Un Amor Libertino. Trilogía: Amores Verdaderos 3

Capítulo 2.2

Los días comenzaron a pasar tan rápido que ya había llegado el día de la partida de Kaidan. Las hermanas de Sabina notaban lo decaída que estaba su hermana mayor, Romina se sentó al borde de la cama, de donde Sabina no se había levantado en toda la mañana y seguía en camisón de dormir. 

—Odio verte tan triste Sabina. Kaidan no se irá para siempre. 

—Pero igual no deseo que se vaya, Romina. —la puerta de su habitación se abrió y vieron entrar a su madre. Alezandra se acercó con una sonrisa llena de cariño hacia su hija mayor. 

—¿Como sigues pequeña? ¿Ya no te duele la cabeza? —preguntó con dulzura y Romina frunció su ceño ante la mentira de su hermana, mostrándose enferma. 

—No mucho. 

—¿Entonces ya te sientes mejor para ir a despedir a Kaidan? —el brillo parecía volver a los ojos verdes de la niña.

—¿A qué hora se marcha?

—Son las doce y Vero dijo que parten a la una, si te levantas ahora podrás ir a despedirte de Kaidan. 

Sabina sonrió casi melancólica y se levantó de la cama. Luego Alezandra salió de la habitación dejando a Romina y Sabina a solas, la segunda ya estaba rebuscando en su armario que ponerse. Mientras que Sabina se decidía entre el vestido azul o el violeta notó la mirada de su hermana sobre ella. 

—¿Qué sucede? —preguntó frunciendo el entrecejo. 

—Nada. 

 “Cuando Romina miraba de esa forma no podía esperar que saliera algo buena de su boca” –pensó para sus adentros. 

—No me digas que no sucede “nada”, solo di lo quieres decirme. —Sabina detestaba la seriedad con la que la miraba su hermana menor. 

—Idealizas mucho ese enamoramiento que tienes por Kaidan. 

—Claro que no lo hago. —cuando Romina fruncía su entrecejo se parecía muchísimo más a su padre. 

—Lo haces y cuando él no quiera corresponderte de la misma manera te va doler hermana. 

—Ya me lo has dicho antes Romina, pero yo ya te dije que igual voy arriesgarme. No me importa que creas que voy a sufrir. 

—Siempre has sido la más soñadora. —“por no decir crédula”–pensó Romina.

 

/////////////////

Kaidan ya se había despedido de sus amigos, los gemelos Bonet. Robert y Adam lo despidieron, prometiendo reunirse con él muy pronto aunque Felicite si lloró como magdalena apenas se enteró. 

—¡Quédate por favor! —le rogó la menor de los Bonet y aunque quiso conmoverse, solo se sintió incomodo ante esa muestra de cariño tan exagerada de la niña rubia. 

 

Toda su familia viajaría con él para dejarlo en la academia. Estaban a poco de irse cuando la tía Alezandra y las trillizas llegaron justo a tiempo para despedirse. Sabina se le acerco a Kaidan, él esperaba un abrazo o “un hasta luego” de su parte y en su lugar quedó estupefacto porque la pelirroja se plantó frente a él y sin una pizca de duda le dijo:

—Un día tú y yo nos casaremos Kaidan. —dijo sorprendiéndolo pero no por sus palabras sino porque al imaginar ese futuro, no le molestaba en absoluto. 

—Sabina, basta ya. Te has vuelto completamente loca —respondió para desviar el tema.

—¡No estoy loca! Es una promesa, te lo juro. Cuando sea mayor me volveré tu esposa y tú serás mi esposo. 

—Me iré, Sabina. La diligencia me espera para llevarme a la academia. —Kaidan se dio la vuelta para ir hacia la diligencia con su familia, todo porque no quería que Sabina viera la sonrisa que iba creciendo en sus labios. 

 




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