Un Amor en el Tiempo

7. La última elección

6:08 a. m.

El tiempo estaba suspendido, como si el mundo estuviera esperando su respuesta.

Mateo—Gabriel—apretó la mano de Valeria—Elena—, sintiendo el pulso acelerado en su piel. Sabía lo que tenía que hacer. Lo sabía desde el momento en que sus recuerdos volvieron.

Pero la certeza no aliviaba el dolor.

—Si cruzamos las 6:10… lo perderemos todo —dijo Samuel con urgencia—. Sus recuerdos, su amor, todo volverá a empezar.

Elena tragó saliva. Sus ojos se encontraron con los de Gabriel, y en ellos vio la misma angustia, la misma batalla interna.

—Siempre nos hemos prometido encontrarnos de nuevo… —susurró ella.

Gabriel asintió.

—Pero nunca hemos tenido la oportunidad de elegir qué pasará después.

El reloj avanzó.

6:08 y 30 segundos.

Un escalofrío recorrió la espalda de Elena. Sabía que esta vez no se trataba solo de recordar. No. Esta vez, el tiempo les daba una última oportunidad.

O rompían el ciclo… o quedaban atrapados para siempre.

—¿Y si nos perdemos? —susurró ella.

Gabriel la miró con una ternura infinita.

—Nos encontramos una vez. Lo haremos de nuevo.

6:09 a. m.

Samuel miró la torre del reloj y luego a ellos.

—No hay marcha atrás —advirtió—. Si rompen el ciclo, la maldición se desvanecerá. Ustedes dos volverán a sus vidas reales. Al momento en que debieron seguir adelante.

—¿Y si debíamos estar juntos? —preguntó Elena, desesperada.

—Entonces… el destino los unirá de otra manera —respondió Samuel, con una tristeza en la voz—. Pero no así. No a través del olvido y el sufrimiento.

Gabriel tomó aire.

—Entonces… rompámoslo.

Elena sintió que su corazón se detenía un instante.

6:09 y 30 segundos.

Si decía que sí… el tiempo avanzaría sin ellos. No más repeticiones. No más segundas oportunidades.

—Nos volveremos a encontrar —susurró él—. Lo sé.

Ella cerró los ojos.

El reloj marcó 6:10 a. m.

El instante en que todo cambió

El mundo se estremeció.

Un sonido profundo, un eco del tiempo mismo, vibró en el aire.

Samuel se llevó una mano al pecho, con los ojos brillantes.

—Lo hicieron…

Las luces de la ciudad parpadearon. El viento sopló con una intensidad desconocida. Y entonces…

El tiempo volvió a moverse.

Elena sintió un tirón en el pecho, como si algo la arrancara de aquel momento. Su mente se nubló, sus recuerdos giraron como un torbellino.

Gabriel alargó la mano, intentando aferrarse a ella.

—Elena…

—Gabriel…

Y luego, el mundo se desvaneció.

El día en que todo comenzó

El sol brillaba con suavidad a través de los ventanales de la cafetería.

Elena parpadeó, desorientada. Un libro abierto descansaba frente a ella. Su café seguía caliente.

Se llevó una mano a la cabeza. Algo dentro de ella se sentía… diferente.

Como si hubiera olvidado algo importante.

—Disculpa…

Una voz masculina la hizo levantar la mirada.

Un hombre estaba de pie junto a su mesa, con un café en la mano. Ojos cálidos, sonrisa nerviosa.

El corazón de Elena se aceleró sin razón aparente.

—Perdón, pero… ¿nos conocemos?

Ella no lo sabía.

Pero en lo más profundo de su ser, algo le decía que la respuesta era sí.




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