de ella, aunque el aire temblaba entre sus dedos como si tocarla todavía no fuera del todo permitido.
—Ahora sabes la verdad —dijo él—. Intentaron separarnos por deber. Intentaron borrar tu nombre. Pero no pudieron borrar lo que sentimos.
Él bajó la mirada al diario.
—Hay más. Páginas que aún no has leído.
Y entre ellas… está la forma de abrir la puerta.




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