Un Amor En Tiempos Oscuros

ROMPIENDO LA NOCHE

—hola detective Das.

—¡hola Marcos, Marco, marco lino!, qué agradable sorpresa, que coincidencia encontrarlo en una escena de un crimen.

—claro que hacía mucho que no nos encontrábamos.

—sí, es la verdad, me han asignado otro tipo de casos, me ha tocado sacar de circulación a unos asesinos seriales.

—a veces los demonios toman cuerpos o mentes, o a veces están sueltos.

—se me olvidaba que todo lo sobrenatural rodea al gran Marcos, incluso su aspecto juvenil, a pesar de que la primera vez que te vi yo era un muchacho recién entrado y ahora que estoy próximo a mi jubilación, tú te ves igual, deberías compartirme la pócima o el conjuro.

—para ser el mejor detective del país, te falta más inferencia, eso no es nada de otro mundo, simplemente come sano, duerme bien, no te estreses por nada y has ejercicio divertido, no te castigues ni te menosprecies, pero tú que sabrás de eso, que te pegas a las malas bebidas como una lapa, tu estómago no conoce límite en cuanto a los dulces y las comidas grasosas, tu brillante calva muestra que te complicas mucho y te estresas por nada.

—si es verdad, en su momento tuve problemas que se sentían como una pisada de mamut, ahora al ver al pasado ahora sé que no era para tanto, como me decía un jefe “preocúpate cuando no se te pare”, y eso me está sucediendo, pero ya ni me preocupa.

—eres muy elocuente Das, no sé por qué hueles a raro, como a platos rotos de elefantes.

—vaya comparación, a todas estás, ¿tú sabes qué paso aquí?

—si muy fácil, rompieron la noche.

—ja-ja-ja querrás decir al pocillo.

—ya sabes lo que paso, entonces ¿por qué preguntas?

—es que lo creí hasta que te vi, tu presencia le pone la sazón de desazón, hace que uno se ponga prudente con lo evidente.

—Das, te sigues complicando, como esa vez en el hospital central.

—vaya Marco, eso es algo que cada día que pasa considero que no paso, al igual que lo del jardín de niños.

—¿estás loco?, aún recuerdo como llorabas del susto, como un niño asustado.

—me callo una mugre en ojo, o tal vez un gas tóxico, me irrito los ojos y me hizo alucinar.

—sí, y ¿Cómo explicas lo de como mojaste el pantalón?

—tal vez me chispeo agua o vapor o tal vez tenía problemas de próstata,

—pues no hay químicos, ni vapor en un jardín de niños y lo de la próstata te lo creería ahorita, pero en ese entonces tenías veinticinco años.

—bueno, eres muy difícil, mejor tomémonos algo para celebrar este encuentro, es más, tomémonos una botellita de eso parece oro líquido, para romper esta noche.

—tú sabes que no tomo cuando trabajo

—y cuando no, tampoco lo haces.

—en cambio, tú, únicamente no tomas, es cuando duermes.

—Marco, echando cabeza, aún no sé qué era esa cosa del jardín de niños.

—eso era un licántropo, mejor conocido como un hombre lobo, tú lo sabías, por eso compraste esas balas de plata.

—sí, aún se me burlan en los cuarteles generales porque alguien regó el cuento, inclusive me toco ir al psicólogo muchas veces, por eso supongo que no paso, es más, cambie esas balas de plata por copas con bebidas.

—bueno, tampoco es que te hubiesen servido de mucho.

—Marco, aunque mi duda más grande es de sí, en realidad ese bicho era el malo, es que no lo considero, se veía como si buscara algo que le perteneciera, eso me estuvo dando vueltas, tanto que seguí investigando ese jardín, descubriendo que allí abusaban de los niños, lo más difícil fue controlarme para no matar a esos dizques docentes, ellos pensaban que haciendo esas abominaciones, purificaban su alma, entonces de pronto el lobo no era el monstruo.

—quizás, pero no me gusta hablar con los monstruos.

—quizás Marco, eres un buey racista, no consideras que puede haber seres de esos buenos, o que se comportan mal porque hay gente como tú, que disparan sin preguntar.

—Das, todo es posible, aunque todos los horrores que he visto causado por esas criaturas me dejan sin ganas de siquiera saludarlos.

—ok Marcos tienes tus razones, a propósito te tengo razón sobre la espada Dármela

—por favor Das dímelo, ¿qué sabes?, encontrarla es mi misión primordial.

—ok, pero antes dime ¿qué es esa cosa?, ¿por qué te importa tanto?

—sencillo es un objeto muy malo, unos de los que el Saladino Basas, forjo hace vente mil años.

—¿Cómo lo produjo?, si cuando eso no había tecnología.

—vaya Detective si usted sabe que para producir armas no se necesitan robots.

—yo lo sé Marco, pero tendrían que fundirla.

—mira Das, la metalurgia es muy antigua, incluso algunas técnicas muy buenas se perdieron en el tiempo y otras como las del Saladino las sepultaron mis antecesores.

—bueno, supongo así como ahora quedan crímenes sin resolver en lo ancho y alto de la historia quedan muchas historias olvidadas.—eso y hay cosas que no se deben enterar el pueblo, con que ellos apenas puedan suplir sus necesidades básicas, son felices y de por sí la vida es dura como para complicárselas aún más.

—bueno Marco, pero cuéntame lo de la espada.

—Das, resulta que Saladino Basas era una especie de rey con muchos recursos quien se obsesionó con la magia en todos sus colores, entonces se le ocurrió fundir acero vertiendo sacrificios humanos en el caldo de hierro fundido, aparte al momento de forjar las armas la templaban con plasma en lugar de aceites y los adobaban con hechizos y brujería.

—pero tú la otra vez me dijiste que la bruja esa que había llevado la policía era una farsante, que no existía tal cosa.

—pues no existe ahora, pero existió, lo que pasa es que algunos enviados han acabado con muchas cosas malas, sin embargo, a veces nada es absoluto.

—como mi vecina que quedó embarazada, con el marido que se operó por vasectomía.

—claro, una operación puede fallar o el vecino puede ayudar.




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