Un Amor Inesperado

CAPÍTULO 4

FLORENCIA, ITALIA

ZITA

Pasticceria di Geo es el nombre con el que Clarissa bautizó su negocio, en honor a la magia de nuestra abuela, en honor a sus recetas y en honor a la línea de menuditas mujeres de cabello chocolate y ojos azules; la abuela fue el inicio y el origen de todo. El buen ojo de Giulio le ayudó a conseguir este local que ocupa toda una esquina y Clarissa se dedicó a que cada detalle fuera perfecto, incluso, mandar a preparar la pintura en el ‘azul de la reina’, el tono inspirado en los ojos de la abuela y que se ha usado en la familia desde que la tía Chiara lo creó en uno de sus cuadros.

Me río cuando Nova se baja con emoción y lo hago tras ella para ayudar a mi abuela y luego a Sanne, que duda un segundo en aceptar mi gesto, pero lo hace con una pequeña sonrisa que la hace ver bonita, porque la mujer es linda, más no se cree ni un poquito atractiva, eso se nota en su postura y su energía, lo cual me causa curiosidad porque debe haber alguna razón detrás de ese brillo apagado en ella.

El toldo que sirve para cubrir las mesas exteriores es de ese azul, las mesas son de madera de caoba, redondas y perfectas en su estructura, en el interior hay mesas tanto redondas como cuadradas, una pared en azul al fondo y las demás en blanco con cuadros hechos por las tías Chiara y Corinne y fotos hechas por la tía Lucia, el mostrador es enorme para exponer las muestras de los dulces y hasta las máquinas de café son azules, fueron un regalo de los abuelos Dante y Franco, porque sí, ellos nos consienten mucho y apoyan cada una de nuestras ideas siempre.

Entramos al local que está bastante concurrido y el aroma exquisito me hace agua la boca, Nova corre a pegar su carita del mostrador con sus ojos muy abiertos, es Clarissa quién se acerca y se agacha a su lado.

—Hola, pequeña Nova, ¿cómo estás? —la saluda, miro a la abuela con las cejas alzadas y ella me ignora por completo.

—Buscaré la mesa antes que no queden —dice antes de alejarse muy campante y sacudo la cabeza.

—La nonna dijo que podías hacerme cuernitos de fresas, ¿puedes?

—¡Nova, por favor! —Su mamá le llama la atención, obviamente mortificada—. Lo siento tanto —se excusa y aprieto su hombro, provocándole un respingo.

—No te preocupes, nadie en la familia va a tomar negativamente la energía de Nova, todo lo contrario, están seguras las dos. —Le sonrío a Sanne de esa forma que aprendí del abuelo Dante y desvía la mirada en un gesto nervioso.

—Claro que te haré cuernitos especiales de fresa, querida Nova, le avisaré a tu tío Otis para que vengan o los mando a su casa, ¿bueno?

—¡Sí, gracias! —Aplaude la niña con emoción.

—¿Conoces al tío Otis? —le cuestiono a mi prima que se incorpora con una gran sonrisa, su larga cabellera chocolate recogida en una coleta alta, un vestido azul pastel con un delantal blanco que lleva el nombre del local en una elegante letra cursiva en el azul de la marca.

—Trabaja en el Luxor, querida, es ese Otis. —Jadeo sorprendida porque no había asociado el nombre, ¡mierda! Otis es uno de los recepcionistas y ha hecho tan bien su trabajo que mis hermanos quieren llevarlo al nuevo hotel cuando esté listo.

—No lo asocié así. —Me doy un golpecito en la frente—. ¿Qué hay de postre del día, Clari? —Le hago ojitos a mi prima que deja escapar una suave risa.

—Postre nube de limón con semillas de amapola y mermelada de limón con jengibre.

—¡Qué rico! Yo quiero, no importa que después haga mucho cardio, amo el cardio.

—Seguro que sí. —Me da un guiño cómplice y ambas reímos—. Vayan a la mesa y déjenme sorprenderlas hoy, ¿bueno? Con café especial para las grandes y un chocolate caliente especial para Nova.

—¡Sí, gracias!

—Este lugar es muy bonito, ¿es costoso? —pregunta Sanne mientras avanzamos a la mesa.

—No lo es, pero nosotras invitamos hoy, así que no te preocupes por eso, ¿sí? —Coloco la mano en su espalda y vuelve a sobresaltarse, creo que no está muy acostumbrada a que la toquen.

—¿Por qué ese señor usa lentes de sol aquí dentro? Mami dice que eso no se hace. —Señala Nova a mi primo Karim que está sentado con Aria —su novia y mi prima— y la abuela en una de las mesas grandes del fondo.

—¡Hija, por favor! —le pide su mamá.

—¡Ella tiene una corona de piedritas! —jadea—. ¿Me haces una así, mami? —Señala Nova la llamativa corona de cuarzos negros que está usando Aria.

—No sé hacer eso, pero podría intentar con una diadema de piedritas, ¿no? —propone Sanne y su hija aplaude entusiasmada.

—Karim no ve, tiene discapacidad visual —le explico a la niña mientras nos acercamos a la mesa—. Y como sus ojos lucen diferentes, muchos se sienten incomodos o hacen preguntas fuera de lugar.

—Ohhhh, ¿tuvo un accidente? —pregunta con genuina curiosidad y le explico que Karim nació así.

Ahora es un importante enólogo que lleva un área formativa del viñedo para enseñar el oficio a personas con diversas discapacidades y hasta tienen un aval universitario francés con reconocimiento internacional, porque aquí en Florencia no quisieron aceptarlo en la carrera por su condición, ahora es un referente con su fundación y también dirige el viñedo junto a su hermana Elián y varios de los tíos.




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