—¡Anda Kenzie, apúrate! —odiaba que me apuraran, pero no era mi culpa, la verdad me había quedado dormida. Lucas siguió llamándome desde la parte de afuera de mi habitación.
Mi madre desde que vinimos, según ella, yo no salía mucho, así que se le ocurrió la maravillosa idea de decirle a Lucas que me sacara a conocer la cuidad, yo no quería hacerlo, pero mi madre me obligó, y Lucas propuso la brillante idea de presentarme a sus amigos.
¡Brillante!
—Listo —dije saliendo de mi habitación.
La verdad me había demorado porque ayer mi madre dijo que arreglara mi habitación y como no lo hice tuve que arreglarla hoy, en fin, tardé medio año limpiando todo y eso que aún no consigo terminar. Salgo a la sala de estar y me encuentro a un Lucas impaciente con cara de muy pocos amigos.
—Bueno mamá, ya me voy —me despedí —adiós señor, Hugo —le dije al novio de mi madre. Lucas también se despidió de su padre y de mi madre, nos fuimos y empezó mi tortura.
—Creo que tus amigos se están demorando un poquito ¿no crees? —pregunté fastidiada.
Estábamos en un café cerca de casa, teníamos como una hora esperando a esos chicos y todavía no llegaban. Lo que más odio en esta vida es los apodos y … la espera. Odio tener que esperar, Mackenzie Smith no tiene paciencia.
—Lo siento, se me hizo tarde —dijo un chico moreno acercándose a nosotros, hasta que por fin se les dio la gana de llegar, aunque todavía faltaba el otro irresponsable.
—Mateo ella es Mackenzie, Kenzie él es Mateo —nos presentó Lucas, su amigo era alto, muy alto, piel morena y ojos color miel. Mierda, está confirmado, todos los chicos de esta ciudad son unos adonices griegos.
—Hola, un gusto conocerte —estreché mi mano, la cual fue recibida con gusto.
—Y el de atrás es Emilio —dijo Lucas al chico que recién llegaba.
No le presté mucha atención, me dolió la cabeza al escuchar ese nombre que era el mismo de la persona que me había dado la mejor bienvenida, ¡imbécil! Lo peor es que arruinó a mi bebé.
—Hola, un Pla … —no terminé mi saludo al notar quién era.
Ya saben, el universo me ama bastante.
¡Estúpido universo de mierda!
De todas las personas que hay en este mundo ¿por qué me tengo que encontrar con este? Aunque, sería algo ilógico que no fueran al menos conocidos, ya que este tipo vive arriba de nuestros departamentos, y parece tener nuestra misma edad.
—Hola vecinita —me saludó Emilio con esos hermosos ojos azules.
Hay que admitirlo, Emilio es muy guapo.
Lástima que lo que tiene de guapo lo tiene de imbécil.
—Si, hola.
—¿Ustedes ya se conocían? —preguntó Lucas confundido.
—Claro, te cuento, el día que llegué a tu amigo se le ocurrió la increíble idea de tirarme un balde de agua como bienvenida —dije irónica. —Muy amable, ¿no crees?
—¿Enserio? —preguntó Mateo conteniendo la risa. —Típico de ti, Emilio.
¿Acaso era tan difícil de entender?
—Si lo hice, es que …
—¡Ya no me importa por qué lo hiciste, pero que no se te olvide que me debes un libro, idiota! —grité molesta llamando la atención de todas las personas que se encontraban en el café.
—Lo siento, su novio le acaba de terminar —habló Lucas dirigiéndome a las personas. Pongo los ojos en blanco y gruño con la mirada hacia mi querida hermanito.
¡¿Qué carajos?!
—¡Cállate estúpido!
—Tranquila princesa.
¡Ahh! sobrenombres, no me gustan.
—Tengo nombre ¿sabes?
—Lo sé.
—¿A qué se debe que me llames princesa? —pregunté curiosa.
—Pues porque cuando te conocí llevabas puesta una blusa de la princesa Elizabeth.
Vaya, también es un infantil sin vida que ve anime.
Como había dicho antes, amo el anime, y eso me lleva a utilizar ropa otaku, aunque siempre utilizo la ropa normal, ya que a veces la gente me criticaba, no es que le esté tomando el gusto a esas personas, solo es que me siento cómoda con la vestimenta normal, aunque yo amo las de mis animes, eso es belleza, pero también me siento cómoda con la otra vestimenta . . .
¡Que confuso!
Lo sé.
En fin, amo los dos tipos de vestimenta.
—No sabía que veías anime, pero eso no importa, el punto es que no quiero que me llames así —dije seria volviendo al tema.
—Como tú digas, princesa —dijo remarcando la última palabra, idiota.
Al instante vino la mesera y pidió nuestras ordenes, todos pedimos torta de chocolate y unos jugos.
—Bueno Kenzie, ¿tienes novio? —me preguntó Mateo después de unos largos minutos en silencio.
—No.
—¿Hace cuánto tiempo no tienes novio?
—Hace 17 años.
—¿17 años? —preguntaron confusos.
—Nunca he tenido novio, no se burlen —admití.
—¿Entonces todavía no has dado tu primer beso? ¿o sí?
—No -después de eso, la mesera trajo nuestras órdenes.
—Bien, entonces ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo? —me atraganté con el postre al escuchar eso.
—¡¿Por qué necesitan saber todo eso?! —grité avergonzada.
¡Es algo íntimo!
—Pero, ¡qué dices! ¡ella es una niña! —dijo Lucas como todo un hermano sobreprotector.
—¡No lo soy! —protesté.
—¿A qué instituto irás? —preguntó Mateo cambiando de tema.
Mejor, porque si continuaba con sus estupideces lo iba a matar. ¿Sería legal matarlos porque su existencia hace un gran daño a la sociedad?
—Ni idea, solo sé que será el mismo en el que estudia Lucas —comenté.
—¡Fantástico! ¡yo también voy a ese instituto! —gritó feliz Mateo.
—Yo también estudiaré con ustedes —habló Emilio después de estar unos largos minutos en silencio, al escuchar eso abrí los ojos como platos.
—¡¿Qué?!
—Este año será el mejor de tu vida, Kenzie.
Tuvo razón, pero claro, en ese momento no sabía lo que el futuro me deparaba.
¡Estúpido! ¡te odio!