Un Amor Inesperado

CAPÍTULO 8

FLORENCIA, ITALIA

ZITA

Aún estoy algo inquieta por todo lo sucedido ayer y por no tener respuestas a muchas interrogantes dando vueltas en mi cabeza, sé que en este caso debo ejercitar la paciencia, porque la abuela Geo hablará cuando lo crea conveniente y es capaz de bloquear todos mis esfuerzos por saber más de Nova y Sanne. Suspiro resignada y antes de golpear la puerta, mi hermano Giulio abre muy sonriente.

—Bienvenida, amor, dame beso antes que Allegra te robe —expresa en tono divertido, dándome un guiño pícaro con esos hermosos ojos azules iguales a los de nuestro padre y le doy un abrazo fuerte.

—¡Titi Zita! —La pequeña voz de Allegra nos hace separar y veo a mi hermosa sobrina de tres años caminado hacia nosotros con una sonrisa en su angelical rostro de piel olivácea, donde destacan esos orbes aguamarina que impresionan, su cabello azabache va recogido en dos adorables trenzas con lazos amarillos a juego con su vestido de mangas largas y los zapatos deportivos en las prótesis negras que funcionan como sus piernas.

—¡Mi muñeca hermosa! —Avanzo hasta ella para agacharme y abrazarnos un poco antes de darnos muchos besos que nos hacen reír. Nuestra princesa le hace honor a su nombre con su personalidad risueña, siempre sonriendo e iluminando a todos, en especial a su papi.

—Vamó comé, Titi —expresa con su tierna voz y acaricio sus trenzas.

—Sí, vamos a comer, vine a que tu padre me alimente. —La tomo entre mis brazos antes de incorporarme, ella se abraza a mi cuello y la sujeto con fuerza porque es grande y sus prótesis tienen cierto peso, pero yo puedo con eso y más.

—Sí, sabía que vendrías, preparé tostadas francesas con leche de coco y algunos embutidos que te gustan —anuncia orgulloso. Sí, nuestra pequeña es intolerante a la lactosa y hay que tener cuidado con su alimentación, del resto, es sana y muy activa.

—Papi hace tadas dicas, coco gusta —comenta Allegra y me la quiero comer a besos—. Yo ayudo.

—Sí, papi cocina rico y cuando tú ayudas queda más rico, ¿no? —Rozo mi nariz con la suya—. Vamos a comernos todo. —Le doy un guiño que ella me devuelve guiñando sus dos ojitos.

No debería tener sobrinas favoritas, pero Allegra tiene algo especial, tal vez porque es adoptada como yo, su historia con la amputación de sus piernas, no lo sé, hay algo en su energía que es maravilloso de sentir.

Giulio vive con ella en este pent-house con terraza en el centro de Florencia, las paredes son blancas a excepción de una que es rosado pastel y es donde Allegra hace sus dibujos, ella ya sabe que es su pared para pintar y no raya las demás, mi hermano hizo toda la adecuación del lugar para su hija y también en pro de fomentar su independencia.

Hay un gran sofá color arena en forma de ele con ocho puestos y dos sofás color turquesa individuales, los gabinetes de madera estilo francés donde se esconde el televisor son su creación, al igual que una hermosa biblioteca en una de las paredes y de donde cada día escoge un libro para leer con su hija, la cocina es amplia, tiene encimeras de cuarzo blanco con vetas grises, gabinetes color gris también, tiene sillas turquesas y una silla rosada especial para la niña que no lastima sus muñones. Hay banquitos para que Allegra se suba porque mi hermano la incluye en todos los quehaceres y les encanta crear juntos, lo que ella dibuje mi hermano puede hacerlo realidad, jamás había visto a Giulio tan feliz como desde que la princesa llegó a su vida.

Su amor es Isabella Ivanova, pero ella no quiso ser su compañera cuando adoptó a Allegra y él la sacó de su vida definitivamente, no tienen ni una pizca de contacto y desde entonces se ha enfocado en criar a la niña sin buscar una pareja y comprendo su postura, además, yo tampoco quiero verlo de nuevo con el corazón roto y si no tienes cabida para Allegra, ni pienses en tan siquiera que mi hermano te va a mirar con interés.

—Tu café, hermanita. —Giulio me entrega una taza humeante luego de sentar a Allegra, la huelo y suspiro con entusiasmo porque me encanta el aroma del café recién hecho.

—Eres el mejor. —Le lanzo un beso y le sirve su plato a la niña primero, dos tostadas cortadas en cuatro, un huevo duro por la mitad y algunos trozos de manzana.

—¿Y bien? ¿Me vas a dar tu versión o debo recurrir a otros métodos? —dice mi hermano al sentarse después de terminar de servir. Corto un trozo de tostada y gimo al probarla.

—¡Qué rico! —Me relamo los labios—. ¿Mi versión de qué?

—Tu salida de ayer, la mujer que conociste. —Achico mis ojos y bajo el tenedor para apuntarlo con el dedo.

—Giulio —le advierto y alza sus cejas.

—¿Novia? —dice Allegra y ambos la miramos, ella me sonríe mostrando todos sus dientitos.

—¿Qué dijiste?

—Titi novia —reitera y trago con dificultad.

—No tengo novia, princesa.

—Todavía —completa mi hermano y lo miro de mala gana.

—Giulio Cavalcanti D’Angelo, ¿qué sabes? —Lo apunto con el tenedor y Allegra imita mi gesto, provocando las carcajadas de su padre.

—Si viniste buscando respuestas, no las tengo, hermanita. Solo puedo sentir ciertas cosas y bueno, tú relájate y sigue siendo como eres. —Sacudo la cabeza y miro a la niña que se lleva un trozo de manzana a la boca.




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