HACIENDA GENCO (varios años antes)
KAIDAN 12 AÑOS.
Siempre me había gustado visitar la hacienda de los Genco. Alejandro y yo nos las pasamos recorriendo los alrededores y disfrutábamos de cabalgar juntos, aunque había notado que mi amigo estaba actuando extraño, con la mirada casi siempre fija en las hermanas McFarlan.
—¿Por qué las miras tanto? —pregunté, cansado de que tuviera su atención enfocada sin ninguna explicación en las dos niñas rubias. Evie y Maeve no hacían nada interesante, solo jugaban con sus muñecas.
—Las dos me confunden. Una de ellas podría ser mi esposa pero todo está torcido. —contuve mis ganas de reírme por lo ridículo que se escuchaba.
—Alejandro, dices tonterías —él fijó sus ojos oscuros en mí. —¿Por qué hablamos de esto? Solo tenemos doce años, no es como si nuestros padres nos fueran a obligar a casarnos ahora.
—Eso crees tú. Escuché a mi madre comentar que la tía Verónica y lady Alezandra les parece perfecta la idea de un matrimonio entre Sabina y tú.
Poco me faltó para gritar de indignación, mi estupefacción fue mayor y solo me quedé mirándole.
—¡Mientes!
—No, no es mentira —dijo con tranquilidad. Era cierto, Alejandro no destaca por ser un mentiroso.
—P-p-pero mi madre no puede estar pensando que Sabina y yo… ella y yo... —el rubio se rio. —¡No te rías!
—¿Por qué tan asustado Kaidan? ¿Le temes a las pelirrojas? —sentí mis mejillas calentarse.
—¡No le temo a las pelirrojas y me parece indignante que mi madre ya esté buscándome una esposa!
Justo en ese momento vi a las trillizas Berfor en compañía de mis hermanas. Las tres pelirrojas eran exactamente iguales pero Sabina destacaba por ser solo unas pulgadas más alta que sus hermanas y sus ojos verdes casi siempre iban a parar sobre mi persona.
—No podría ser mi esposa, ella es un fastidio. —Alejandro tenía sus ojos ahora sobre Sabina y sus hermanas.
—Ella te quiere. —dijo de repente mi amigo.
—Somos solo niños.
—Te quiere. —volvió afirmar —Sus sentimientos por ti son tan visibles. Toda ella brilla al mirarte.
—Pues yo no noto nada.
—Porque eres un necio Kaidan McDonall.
—Al igual que tú, Alejandro Genco —respondí disgustado. “me estoy comportando como un idiota con mi mejor amigo” —Tú… ¿por qué dices que los sentimientos de Sabina son visibles? ¿acaso puedes sentir sus emociones?
—Siento las emociones de todos, hasta las tuyas. También la quieres. —mis mejillas se coloraron —Pero eres demasiado terco y cobarde para aceptarlo.
—¡No permitiré que me insultes!
—Solo digo lo que veo —él se levantó del suelo para empezar caminar hacia las niñas.
Alejandro a pesar de tener mi misma edad era mucho más alto y corpulento que yo, eso lo envidiaba. El rubio siempre se había mostrado más maduro. Sabina me miró a lo lejos y me sonrió con timidez queriendo me acercara pero no lo hice.
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Desde aquella conversación con Alejandro, no había dejado de pensar en mi relación con Sabina. Cuando fue el momento de que mi familia y yo regresáramos a nuestro hogar, me mantuve callado y pensativo durante las horas que duró el viaje. Ni siquiera imaginaba un futuro donde terminara casándome, tal vez hasta después de cumpliera los treinta y siete lo pensaría por eso me sentía abrumado de que todo el mundo quisiera meterme hasta por los ojos que mi destino era estar casado con Sabina Berfor.
¡Lo peor es que mi propia madre era la que organizaba aquella parodia! Cuando nos detuvimos en una posada a descansar para continuar el viaje al día siguiente, mi madre por fin preguntó lo que seguramente debió estar pensado todo el rato.
—¿Qué piensas de sabina? —preguntó con una sonrisa, mientras mi padre y mis hermanas subían a las habitaciones.
—Sabina es… linda.
—¿Solo linda?
—¿Madre que es lo que en realidad quieres que te diga? —respondí con otra pregunta, frunciendo mi ceño. No veía a mi madre hablando de futuros compromisos para mis hermanas, ¿por qué conmigo si?
—Como no tienes ni un pelo de tonto, te lo diré mi querido retoño: sueño que un día tú y Sabina se casen, ¡serian una pareja tan hermosa! —mis ojos se abrieron de par en par.
“¡ya sabia yo que era un treta para sellar un compromiso!”-pensé ofuscado.
—¡¿Pero por qué planeáis un matrimonio entre ella y yo?! ¡Somos unos niños!
—No te molestes Kai —dijo con un tono dulce intentando calmarme.
—Madre, lo que me molesta es que tanto la tía Alezandra y tú, quieran ahora crearse la ilusión de que verán a sus hijos casados y decidan forzar las cosas. —las pálidas mejilla de mamá tomaron un color rojizo.
—¡Nosotras no queremos eso…
—¿Has pensando que tal vez yo no quiera casarme con Sabina en un futuro o tal vez con ninguna? Me molesta, cuando dos personas quieren estar juntas deberían decidirlo ellos de forma espontánea, no depende de la intervención de otros. —respondí con un tono petulante que nunca había usado con mama y me sentí mal por ello —Lo siento, he sido un grosero. Perdón madre.
—Solo diste tu opinión, respeto eso querido.
HERONIMO.
Después de la cena sustanciosa que nos ofreció el posadero, los niños se durmieron. Mi vero y yo nos acostamos en el lecho, la rodee con mis brazos para pegarla a mi pecho.
—¿Y cómo fue la conversación con Kaidan —pregunté curioso y la escuché suspirar.
—Odia la idea que estemos forzando todo un matrimonio entre él y Sabina.
—Y ese no es el caso?
—¡Heronimo sabes que no es así! Sería lindo ver como nuestro hijo y la hija de Alezandra se casan, pero yo no quiero que sientan que es un matrimonio forzado. Kaidan es tan severo y terco, en eso salió de ti —reí divertido.
—¿A mí? Lo siento, mi amor pero esa parte insufrible en su carácter lo heredó de ti, es tu versión pero en masculino. —ella se volteó para mirarme.
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Editado: 02.04.2022