La habitación se quedó en silencio. Solo los sonidos que emitía el pequeño Marcus llenaban la estancia.
Estaba seguro de que había escuchado mal. ¿Casarse con Amelia? La idea que lo había aterrorizado años atrás, era simplemente eso; una idea. Pero ahora su hermana se lo estaba pidiendo con una calma tal, que parecía estar hablando del clima. ¿Qué demonios?
—Escucha, Ellie, ¿por qué rayos me casaría con Amelia? He pasado los últimos años huyendo de sus padres, y lo sabes.
La rubia se levantó con el pequeño en brazos y llamó a la campana, no decía nada. Segundos después una criada apareció y Eleanor le entregó al pequeño Marcus. Cuando la mujer dejó la habitación, Eleanor se giró nuevamente, el ambiente estaba tenso.
—Supongo que estás al tanto de lo que ha sucedido en el baile de los Longford, ¿no? —Preguntó acercándose.
Erik asintió y tensó la mandíbula. El rumor de Amelia siendo encontrada en una posición comprometedora había estallado como pólvora. Aún recordaba la expresión de dolor en su rostro cuando chocó con él en el salón. Sabía que algo malo había pasado, pues, aunque no la conocía a profundidad, nunca le había dado la impresión de ser una señorita que se escapaba para encontrarse con un amante en la oscuridad.
Era lógico que alguien había querido propasarse con ella. Y la sola idea lo enfermaba. Cuando la vio esa noche, aterrorizada y con las lágrimas cayendo descontroladamente, algo desagradable se removió en su interior.
Pero, a pesar de todo, no entendía por qué debía casarse con ella. Necesitaba respuestas.
—Sí. Pero no entiendo qué tiene que ver eso con lo que me estás pidiendo. No he sido yo el caballero con el que ha sido encontrada.
Su hermana cerró los ojos e inclinó la cabeza, parecía frustrada.
—Sus padres la están forzando a casarse con Sir Blount, ¿entiendes lo que te digo?
Dios. Los barones debían estar equivocados. Eso, o simplemente querían arruinarle la vida a su hija. Era bien sabido que ese caballero era de la peor calaña, cuando tomaba de más —lo que de hecho sucedía a menudo—, era imposible tratar con él. Muchos clubes habían prohibido su entrada, pues se decía que era violento con las cortesanas que trabajaban allí.
No, Amelia merecía algo mejor. Esa noche lo había sorprendido su increíble ingenio y su lengua mordaz, y debía admitir que ese vestido rosado representaba la tentación para él. Era guapa, inteligente, y parecía no tenerle miedo a la hora de enfrentarlo.
Suponía que ésto último había cambiado desde el año anterior, pues no olvidaba su pequeña conversación en la que quizá había actuado como un completo imbécil. Apretó la mandíbula. La vergüenza lo golpeó, se había esforzado por actuar como un niño tonto frente a ella.
—No pueden casarla con él, ni siquiera es digno de ser llamado caballero —dijo en un gruñido.
Su hermana se mostró de acuerdo.
—La reputación de Amelia está dañada, y sus padres dicen que debe casarse antes de ser completamente exiliada de la sociedad. La protección de un matrimonio es lo único que podría acabar con éste escándalo —dijo, sus ojos verdes lo miraban con súplica—, Erik, esto es realmente serio. Sabes que Amelia es una de mis mejores amigas, no merece terminar en un matrimonio en el que solo tendría desdicha.
Caminó hasta la ventana. La habitación empezaba a resultar pequeña, y su traje ahora lo sentía demasiado apretado.
—Entiendo eso, y estoy de acuerdo, créeme. Ninguna mujer debería terminar unida a Blount. Pero no soy el único caballero en todo Londres, estoy seguro que muchos jóvenes cazafortunas estarían encantados de casarse con la hija de un Barón.
Escuchó cómo su hermana soltaba una exhalación.
—Ese es otro problema, Erik, los Barones han perdido todo su dinero. Amelia no tiene dote.
Se giró bruscamente para ver a su hermana, se veía realmente afectada. Ahora entendía porqué había acudido a él. No le interesaba la dote, él tenía una fortuna como la de un Rey. Se llevó las manos a la cara y trató de respirar con calma.
No había contemplado la idea de un matrimonio a sus veinticinco años. Sabía que algún día tendría que casarse, el título necesitaba un heredero, pero no tenía mucha presión al respecto. Su hermano podía seguir con la línea de sucesión familiar. Además, nunca pensó en Amelia como un prospecto de futura esposa.
Últimamente sentía que le faltaba algo interesante a su vida, pero cuando deseó un pequeño cambio no se había referido a un matrimonio por conveniencia para salvar la reputación de una damita. ¿Qué debía hacer?
—Necesito tiempo para pensar en ésto, Ellie. Es... difícil de digerir en tan poco tiempo —mencionó con tono grave.
El semblante de Eleanor decayó, esperaba que hubiera aceptado sin miramientos, supuso. Debía entenderlo, lo que le pedía era algo que afectaría su vida de forma definitiva.
—Está bien, pero, ¿podrías decidirte pronto? —pidió con voz suplicante—. Amelia no tiene mucho tiempo, Lord Latimer se ha reunido hoy con Sir. Blount, si no aceptas, tendremos que buscar a otro caballero para la tarea.
Estaba asombrado con el buen corazón que tenía su hermana.
—¿Por qué me lo has pedido a mí en primera instancia? ¿Qué pasa si dijera que no quiero sumergirme en un matrimonio sin amor?
Las cejas de su hermana se elevaron, sus ojos lo observaban con sorpresa. Bueno, quizá había sonado un poco dramático.
—Es porque te conozco, serías bueno con Amelia, pero, ¿realmente querías un matrimonio por amor?
Lo cierto es que nunca lo pensó. No esperaba tener la misma suerte que sus padres y su hermana al enamorarse perdidamente de su futura compañera. Pero al menos esperaba tener una relación agradable.
Amelia es todo eso. Pensó. Tensó su cuerpo ante aquello.
—No lo sé —esquivó su pregunta—, necesito pensar con claridad —dijo en tono grave.