Un Amor Inesperado (editando)

Capitulo 4

—¡Mackenzie, apúrate llegaras tarde a clases! —gritó mi madre.

Y se preguntaran dónde estoy, si, adivinaron.

¡Estoy tirada en mi cama!

 Odio las clases, y eso que recién empecé ayer, creo que acabo de romper un nuevo récord.

Me levanté de mi cama, me di un baño, me lavé los dientes y me coloqué el horrible uniforme, ¡¿por qué carajos los putos institutos obligan a ponerse uniformes a los estudiantes?!, ¡literal!, sería más fácil si solamente nos dejaran utilizar ropa casual. Otros directores de varios institutos permiten a sus estudiantes ir con ropa normal, ¡pero el mío no!

Estaba a fuera de mi casa, esperando a Lucas y a sus amigos, ¿por qué diablos siempre se demoran?

—Vamos —ya era hora que llegaran, todos siguieron su camino con su mirada fija en el celular.

¿Enserio?

—Hola Kenzie, hola Lucas, hola Mateo, ¿cómo están?, yo bien, gracias por preguntar —ninguno de los dos me había saludado por estar metidos en el celular.

Al notar que Emilio no había venido supe que hoy iba a ser el mejor día, sip, Emilio es todo un fastidioso en el instituto, y eso lo hace a propósito, ya que siempre me molesta como un chicle en mi cabello, ¡recién empiezo las clases!, imagínense lo que hará cuando pase el tiempo. Mierda, ese Johnson me hará la vida imposible, pero yo no me quedaré atrás.

El primer día que lo conocí me declaro la guerra el muy idiota, y yo con gusto acepté, aunque lo de la guerra solo lo sé yo.

¡Ahh!

¡Lo odio!

—Hola, bruja.

—Hola, enana.

Saludaron ambos a su manera. Genial, había mencionado que odio los apodos y estos simios me salen con esto.

—¿Saben? Debería decirle a mi madre que por las puras me puso un nombre, ya que mis queridos amigos me llaman como sea.

—Deberías tenerlo en cuenta, Kenz —dijo Lucas guiñando un ojo.

Parecía un tarado haciendo eso.

—¡No me digas así! —grité.

Lucas días anteriores me había llamado Kenz y yo le dije que sonaba horrible, entonces el muy idiota empezó a decirme así, ¡vaya hermano!

—Claro, Kenz —dijo remarcando la última palabra.

—Idiota.

Llegamos a clases y por suerte ninguno de los tres tenía clase juntos. 

Entré al salón y la mayoría ya había llegado, al notar que la pelinegra no llegaba me dispuse a leer un libro, un libro que ya lo había leído, lo iba a volver a leer, gracias al estúpido de Emilio que arruinó el otro, ah, y se preguntaran, Kenzie ¿por qué llevas libros al instituto?, pues siempre el receso y las horas libres son aburridas, en mi anterior instituto era igual, así que supuse que este no iba a cambiar.

 Estaba por empezar a leer cuando siento que alguien se sienta a mi lado.

Laura.

—Hola Kenzie, hola Laura, ¡¿por qué hoy nadie me saluda?!

—Oh, lo siento, Hola Kenzie —dijo sonriente.

—Hey, no creas que he olvidado lo que vi ayer —vi como se sonrojó.

 No había hablado con Mateo sobre el tema porque no había tenido tiempo, pero con la pelinegra tengo de sobra.

—Eh … si ... este —empezó a tartamudear.

—Eh … si ... este, claro entendí perfectamente —me burlé.

—Estamos saliendo desde hace una semana —confesó.

—¡¿Y recién me lo dieces?!

-Recién te conozco -buen punto.

-Bien, pero si te rompe el corazón sabes que en mi casa tengo una escopeta y un palo de beisbol ¿verdad?

Era verdad, en mi casa tenía una escopeta y un palo de beisbol, la escopeta mi padre la compró y pidió permiso a las autoridades para tenerla, ya que siempre ella trabajaba y yo me quedaba sola, según ella era para protegerme, y el palo de beisbol era . . . no sé, solo lo compré por qué me gusta.

—Tonta, te quiero, aunque recién nos conocimos ayer y también, aunque a veces parezcas una loca total. —comencé a reír por tanta amabilidad de su parte, claramente estoy bromeando, esta chica es de todo, pero buena y tierna. Jamás. La profesora llegó y empezó la clase, después de 2 largas horas de clase de historia tocó el timbre indicando el receso.

—Al fin, ya no aguantaba esa tortura —dije cansada.

—Ya estamos igual. 

Fuimos a la cafetería, pedimos unos jugos y unas manzanas. La señora de la cafetería acostumbraba a preparar de almuerzo vegetales, vegetales y más vegetales, estos dos días que he estado en este instituto, me he dado cuenta de eso.

—Hoy no vino Emilio ¿verdad? —preguntó sujetando su cabellera pelinegra con una liga.

—Ni lo invoques.

—No puedo creer que se odien tanto si recién se conocen —comentó a lo que gruñí. Es fácil decir eso, porque este no para jediéndole la vida a ella.

—Se ganó mi odio con el simple hecho de haber arruinado mi libro nuevo —contesté con todo mi orgullo.

Algunas personas piensan que ''solo es un libro'', lo que ellos no saben es que, para otras personas, los libros son todo lo que tienen en la vida, algunos lo hacen para aislarse de personas que para criticándolos por todo lo que hacen, o simple ''hobby''. En mi caso yo lo hago porque a veces me siento sola, mi madre para todo el día en su trabajo y no tengo su atención, ni un tan solo ''buenos días, hija'', siempre se va bien de temprano y regresa en la madrugada, nunca la veo, y eso es algo que me pone muy triste, por eso los libros son lo único que me entienden, son como yo, solitarios.

—Pero solo es un libro —abrí los ojos como platos.

¡No sabe lo que de verdad significa un libro!

—¡¿COMO QUE SOLO ES UN LIBRO?! ¡LOS LIBROS SON TODO EN LA VIDA! —grité llamando la atención de los estudiantes —¿y ustedes que miran? ¡sigan con lo suyo!

—Definitivamente estás mal de la cabeza.

Laura tiene razón, estás loca. —dijo una voz en mi cabeza.

¿Y tú quién eres? ¡¿cómo entraste ahí?! ¡¿eres un fantasma?! ¡¿Eres un demonio?!

Soy tu conciencia, estúpida.




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