María dolores.
—Quédate quietito, corazón de melón, que debo terminar de bañarte para que te vayas a dormir junto a nuestros hermanitos —le pido al niño que chapotea en el agua mientras trato de enjuagar su pelo.
Con ayuda de una taza, logro mi objetivo y, luego de que se seca y cambia, lo acompaño hasta el cuarto.
Tomo un libro de cuentos que se encuentra sobre el mueble y lo elevo para que todos lo vean.
—Hasta que no estén acostados, en silencio y tapados, no voy a comenzar —los amenazo.
En segundos, ellos acatan mi orden y me siento en la silla mecedora para empezar.
“El principito” es el libro que han elegido. Todas las noches les leo un capítulo, aunque si me emociono, no me detengo y prosigo.
Distorsiono mi voz en cada diálogo y eso ayuda a que me presten atención.
—Querida, los chicos están roncando, ve a descansar. No te desveles con esas novelas en línea, que mañana tenemos la visita del director y sabes qué te tiene entre ceja y ceja —me reprende la superiora del orfanato.
—Ese viejo decrépito nunca me quiso, doñita, por más que me esfuerce, sé que va a encontrar algo en mi contra para sacarme a patadas del edificio —susurro al ponerme de pie.
—María Dolores, no hables así de la gente mayor, no es correcto. Te hemos enseñado buenos modales, no lo olvides —me giro para dejar lo que tengo en la mano sobre la silla y sin que ella me vea, blanqueo mis ojos.
»No hagas morisquetas, te conozco —sisea desde su posición.
—Buenas noches, mi mamita de mentiras. Por más que ese señor me saque de aquí, voy a volver siempre. Ustedes son mi única familia y no voy a abandonarlos —dejo un beso en su mejilla y me voy para que ella termine de inspeccionar a estos pequeños tramposos antes de apagar las luces.
Soy huérfana y este lugar es mi hogar, el único que conozco, pero por mi edad, ya no puedo seguir viviendo en este lugar y sé que, por más que las monjas intenten interferir en la decisión de ese amargado, mi tiempo aquí tiene fecha de caducidad.
Llego a mi modesta alcoba, me pongo el camisón y agarro mi celular para seguir con mi obsesión: las historias que estas grandes escritoras narran en sus escritos, logrando que en cada párrafo mi imaginación vuele añorando que mi caótico futuro de un vuelco.
¡A quién quiero engañar! Nunca voy a conocer a algún magnate que me saque de aquí y menos con mi carácter. Sí, soy muy asocial y desconfiada. Aunque soñar no cuesta nada, si lo sabré yo.
«Buenas noches, mi dulce Alba»
Le escribo un mensaje de texto a la señora que adoro. Nos conocimos hace tres años por un grupo de WhatsApp que compartimos mediante la lectura.
Es común que nos deseamos las buenas noches, o los buenos días, y hasta que nos contemos lo que nos va sucediendo en nuestra rutina, desde el comienzo hicimos una linda amistad.
«Buenas noches, preciosa, o mejor dicho, madrugada»
Aparece como respuesta, sonrío, ya que ella está en España y la diferencia de horario entre los países es de cinco horas, creo.
«Discúlpame si te he despertado, no fue mi intención» prosigo.
«No lo has hecho, en realidad estoy algo desvelada porque mi jefe me ha pedido que consiga a una niñera para su bebé lo antes posible, en lo posible que viva en su casa y trabaje las veinticuatro horas del día. No conozco a nadie para ello y me aterra llamar a alguna agencia, pues si la interesada no le agrada, mi empleo corre peligro».
Suspiro antes de responderle, ya que en varias ocasiones me ha contado que ese hombre ha enviudado y se ha vuelto un amargado difícil de tratar.
«Si me consigues una visa y el pasaje, yo con gusto cuido de ese pequeño. Tengo experiencia de sobra y te consta. Estoy segura de que después de que el viejo que mañana nos va a visitar en el orfanato me va a echar y me voy a quedar en la calle. El poco dinero que tenía juntado lo he gastado con mis chicos al llevarlos a comer helado y no me arrepiento» bromeo.
«Voy a tomarte la palabra, corazón. Ahora, debo dejarte, mi móvil no tiene batería y por todo este embrollo me he olvidado el cargador en la empresa. Te mando muchos besos. Descansa y suerte mañana»
No se lo estaba diciendo de verdad, solo jugaba, por favor, que no se desconecte.
«Alba, es un chiste. Tengo sueño y digo tonterías. Cuando cargues tu celular me cuentas cómo te ha ido con tu problemita. Te quiero mucho y trata de mimir» escribo rápidamente, pero me doy cuenta de que el mensaje no le ha llegado.
¡Miércoles! ¿En qué problema me he metido?
No me queda más remedio que acomodarme en mi cama y obligarme a dormir, pues mañana no quiero parecer un mapache frente al director, y necesito estar más despierta y achispada que nunca para no darle opción a que me saque de aquí.