Un Amor Libertino. Trilogía: Amores Verdaderos 3

Capítulo 2

SABINA

Toda mi familia sabia de mi enamoramiento por Kaidan, yo tampoco hacia un esfuerzo por ocultarlo ya que siempre quería llamar su atención. 

—¿Por qué te gusta tanto? —me preguntó Romina una vez con aire crítico. —A Kaidan lo considero insufrible. 

—¡A ti te lo puede parecer pero a mí no!—refunfuñé, ignorándole para seguir concentrada en mi pintura. 

—A mí me da igual—enfatizó Eliana. 

No sabía por qué justamente hoy mis hermanas habían decidido invadir el estudio de arte para fastidiarme.  

—Tú todo lo que no tenga que ver contigo lo encuentras aburrido y sin interés. —dijo Romina y aparté la mirada del cuadro para ver a mis hermanas, quienes auguraban empezar una riña. 

—Y tú al paso que vas serás la más amargada de las tres, Romina. —Eliana sacó la lengua de forma infantil y grosera, cosa que irritó a Romina. 

—¡Deja de comportarte así!

—¡Oblígame!

—¡No empiecen a pelear! —exclamé con voz firme. 

Ellas siempre era la intermediaria, la que iba en el medio para evitar que ellas dos chocasen. Romina y Eliana se amaban y se odiaban a la vez. 

Mientras Romina era ordenada, Eliana era un caos. Donde Romina mostraba pulcritud, Eliana volvía todo un desorden. ¿Y yo? Pues era un punto perfecto de armonía entre esas dos personalidades dispares.

—De estar hablando de cuanto odian a Kaidan pasaron a pelear sin necesidad. —como la mayor siempre debía imponerme entre mis hermanas para que mantuvieran el orden y casi siempre funcionaba, aunque en otras ocasiones no había resultado muy bonito.

 —Cierto —dijo Eliana con una sonrisa. —Desde su cumpleaños has estado sonriendo como una bobalicona Sabina. 

—¡Eh! ¡No es así! —las dos me miraron con una ceja levantada. Era molesto que me miraran así, mucho más porque las tres éramos un mismo rostro. —A Kaidan le gustó muchísimo mi regalo y dijo que me adoraba. 

—¿Y por eso ya te estas pintando un cuento de hadas donde él termina casado contigo? —enfatizó Romina. 

—Si. 

—Se te va a romper ese sueño si él no lo desea. 

—Aun somos jóvenes. Hay mucho tiempo para lograr que se enamore de mi —afirmé muy convencida pero las expresiones en los rostros de mis hermanas solo lograban bajarme lo ánimos. 

—Si ella lo quiere intentar, ¿quiénes somos nosotras para impedirlo Romina? ¡Que se estrelle de boca por el insulso de Kaidan! —si las miradas mataran Eliana ya hubiera sido fusilada por la mía. 

 

KAIDAN 

No dejaba de pensar en Sabina, como tampoco en su regalo. Ella siempre se había mostrado interesada en los colores, el dibujo y el arte. “Tal vez en unos años sea una gran artista”-pensé con una sonrisa. 

—Eh... Eh… —Adam me sacó de mis pensamientos y tanto él como su hermano me miraban extrañados. —Pareces perdido en las nubes, ¿qué te tiene tan pensativo?

—Sí, pareces hasta risueño. —secundó Robert con un tono burlón. 

—¡Oh, cállense! No es así. —espeté recostándome en el sillón. 

—Pues no lo pareces. —mis padres me habían traído a la residencia de los Bonet para visitarlos. Aunque mi madre no llevaba una buena relación con la madre de los gemelos, chocaban mucho, no se soportaban por lo cual solo me acompañaba y me dejaba en la entrada de la residencia, esperando no tener que cruzarse con lady Bonet. 

—Solo dicen tonterías. —ambos rubios se miraron de forma cómplice. 

—Has estado así desde tu cumpleaños. —habló Adam. 

—Seguro es por la bonita pelirroja. ¿Cómo es que se llamaba? ¿Sabina? —me sentí tenso al escuchar a Robert decir el nombre de la pelirroja. —¿Te gusta?

—No es así. —aparté la mirada intentado sonar indiferente. 

—Es muy bonita.

—Nadie está diciendo que no lo sea. Sé que Sabina es una niña bonita y tal vez en unos años sea la mujer más hermosa que pueda existir. —confesé luego sintiéndome avergonzado y los gemelos se rieron a mi costa.

Era hasta irónico que después de la riña que tuve con mi madre, afirmando que no me casaría nunca con Sabina, ahora parecía un estúpido indeciso, porque no dejaba de pensar en esa posibilidad…

 

//////////////

 

Me removía en mi cama intentando encontrar alguna posición correcta para poder dormir, pero no podía. Estuve así por varios minutos hasta que me harté y me levanté para salir de mi dormitorio.

“Tal vez comer algo me ayude”. 

 Todo el pasillo estaba a oscuras, lo bueno es que conocía muy bien cada palmo de esta casa. Bajé las escaleras, caminé hacia la cocina y fue una sorpresa encontrarme a mis hermanas en camisón de dormir, comiendo a mordisco los bollos dulces que se encontraban encima de la gran mesa de madera en medio de la cocina. 

—Ahora se sabe quiénes son las ratoncitas que se devoran el pan durante las noches. —dije divertido y las dos se sonrojaron. 

—¡Es que son muy ricos! —exclamó Cokkie con migas y un poco de azúcar encima de su labio.

Me acerque y probé el bollo al que aún no le habían zampado el diente.

—Sí, son muy ricos —concorde con una sonrisa. 

—¿No puedes dormir Kai? —preguntó Diana.

Me senté en una de las sillas y Cokkie inmediato se arrimó para sentarse mi regazo y yo la rodee con mis brazos. Mi pequeña hermanita era tan delgada y frágil, siempre la comparaba con un gatito. 

—No entiendo que me pasa. No puedo dormir. Es como una molesta sensación en el estómago, un revoloteo y todo a causa de… 

—¿De quién? —preguntaron al mismo tiempo mis hermanas.

—Sabina. 

—¿Sabes? Madre dice que así se siente cuando está cerca de nuestro padre. —dijo Diana con una sonrisa —Nos dijo que eso se debe a que otra persona comienza a ser parte de cada de tus pensamientos… 

 

 

UN AÑO DESPUÉS. 

En la residencia McDonall, Sabina había dejado a sus hermanas jugando con Cokkie y Diana, mientras ella iba al estudio a buscar a su madre. No sabía que ahí Alezandra y Verónica McDonall tenían una seria conversación. 




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