Un Amor En Navidad

capítulo 10

-No llores, Emily, ya verás como todo se soluciona –había dicho la mujer. Entonces Emily se había dado cuenta de la nobleza del alma de Lucy. Se propuso a ser buena con ella y con Shay, cuando regresara. Estaba dispuesta a confesar ante quien fuera su error y asumir sus responsabilidades. Se juró intentar querer a su madrastra y hermanastra y no volverlo hacer una broma más nunca. Había ido con Eduardo, Lucy y un abogado a declarar para que dejaran a Shay en libertad. No obstante, se llevaron la sorpresa de que Shay ya había sido liberada. Pensando en que Shay regresaría a casa, habían retornado al hogar, pero ella nunca llegó; ni ese día ni nunca más.

Durante semanas, Lucy estuvo angustiada sin saber la suerte de su hija, pero con el tiempo pareció resignada a que no volvería. Para Emily no había sido fácil asumir que había separado a una madre de su hija, el dolor crecía ante la incertidumbre del destino de Shay. Por eso, al comenzar a trabajar, había destinado parte de su dinero para contratar investigador privado que la buscara.

Emily tomó una mano de Lucy. Allí, sentada junto a ella, tan preocupada, se arrepintió de nuevo por no haber sido amable con ella desde el principio.

-Claro que confió en ti –dijo Emily –pero no quiero que te preocupe por tontería mía. Ya se me pasara.

-Si llevas varios días así, ya no es una tontería –dijo Lucy –pero respetaré tu decisión. Solo quiero que sepa que tu papá y yo estamos aquí para ayudarte en lo quiera y apoyarte en todo. Sabe que te amos mucho.

Los ojos de Emily se anegaron. Lucy se había convertido en casi una madre para ella. La joven se abrazó a la mujer y sintió esos brazos protectores rodeándola, reconfortando mientras lloraba sobres sus hombros. Después de un rato, se separaron y Lucy le secó la lágrima. Lo que iba a decir fue interrumpido por el timbre de la puerta. Las mujeres se miraron extrañadas, sus nadien la visitaba esa época. La voz de Eduardo llegó hasta ella ofreciéndose abrir la puerta. Pasaron unos instantes y al no recibir sonido alguno, las mujeres se levantaron avanzaron hacia el pasillo que conducía a la puerta.

-¿Quién es amor? –pregunto Lucy.

Al llegar allí, las mujeres vieron que Eduardo estaba abrazando a una mujer… y Emily la reconoció de inmediato.

-Shay –dijo Lucy con la voz temblorosa –hija –Eduardo y Shay dejaron el abrazo entonces fue Lucy quien ocupó su lugar en los abrazos de Shay.

A Emily le pareció casi increíble lo que estaba pasando. Shay había accedido a su pedido. ¿Por qué? Después de lo que había pasado la noche anterior, después de que ella saliera corriendo de su casa sin hacer caso a su llamado, sabía que ella no iría. Pero fue. ¿Por qué?

Estaba allí abrazada a su madre.

-No sabe la alegría que me da de verte aquí –dijo Lucy sonriendo y los ojos se le anegaron –bienvenida sabe cuánto he soñado con esto.

Shay miraba a su madre con verdadera devoción. Para ella debió haber sido muy difícil haber estado alejada de Lucy todos estos años. Durante unos momentos, compartieron frases susurradas, en un momento de intimidad que solo les pertenecía a ellas dos. Después de un rato, se separaron. Shay avanzó por el pasillo hacia el interior de la casa.

-¿Y tú, Emily, no me dará la bienvenida? ¿No me darás un abrazo? –pregunto ¿Cómo negarse? Su padre y Lucy estaban ahí. Era impensable rechazarla.

-Claro que sí –dijo ella sonriendo y yendo hacia Shay. En cuanto estuvo a un paso, Shay pasó sus brazos por debajo de lo de ella y el estrecho contra su pecho. De nuevo la exquisita sensación que la había asaltado la noche anterior volvió a ella. Verse una vez más entre sus brazos, sentir su cuerpo pegada al de ella, oler su aroma a colonia y a mujer, a hizo añorar lo que no debía. Se limitó a poner sus brazos sobre los hombros de Shay para corresponder al abrazo.

-Te vez hermosa sonriendo –le susurro ella al oído y Emily sintió que se sonrojaba.

Después de un rato la liberó y ella noto que Shay la miraba con los ojos brillante. Bajo sus ojos para huir de Shay y de ella misma.

-Pero no te quedes ahí, hija, ven acá -dijo Lucy tomándola de la mano y llevándola a la sala. Allí se sentó con Shay en un sofá. Eduardo y Emily los siguieron y también se sentaron frente a ellos.

-Estes es el regalo más hermoso que he recibido en muchos años –dijo Lucy.

-Pues debes agradecérselo a Emily –dijo Shay. –fue ella quien me busco y me pidió que viniera a verlos.

-¿Eso es cierto, hija? ¿Buscaste a Shay? –ella asistió

-¡Emily! –dijo Lucy corriendo hacia ella y abrazándola. –no te imagina lo feliz que me hace saber eso.

-Y a mí me hace feliz que te hayas reencontrado con tu hija –dijo la joven.

Lucy le sonrió a Emily y le dio un beso en la mejilla. Durante las siguientes horas, Shay le hablo de lo feliz que se sentía al volver estar en casa, de la dicha de encontrarlos saludables y felices. Eduardo y Lucy también le hablaron de lo contento que estaba al tenerla de nuevo allí.




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