Ella se encontraba en su despacho escuchando la propuesta que le hacía Antón. Era algo que podía cambiar radicalmente su vida. Ambos hablaban de los detalles del cuarto del bebé del rey. Cassia hacía preguntas precisas para el diseño de la habitación, sin saber que aquel pequeño era su propio hijo y el padre era un rey.
— Supongo que su personal tiene experiencia en organizar grandes eventos, ¿verdad?. —preguntó Cassia, mirando a Antón.
Él asintió, lo que le dio confianza a Cassia.
— Bien, entonces creo que podríamos organizarlo en seis meses. —dijo ella.
Sin embargo, frunció el ceño y negó con la cabeza Antón.
— Pero necesitamos saber qué quiere la madre. Tendré que inspeccionar la habitación del bebé. —murmuró. Consultó su agenda y luego miró a Antón.
— Me temo que estoy ocupada todas las próximas dos semanas, pero puedo conseguir un fin de semana de cuatro días para viajar a Italia y reunirme con la madre del bebé y sus empleados.
— Eso no será posible —dijo Antón.
Cassia parpadeó.
— ¿Por qué no?
— El rey quiere que comencemos inmediatamente. Preferiblemente esta tarde. —respondió Antón.
— Lo siento, pero es imposible. —dijo Cassia con frialdad. — Tengo otros compromisos que no puedo desatender.
Antón la examinó con la mirada.
— ¿Así que es cuestión de tu trabajo y horario, y no de tu disposición para comenzar los preparativos inmediatamente?.
— Sí. —respondió Cassia.
— Muy bien. Entonces, acordamos que visitará Italia.
— Escuche, pero ya le mencioné que tengo compromisos que cumplir.
— Lo lamento mucho, señorita, pero todo está organizado para que viaje a Italia y su compañera puede encargarse de los compromisos que debe cumplir.
— No se puede negar nada a su monarca, hombre.
— Vamos, señorita, lo que hará es más importante que todos esos compromisos, además trabajará para un rey y no es algo común.
— Oh, pero yo… —Cassia se interrumpió. A pesar de que su instinto le decía que se aleje de todo eso, no podía perder la oportunidad. Era solo trabajo, se dijo. — Muy bien. Entonces podré resolver todo.
— Bien, esperaré hasta mañana. —dijo Antón con una sonrisa.
En ese momento, Danna entró por la puerta y miró a Cassia.
— Tenemos un problema con una de las clientes.
— ¿Qué sucedió?.
— Dice que ya no quiere el color lila, que prefiere el fucsia y que la llames.
Cassia miró a Antón y él le dijo.
— Vaya a hablar con la cliente y su amiga de una vez. Yo estaré en mi hotel esperando su llamada, señorita.
— Está bien, señor, deje que resuelva todo, esta tarde y lo llamo para definir todo.
Luego se dio la vuelta y se fue.
— ¿Y bien? —preguntaron Melina y Danna, que entraron un momento después a su oficina, con caras de curiosidad. — ¿Qué te dijo?
— Quiere que nos encarguemos del cuarto del hijo del rey.
Ambas gritaron de alegría. Melina comenzó a bailar mientras Danna aplaudía emocionada.
— ¡Es genial, Cassia! ¿Cuándo empezamos?.
— Eso quería hablar contigo en primer lugar, Danna.
— Bueno, dime antes de que sea tarde. —dijo en un suspiro. — ¿Cuándo es la cita con el rey?. —preguntó Danna.
— Quiere que viaje a Italia mañana mismo. El rey quiere que sea lo antes posible, pero le dije que no creía que pudiera hacerlo. Pero perder a este cliente es como perder a todos los clientes. Este trabajo nos abriría muchas puertas.
— Tienes razón, jefa. -dijo Melina.
— ¿Mañana mismo? ¿Solo para mañana?. —Danna se quedó boquiabierta. — ¿Para diseñar la habitación del hijo del rey? ¿Estás bromeando, verdad?.
— No. Su ayudante ha insistido en que se haga lo antes posible, y me ha dicho que los empleados del palacio ayudarán.
Danna la miró dudosa mientras Melina se ponía nerviosa.
— Quiero solicitar un ascenso para ser la ayudante de Danna, aunque solo sea mientras no estés aquí.
Cassia sonrió ante el entusiasmo de la joven.
— Si realmente organizamos todo para restaurar la habitación del hijo del rey, y tú serás la asistente de Danna mientras yo no esté.
Melina sonrió encantada.
— Bueno. —dijo Danna. — ¿Y quién es la afortunada? ¿Quién es la que va a tener un hijo con el rey? Se convertirá en reina y será la madre más dichosa en tener un hijo con ese tal rey, ¿verdad?
— No sé con quién. —respondió Cassia.
Y de repente se dio cuenta de que Antón no se lo había dicho, de quién era la mujer en cuestión y ella se lo había preguntado y él no le había dicho nada. No era propio de Cassia olvidarse de preguntar un dato tan importante.