—¡No, no y no! —gritaba Mateo.
El reto que debía cumplir era pintarse el cabello de Amarillo.
—Vamos amor, solo es un reto -hablaba la pelinegra a su novio.
—¡No solamente es un reto! ¡ese tinte se quedará en mi cabello!
—Pues si, tienes razón —comenté.
-Tienes que cumplir el reto, de lo contario Laura te dejará —amenazó Emilio.
¿Que tipo de amenaza es esa?
—¡Laura, tu no serias capaz de eso!
—Deja de ser ridículo y apurate pintandote el cabello.
Gaby le dió el tinte a Mateo y este nos miraba con cara de perdido.
—¿Como carajos se utiliza esto?
—Oh verdad -agarré el tinte, los puse en un recipiente y ahí los mezcle.
—Listo.
Le entregué el recipiente a Mateo y el con sus manos . . .
Espera . . . ¡¿manos?!
—¡Con los guantes, idiota! -gritamos todos.
Mateo habia agarrado el tinte con las manos, el no sabe que ese líquido dura en desaperecer de la piel.
—¡Yo no sé usar esto! -se quejó.
—Ven amor, yo te ayudo.
La pelinegra se acercó hasta el y emepezó a colocarle la sustancia por todo el cabello.
—Ya bebé, no llores todo esto es culpa de la loca de Kenzie —decia Mateo mientras fingia llorar.
—Era hora que cambies de imagen, ese cabello negro, ya me tenia harta.
—¡Pero amarillo! ¡¿por que tuvo que ser amarillo, kenzie?!
No contesté porque estaba aguantandome las ganas de reírme, escogí el amarillo porque es un color que se nota mucho, el reto deberia hacerlo sufrir.
Eres mala.
Somos malas, tu eres yo, y yo soy tu.
—¡Ya terminé! —gritró la pelinegra satisfecha por su trabajo.
Corrí hasta mi baño y saqué la secadora.
—Toma, usa esto para que veamos el resultado lo más ante posible, no aguanto las ganas de burlarme —dije entregandole el material eléctrico a Laura.
—Estas loca.
Laura le secaba el cabello a Mateo cuando siento que me tocan el hombro.
—Necesito hablar contigo, quiero darte algo —susurró Emilio.
Emilio se puso de pie e hizo una señal para que lo siguiera.
—Ehh . . . yo, este, yo voy a . . . ¡voy a recoger algo en el balcón! —grité lo primero que se me ocurrió.
—¿Recoger algo en el balcón? —repitió la pelinegra, observó que no estaba Emilio y enseguida me dio una mirada pícara.
Pervertida.
—Esta bien, no demores —dijo aun con su mirada.
Caminé siguiendo los pasos de Emilio y llegamos al balcón.
En fin de cuentas, no habia mentido.
Si estaba en el balcón.
—¿Que querias darme? —pregunté curiosa.
—Esto —dijo entrregandome una cajita, la abrí y habia un lindo collar con una estrellita en el medio.
—Esto está precioso.
—Lo compré especialmente para ti, es de una estrella porque las estrellas brillan en el cielo, y tu brillas en mi mundo.
—¿Te he dicho que te has vuelto demasiado cursi?
—No te quejes, por ti estoy así.
—Dramático.
Emilio me colocó el collar, ¡ahora tenia dos collares en el cuello!
Suena raro decirlo así.
Lo sé.
Tenía el collar de Lucas, el que me habia dado para mi cumpleaños y el de Emilio.
—Te quiero mucho, Kenzie.
—Yo tambien te quiero, idiota.
Nos sentamos en la orilla del balcón, Emilio me abrazó por la cintura y . . .
¿Esto es real? —pensé.
¿Por qué siento que esta felicidad durará poco?
—¿En qué tanto piensas? —preguntó Emilio.
—Ehh . . . no, en nada, creo que ya debem . . . -no terminé de hablar porque siento que alguien me empujaba.
—¡El chucky! —grité lo primero que pasó por mi mente.
—¿El chucky? —dijeron todos los chicos.
—¡Idiotas, me asustaron!
—Asi que . . . ¿estaban en su momento romantico? —habló pícara Gaby.
—¡Cállate Gaby! -grité toda sonrojada.
—Si, si, claro.
Observé a todos y me detuve a ver a Mateo.
No aguanté y estallé a carcajadas.
—¡No te rías!
¡Mateo tenia todo su cabello de color amarillo!
—Te ves muy . . . ¿lindo?
—¡Me veo horrendo Kenzie! ¡Tu tampoco te rías Emilio! —gritó viendo que Emilio tambien se estaba riendo.
—¡Tengo sueño! -grité calmando mi risa.
—¡Tenemos hambre!
—¡¿Tienen hambre?! —grité y ellos asintieron —¡No jodan, yo tengo sueño!
—Emilio, convencela de que cocine algo —habló Mateo jalando del brazo a Emilio.
Emilio iba a hablar pero yo lo interrumpí.
—¡Ni se te ocurra decir algo, Emilio Johnson!
—No puedo hacer nadas, chicos —susurraba.
—¡Agh! esta bien, pensandolo bien, a mi tambien me dió hambre, Emilio cocinará —dije acercandome a el recién nombrado.
—¡¿Qué?!
—Vamos Emilio, el único que sabe cocinar sin quemar la comida eres tú.
—¡Esta bien!, pero quiero que mi asistente ayude.
—¡Bien! ¡Asistente de Emil. . . . ! —no terminé de hablar porque me dí cuenta que la asistente de Emilio era yo.
—Asistente Kenzie, ¡vamonos a cocinar!
Seguí a Emilio hasta la cocina.
—¡No voy a lavar los paltos! —avisé.
—¿Por qué? ¡es divertido ver como te enojas! -dijo riéndose mientras que yo lo mataba con la mirada.
—No quiero lavar los platos, puedo . . . ¿cocinar contigo?
—¡No!
—¡¿Pero por qué?!
—Gruñona sinceramente, la comida cocinada por ti es . . . ¿asquerosa?
—¡Al menos se gentil y usa palabras bonitas!
—Bien, enton . . . . —lo interrumpieron.
—¡¿Por qué se demoran tanto?! ¡Tenemos hambre! —gritaron los chicos invadiendo la cocina.
—¡Si tanta hambre tienen, vengan y cocinen ustedes, tarados! —grité.
—Mejor nos vamos, sigan cocinando, ¡adiós!
—Eres demasiado gruñona —habló Emilio.
—¡Tu así te enamorastes de mí, ahora no vengas a quejarte!