Eran las 11:00AM y aún me encontraba tirada en mi cama.
Ayer mi madre y yo nos mudamos a una nueva cuidad. Hace poco ella había conocido a una persona que actualmente es su novio que me cae de maravilla, sin olvidar a su hijo Lucas que yo lo considero mi hermano, ese chico es apuesto, cabello castaño claro, ojos oscuros, piel blanca y muy alto. Pero no malinterpreten las cosas, no planeo tener esa clase amorosa de relación con mi hermanastro, no haré un caos mierdoso estando con él.
Tampoco es que me llame la atención.
He leído demasiado libros cliché, sé que una relación entre hermanos es ruidosa y extraña. Lucas, ese tarado es un hermano para mí, lo conozco recién hace algunas veinticuatro horas, y eso me dejó en claro, que claramente, no es mi tipo.
Estaba a punto de arroparme con mi mantita hasta que escuché la estúpida alarma.
¡Había sonado más de mil veces!
Si tuviera otra de repuesto, obviamente ya habría tirado la que tengo, por la ventana.
Me levanté de mi hermosa cama y me dirigí a la cocina, al parecer no estaba mi madre porque no se escuchaban gritos. Es difícil de creer, pero sin mi madre, la casa se vuelve un velorio. Mi madre es una señora no muy vieja, un poco gritona y un poco torpe. En fin, mi madre no pasa mucha en casa, lo que significa que ya estoy acostumbrada.
Me di un baño con agua caliente, porque hacia un tremendo frío, terminé de bañarme, lavé mis dientes y me coloqué mi ropa, unos jeans y una blusa celeste. Agarré mi libro nuevo decidida a ir a leer a el hermoso balcón que quedaba en mi cuarto. Yo de tonta salí olvidándome del estúpido frío
¿Cómo puede hacer tanto frío en pleno verano?
El clima está literalmente loco, me puse mi sudadera favorita y salí a leer, hacía mucho frio, cosa que no era agradable para un día de lectura, pero las ganas de leer ganaban la batalla.
Estaba a medio capítulo cuando siento gotas de agua cayendo en mi cara.
¿Qué rayos?
Era muy temprano para que lloviera, miré hacia arriba y encontré un chico de cabello negro y hermosos ojos azules. Genial, ¿acaso en esta ciudad todos son unos dioses griegos? Si así es, entonces me hubiera transferido a esta ciudad desde hace tiempo.
—¿Qué quieres? —preguntó con el ceño fruncido. Rayos, ibas tan bien, pero lo arruinaste con tu mal carácter, amigo.
—Eh … ten cuidado, me estás tirando agua —dije y vi una cubeta llena de agua, creo que estaba trapeando o algo así. Este solo escuchó y dio media vuelta, suspiré y seguí con mi lectura, pero a este idiota no le bastaba con solo unas gotas.
—¡Demonios! —el chico de los hermosos ojos azules me había tirado el balde de agua encima.
—¡Oye pedazo de imbé …! —no terminé de hablar porque el muy idiota había cerrado la puerta de su balcón, dejándome con la palabra en la boca. Mierda, ¿Por qué esto me pasa a mí?
Mi primer día en esta espantosa ciudad a kilómetros de kilómetros lejos de mi anterior casa; empezó mal. ¿Es que acaso en esta ciudad, todos son unos gruñones con cara de yeso?
Quizá sea así para mi nuevo enemigo; ese chico de ojos azules.
¿Pero sabes? Te metiste con la persona equivocada, guapo.
No iba a dejar pasar esto por alto, corrí a toda prisa a mi baño, llené una cubeta de agua y me dirigí hacía el piso de arriba donde se encontraba el origen de mi mal humor. Es increíble como alguien con tan solo un insignificante detalle ya me esté arruinando el día.
¡Perfecto!
¿Esta es la bienvenida que me dan?
Toqué el timbre y a los dos minutos me abrieron.
—Hola señorita, muy buenos días. ¿Qué se le ofrece? —me preguntó una señora que parecía ser la madre de ese idiota.
—Buenos días ¿se encuentra su hijo? —pregunté amablemente.
La verdad, ni siquiera sabia si esa mujer era su madre. Podría ser muchas cosas. Arriesgársela no es tan malo, ¿verdad?
—Claro hija, ahora lo llamo —dijo y se fue. Escuché como llamaba a un tal Emilio, supongo que ese es el nombre del chico, después de unos largos minutos abrieron la puerta y salió ese imbécil. La señora también salió, se despidió y pasó por mi lado con una radiante sonrisa, supuse que iría al trabajo.
Bueno, a fin de cuentas, esa mujer si era su madre.
—¿Ho ...? —no lo dejé terminar y le tiré mi cubeta de agua.
—¡Bestia, eso te pasa por tirarme el agua y arruinar mi libro! —le grité molesta.
¡Había arruinado mi libro de Harry Potter!
¡Ese libro era mi reliquia!
Nadie se mete con mis libros. ¿Acaso quieren un expelliarmus?
—¿Qué diablos te pasa a ti? —exclama enojado,
—¡Cállate que me debes un libro! —contraataqué.
—Así que tú eres la nueva inquilina del piso de abajo —fanfarreó agarrando un mechón de mi cabello.
Solté su agarre y me fui a mi piso, si seguía con esa ropa mojada me iba a ganar unos largos días resfriada.
Estúpido Emilio, me había declarado la guerra y yo estaba dispuesta a contratacar.
Bajé hasta mi departamento y ahí encontré a mi madre.
—¡Hija! ¿por qué tienes mojada tu ropa? ¿por qué estás toda empapada? —preguntó viendo mi vestimenta.
No le puedo decir que el vecino de arriba me tiró un balde de agua entero ¿verdad?
En mi anterior ciudad, yo era una de las mejores personas metiéndome en líos. Siempre salía a pelear con las vecinas de al frente por las altas horas de la madrugada que duraban sus fiestas. Esa horrenda música no me dejaba dormir.
—Kenzie —insistió.
—Eh ... yo, ¡yo me tropecé con un balde de agua que se encontraba aquí a fuera! —dije lo primero que se me ocurrió.
Rayos, hasta yo misma a veces me siento pena.
¿Quién diablos a sus diecisiete años de vida, crea una excusa tan estúpida?
—¿Y con eso te mojaste toda la ropa? —mi madre interrogó, alzando una ceja.
—Si, tú sabes que yo soy muy torpe, no me di cuenta y ¡puf!, choqué y estoy toda empapada. —señalé mi vestimenta.