Un Amor Inesperado

CAPÍTULO 5

FLORENCIA, ITALIA

ZITA

El pequeño apartamento de Thena queda al lado de la casa de sus abuelas, es un terreno amplio donde hay una casa de dos plantas que iban a demoler y ella decidió comprarlo todo, adueñándose del piso superior porque es un apartamento que solían alquilar los dueños anteriores de la casa, suele estar aquí cuando quiere desconectarse o trabajar en un espacio sin interrupciones. Fernanda casi se infarta cuando Thena se presentó como su vecina, hasta amenazó con desheredarla si se metía a su casa sin permiso o molestaba a Alexa con los ruidos de la renovación, cualquiera podría pensar que ellas no se aman cuando es todo lo contrario, solo que su dinámica es tan peculiar que no todos la comprenden.

La fachada de piedras grises es muy llamativa, en especial porque hay una escalera frontal de hierro que le da acceso independiente al piso superior que tiene un pequeño balcón donde hay una mesa y dos sillas, las puertas corredizas son de cristales opacos que no permiten ver el interior, la casa de abajo está vacía y Thena aún no decide qué hacer.

Ayudo a Nova a bajar y le tomo la mano para subir juntas las escaleras, me saco las llaves del bolsillo y me agacho para quitar el seguro de la puerta, al abrirla, veo a mi esposa sentada en la enorme cama en medio del espacio dibujando en una de sus libretas, enseguida fija su mirada en Nova que observa todo con los ojos muy abiertos.

—Sé que te gustan jóvenes, pero estás yendo a los extremos, ¿de dónde sacaste a esa mocosa? —Sonrío por su ‘cálido’ recibimiento.

—Yo tengo nombre, me llamo Nova —aclara—. No soy una mocosa, aunque no sé qué es eso, pero llamo Nova, señora —expresa la niña y los ojos de Thena se abren al máximo, se lleva la mano al pecho en un gesto dramático que me hace soltar una carcajada.

—Voy a llamar a Fernanda para que escuche esto —me burlo y Thena me lanza una mirada fulminante. Hoy lleva un pantalón deportivo verde bosque y un suéter blanco a juego con sus medias, sus rizos perfectos son un espectáculo.

Thena deja la libreta a un lado y se pone de pie, Nova me aprieta la mano y cuando mi esposa sale de la cama se agacha frente a ella.

—Sabes defenderte, por eso me caes bien, niña, soy Thena. —Le extiende la mano y Nova se la estrecha con una pequeña sonrisa.

—¿Puedo tocá tus rizos? Son tan lindos.

—Mis rizos no se tocan, niña —le advierte.

—¿Por qué?

—Porque no se toca el cabello de otros sin permiso.

—Yo te pregunté —rebate y Thena contiene la sonrisa.

—¿De dónde la sacaste, asaltacunas? —Se pone de pie y me mira con una ceja alzada.

—¡Yo ya no uso cuna! —exclama Nova—. Duermo en cama de grande —recalca—. Soy amiga de Zita y quiero que sea amiga de mi mami, pero ellas se pelearon y la nonna me dijo que podía venir con Zita.

—¿Tu nonna?

—La abuela Geo —le aclaro y sus cejas se elevan aún más—. Sí, mantuvo oculta a Nova y a su madre por un tiempo, ¿las razones? Nadie sabe.

—Mi mami lo pidió —acota Nova y Thena se ríe—. A mi mami no le gusta mucho que yo hable tanto y soy muy intensa, el tío Otis dice que eso no es malo y la nonna también, pero mami no tiene amigas y no le gusta salir, a mí me gusta hacer amigos, Zita es mi amiga, ¿verdad, Zita? —Me mira con una amplia sonrisa y le acaricio el cabello.

—Claro que sí, pequeña, somos amigas. —Su sonrisa se ensancha y me encamino a la cocina para servirme una copa de vino Mancini.

Es un solo espacio que comunica todo, la cama está en medio, la cocina al frente con un mesón ovalado de granito gris, gabinetes de madera, la sala tiene un sofá color verde oscuro y una pequeña mesa de comedor de cuatro sillas, las paredes siguen blancas con finas líneas grises que no ha cambiado, solo movió algunas cosas, trajo la cama, la mesa de trabajo, algunos cuadros, sus dispositivos, libros y ya.

—¿Vives aquí solita?, ¿no te da miedo? —cuestiona Nova a Thena que me da una mirada y le lanzo un beso.

—No, niña, no me da miedo, ya estoy grande.

—Mi mami está grande y le asusta cuando falla la luz y todo se pone oscuro —señala y saber ese detalle me inquieta un poco.

«¿Qué tanto le ha pasado a Sanne para que sus miedos sean tan profundos?», es la pregunta que ronda mi cabeza mientras le doy un largo sorbo a mi copa.

—¿Quieres dibujar mientras hablo con mi esposa, niña?

—¡¿Tu esposa?! —jadea Nova y miro a Thena de mala gana—. No tienen anillos, los esposos usan anillos —señala.

—Mi esposa es tacaña, no me regala nada —se queja y sacudo la cabeza—. No hay un anillo real, pero sí un tatuaje, niña. —Thena le muestra el pequeño infinito color verde que ambas tenemos tatuados en el dedo medio izquierdo.

—¿Y por qué no viven juntas? —cuestiona con curiosidad y camino hasta ellas.

—Nos decimos esposas, pero no somos como tal una pareja, somos almas gemelas —le explico—. Crecimos juntas, nos amamos y protegemos siempre, ella puede tener novio y yo novia. —La cara de sorpresa de Nova es todo un poema.




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