Un Amor Libertino. Trilogía: Amores Verdaderos 3

Capítulo 6

SABINA

Me marché de esa fiesta sin mis hermanas, ellas ya sabrían como regresar si mí. Además muy entretenidas estaban en su propia diversión, no había nada para mí en ese lugar. Logre entrar a la casa sin que mis padres o algunos de los sirvientes se despertaran.

Cuando estuve en mi dormitorio ya me había cambiado el vestido por un cómodo camisón pero no podía conciliar el sueño. No dejaba de pensar en Kaidan ni en aquella desastrosa fiesta. Después de decirle lo que sentía a Kaidan me sentí más liberada de alguna manera, ya era de madrugada cuando escuché pasos y risitas cerca de mi puerta. 

“Esas tontas harán que las descubran”. Entraron a mi habitación de forma ruidosa. Romina y Eliana se acercaron casi tambaleando hasta mi cama. 

—Por lo visto se divirtieron. — Eliana sonreía mientras estiraba sus brazos en la cama. 

—Fue muy divertido, aunque te fuiste antes de tiempo —Romina me abrazó muy cariñosa. —Lamento que la fiesta no fuera como tú querías. —me consoló.

—¿Me pueden explicar que sucedió? —preguntó Eliana. 

—Cierto Eliana, tú estabas perdida en algún lugar del salón —repuse. —Kaidan se enfureció al verme besando con otro hombre. 

—¡Que!

—¡Cállate vas a despertar a todos en el casa! —regañó Romina y Eliana se río.

—Oh, no puedo creerlo. Mi hermanita mayor por fin recibió su primer beso, ¿cómo estuvo quien era el caballero? 

—No lo sé, pregúntale a Romina era a ella a quien ese hombre quería besar —mi hermana se encogió de hombros cuando mi mirada y la de Eliana estuvieron sobre ella. 

—Él es Franz Hatmond lo conocí hace unos días. Coquetee un poco y hui antes de decirle mi nombre. 

—¡Como en el cuento de la cenicienta! —bromeó Eliana y Romina le lanzó una almohada a la cara. Las tres estábamos riéndonos como unas niñas pequeñas. —¿Pero qué sucedió después con Kaidan y el misterioso Franz Hatmond?

—Kaidan me persiguió y le eché en cara que ya no seguiré suspirando por él. Me canse de sufrir por un patán, respecto al señor Hatmond luego de que lo golpee no sé qué paso con él. Tú explícanos Romina. 

—Debo decir hermana que aunque su orgullo de macho estaba dolido por el puñetazo que le diste, eso no le impidió besarme a mí. 

—¡Oh, por dios! Ustedes compartieron la saliva del mismo hombre.  

—¡Cállate Eliana! —exclamamos al unísono Romina y yo.

El resto de la noche la pasamos entre risas y las tres nos quedamos a dormir en la misma cama, juntas como cuando éramos unas niñas que nunca hacían nada por separado. 

“Siempre ha sido así. Somos hermanas, compañeras y amigas”.

 

ALEZANDRA. 

Me asomé a la habitación de Sabina y ahí encontré a mis trillizas durmiendo apaciblemente en la comodidad de esa cama que. 

“Que lindas. Creyendo que se escapan sin que yo lo sepa”.-pensé divertida y cerré la puerta con suavidad para no despertarlas. 

El único que se mantenía ajeno a todo era Alaric. Podía decirse que era un alcahueta pero sabía que mis hijas eran lo suficientemente inteligentes para cuidarse solas y quería que disfrutaran más de lo que cualquier joven de su edad podía hacerlo. Regresé a mi habitación en donde se encontraba mi esposo dormido, me acosté a su lado y Alaric volteo para rodearme con sus brazos. 

—¿A dónde fuiste mi amor?

—Tenía un poco de sed, volvamos a dormir —me acomodé entre sus brazos y recosté mi cabeza en su pecho, durmiendo placida entre los brazos del hombre que amaba. 

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SABINA.

Desperté con la mano de Eliana en mi boca, lo malo de dormir las tres en una sola cama es que quedábamos muy apretadas y amanecía con un terrible dolor de cuello. 

—¡Levántense perezosas! —mi madre irrumpió en mi habitación, mis hermanas despertaron sobresaltadas. —Arriba mujeres de mi vida, su padre y yo las queremos lista para desayudar. 

—¿Madre y si mejor aplazamos el desayuno? No me siento bien —repuso Eliana volviendo a recostarse en la cama. 

—No se va a poder mi corazón precioso, porque si no bajan su padre sabrá que salieron en la noche a dios sabe dónde —todo mi cuerpo entró en tensión y mis hermanas no se quedaron atras. 

—¡¿Como!? —exclamamos al unísono y nuestra madre nos sonrió.

—De verdad que son tan ingenuas criaturas. Se van a cambiar y van a bajar a desayunar. —sentencio nuestra madre para luego salir de mi habitación. 

—¡No que nadie se iba a enterar! —les reclame. 

—Nuestra madre es de temer. —dijo Eliana divertida.

El desayuno estuvo incómodo. Romina y Eliana en vez de tomar té, tomaron un café cargado sin endulzar. 

—¿Qué tienen niñas? ¿Están enfermas? —peguntó padre con un tono preocupado, retuve la risa que se iba a escapar de mis labios.

—Padre seguro aún tienen sueño, no es nada —respondí con una sonrisa aunque eso no le quitó la preocupación de su expresión. 

 

Después del desayuno mis hermanas y yo pasamos el resto del día en el saloncito, ellas ya se encontraban más recompuestas de su salida de anoche. 

—Sabina —voltee a mirar a mi madre —Kaidan te busca, está esperando en el recibidor. 

Apreté mis manos en puños. 

—Me sorprende que esté aquí arrastrándose a tus pies —dijo Eliana. —Recíbelo y humíllalo un poquito más. 

—¡Eliana! —la regañó mi madre. 

—Lo recibiré. —dije para salir del saloncito y caminé hacia la sala de estar.

 

KAIDAN. 

—¿Qué quieres Kaidan? Creí que todo había quedado claro entre nosotros —voltee a mirarla, su melena pelirroja estaba suelta, mostrando unos desordenados risos pelirrojos y sus ojos verdes fijos en mi persona. “Es preciosa”.—Ahora me buscas porque sientes que perdiste a un tu perrito faldero. 

—¡Jamás he pensado en ti de esa forma Sabina! —ella me miró con recelo. 

—¿Qué quieres Kaidan?




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