Un Amor En Navidad

capitulo 12

Esa noche, Emily conoció facetas de Shay que no sabía que existía. Por ejemplo, que era muy divertida. Durante la cena converso agradablemente y los hizo sentir en ambiente familiar. Ella no recordaba que hubiera sido así… o quizás sí, solamente que no quiso verlo pues solo le interesaba huir.

También descubrió que era atenta y cortes, siempre se preocupaba por hacerlo sentir cómodos con todo. Estaba haciendo un excelente papel de anfitrión.

Cuando se fue a dormir, Emily se dijo que, si ella hubiera sido diferente en el pasado, habría descubierto que Shay era una mujer magnifica hace mucha y las cosa entre ella habrían podido marchar diferente.

Su corazón volvió a saltar al recordar la forma en que la hacía sentir sus besos y sus caricias. Lo que había pasado esa tarde en ese mismo cuarto la había dejado mareada y anhelante… había sido tan erótico, que la excitación le duro por varias horas y tuvo que hacer el esfuerzo para aquietar su cuerpo agitado. Pero no podía ser. Era mejor olvidarlo.

Al otro día despertó después de haber pasado una noche inquieta de sueños en los que Shay era la protagonista y en los cuales llevaban muy poca ropa… o nada.

Haciendo a un lado eso pensamientos, se levantó.

Después del desayuno Lucy la invito adornar el árbol de navidad. Así que la ayudo sintiéndose contenta porque esta buena mujer era realmente feliz ahora. Se lo merecía después de tanta navidad sin su hija, de tantas otras fiestas como cumpleaños y del día de las madres sin ella a su lado. Unos minutos después de comenzar con la labor, Shay y Eduardo se sentaron a observarlas y a hacerles bromas. Por primera vez en muchos años, Emily se sentía en familia, como siempre debió haber sido entre ellos.

Para la tarde, Shay había planeado un picnic en un bosque que había cerca de allí. Todo había aceptado encantados. Sin embargo, justo ante de salir los planes cambiaron

-Ay –se quejó Eduardo al terminar de bajar la escalera.

-¿Qué pasa, papá? –pregunto Emily preocupada yendo hacia él.

-Creo que volví a resentirme el esguince del pie –dijo el hombre sentándose sobre un escalón y revisando su pie derecho.

-No te preocupe, cerca hay un hospital, no tardaremos en llevarte –dijo Shay.

-No, muchacha no es necesario –dijo Eduardo –hace un par de años tuve un esguince y de cuando en cuando es que molesta. Basta con no apoyar el pie durante unos días.

-Entonces deja que llame al médico –insistió Shay.

-No, no es necesario. Lo único que lamento es que eche a perder el paseo.

-No te preocupe, papá. Ya habrá tiempo de ir en otro ocasión, lo importante es que este bien.

-No, no quiero arruinarle la tarde –dijo Eduardo –vaya usted yo me quedare a descansar.

-No permitiré que te quede solo –dijo Lucy –que vayan las chicas.

No, grito el corazón de Emily. Estar a solas con Shay era peligroso.

-No… no es necesario… podríamos ir después… todos juntos… -tartamudeo Emily.

-Pero Marta prepara comida deliciosa y se va a desperdiciar si no van –dijo Lucy –no te preocupe por nosotros. Después iremos todos, por ahora diviértanse.

Emily no podía negarse más, pues su padre y Lucy podrían interpretarlo como un desprecio abierto así Shay. Así que solo sonrió y asistió.

-Sí, tiene razón –dijo Emily.

En unos minutos, Shay y Emily se dirigía al lugar en el hermoso coche de ella.

-Solas de nuevo –dijo Shay y a Emily le pareció que la voz de la mujer tenía un tinte travieso.

-Sí, así es –dijo ella sin mirarla

Hicieron el recorrido en silencio. En pocos minutos llegaron al hermoso lugar. Había un sublime bosque de olorosos pinos y un pequeño claro, el lugar perfecto para acomodar la manta y la cesta de comida. También había un pequeño lago y tras Shay, se veían unas montañas de muchos tonos agradables. La naturaleza era encantadora. No soplaba el viento, así que la tarde se presentaba apacible.

El que no estaba tranquilo era el corazón de Emily que no dejaba de retumbar. No podía evitarlo, por más que tratara, imágenes del apasionado abrazo del día anterior y de la noche en que Shay la invito a cenar la acosaban continuamente.

Salieron del auto y se instalaron en silencio.

-¿A que le temes? –pregunto Shay de súbito.

A soñar con lo imposible, a enamorarme de ti.

-A nada –mintió ella sentándose sobre la manta fingiendo buscar algo en la cesta.

-¿Entonces porque está nerviosa? –pregunto Shay sentándose también en la manta.

-No estoy nerviosa –mintió de nuevo.

-Lo estás –la contradijo ella –pero no te preocupes, no hare nada de lo que tú no quieras.

Shay sonrió y le guiño un ojo, lo cual por poco derriba la escasa defensa que había logrado levantar la joven. No pudo evitar sonreír mientras que Shay tomaba una manzana y la comía.

-Es un lugar hermoso. ¿No te parece? –dijo Shay fijando su vista a lo lejos.




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