— A mí también me gusta hablar con usted — reconoció Kamisama — cuando quiera venga a mi humilde templo.
— Eso haré, Kibito vamos.
— Enseguida mi Señor, nos vemos Mr. Popo.
— Adiós.
— Kai kai — los dos seres supremos desaparecieron.
Unos meses después ambos pudieron reunirse de nuevo en el Templo, la conversación fue muy amena, en un momento se miraron a los ojos, avergonzados, aprovechando que no había nadie a la vista, se acercaron lentamente, inseguros, preocupados si al otro le molestaría lo que harían, hasta que por fin se besaron dulcemente, cuando se separaron no sabían que decir.
Pero aunque no se veía a la vista nadie, en la cocina dos pares de ojos no habían perdido atención a lo que pasaba fuera.
— Me alegro por mi Kami Samas — dijo Mr. Poso que estaba con Kibito.
— Esto está muy mal — dijo el ayudante de Shin, el ser de piel oscura lo miró preocupado.
— Pero ambos se ven adorables como pareja, y que yo sepa Kaio Shin no tiene a nadie — dijo de nuevo el ayudante de Dende.
— Ojalá solo fuera por eso — el hombre de piel rosada, miró al moreno — no me está permitido inmiscuirme en su vida, así que... — volteó preocupado — tendría otro pastelillo de esos con chocolate, son exquisitos — prefirió cambiar el tema.
— Por supuesto, acá hay.
"¿Cuál será el problema?" — se consultó Mr. Popo.
Ahora regularmente Kaio Shin y Kami Sama se reunían en el Templo o el Planeta Sagrado, lo que llamó la atención del Supremo Antepasado.
— Así que no era una jovencita quien te tiene así — le encaró el anciano.
— ¿De qué habla? — exclamó Kaio Shin asustado — no se trata de eso, él... es... solo un amigo.
— Ojalá sea así, sabes que puede pasar si él lo descubre.
— No tiene que decirlo honorable antepasado, Kibito, iré solo, vengo en unas horas.
— Como diga mi Señor — miró preocupado al sirviente.
— Deberías dejar de ir a ese lugar, sino Daishinkan... — empezó a decir Gense.
— No es de incumbencia de nadie lo que haga o deje de hacer con mi vida — el joven se fue furioso, pero sabía que tenía razón en el consejo que le dio.
Por unas semanas Kaio Shin se alejó de todos, iba a distintos planetas deshabitados a pensar, al final lo que sentía por Dende era demasiado fuerte, y eso le hizo temer que, si alguien de los otros seres supremos lo sabía, el joven dios de la Tierra estaría en peligro.
Al final decidió sincerarse con Kami Sama, quería que él otro supiera porque dejaría de ir a visitarlo, y que no se expusiera buscándolo.
— Hola Kaio Shin.
— Hola Kami Sama, quiero llevarlo a un lugar especial ¿Me acompaña?
— Sí — le tomó la mano avergonzado, los dos desaparecieron de la tierra.
Llegaron a un planeta sin seres humanoide, ni animales, era casi todo agua, con pequeñas islas, ambos miraron las estrellas, y los insectos que brillaban en la oscuridad. Todo era muy silencioso, calmado, cuando Kami Sama dio vuelta la cara quedaron frente a frente con Kaio Shin.
— Yo... yo... quiero... quiero decirle que usted me... — el del mohicano no podía dejar de tartamudear, nervioso.
Al ver el brillo en los ojos de Dende, sin que pudiera terminar la frase acercaron sus bocas, en un roce de labios. Al sentir el gesto Kaio Shin acercó más su boca al otro, cerraron los ojos, y se enlazaron en un tierno beso, cuando se separaron sus corazones parecían querer salir de sus pechos. Sin mediar más palabras volvieron a besarse, hasta que se sentaron para estar más cómodos.
Un rato después, mientras ambos seguían totalmente sonrojados, el del mohicano decidió que ya era hora de hablar.
— Debo decirle que...
— ¿Qué pasa Kaio Shin? — Kami Sama se preocupó al ver el nerviosismo del dios supremo.
— Dígame Shin — le sonrió triste.
— Entonces a mi dígame Dende ¿Qué le pasa?
Pasado el momento en que dejó que sus sentimientos se expresaran, ahora el del mohicano temía por las repercusiones que tuvieran sus acciones.
— Entre los dioses supremos y los de la destrucción tenemos prohibido... no podemos... debemos ser parciales en todo momento, por eso no se nos permite...
— Pero yo he sabido de algunos casos...
— Se nos permite tener relaciones, pero solo por sexo, algo esporádico... que no haya sentimientos como el que yo tengo por usted... por ti... tenemos prohibido enamorarnos — suspiró resignado.
— Yo siento lo mismo por ti — se alegre el joven de piel verde al oir que era correspondido.
— Si se sabe que estoy enamorado pueden destruirte, a Daishinkan no le importaría desaparecer al dios de un planeta perdido en su universo, conmigo la situación es diferente... por eso debo despedirme para siempre de usted.
— No lo permitiré — dijo Dende, por primera vez en su vida se reveló contra las reglas establecidas — yo lucharía contra quien fuera por estar a su lado.
— Yo igual, pero tengo miedo de verlo muerto... nunca que yo sepa esto ha pasado antes... siempre he sido distinto a los demás dioses supremos... todos se ríen de mí en mi cara... me dicen que soy inepto. Se supone que somos seres imparciales, por eso no debemos tener sentimientos por otros, pero yo... no soy como los demás de mi raza, me encariño con quienes conozco, trato de evitarlo, pero no puedo... si las cosas no hubieran ocurrido como pasaron, tal vez solo sería todavía un aprendiz, no un dios... el que mis compañeros hayan muerto prematuramente me llevaron a ser el dios supremo de este universo. Los hecho tanto de menos... no quiero que le pase eso a usted... no quiero que desaparezca de mi vida... no a ti... mi amor.
Ambos se sumieron en un silencio pesado, hasta que Dende se acercó al otro, le tomó el mentón para levantar su cabeza y poder volver a besarlo.
— Usted me ama ¿verdad? — preguntó Kami Sama, rompiendo el silencio que se había entablado entre ambos enamorados.