Un Amor Libertino. Trilogía: Amores Verdaderos 3

Capítulo 9

ELIANA

Sabina había salido junto con Romina. Hoy no me apetecía dejar la comodidad de mi casa pero en el momento que mi madre me dijo que Robert Bonet estaba esperándome en la sala, quise haberme ido con mis hermanas. Nunca prestaba atención en sus esfuerzos, siendo una completa desconsiderada en sus intentos por enamorarme. 

En el momento que lo recibí él me miró embelesado. Robert era un hombre atractivo, alto y educado pero no por tener esas cualidades yo debía caer enamorada. 

—Estas preciosa. 

—Gracias. —dije casi en un susurro. Me agradaba Robert, era buen amigo, galante pero no el hombre indicado para mí, ni mucho menos con el que me imaginaba pasar el resto de mis días. 

—Quisiera pedirte salir conmigo a pasear, o si te apetece a ir a comer. —“era demasiado dulce y no me nacía poder corresponderle”. —Hoy estas bellísima Eli.

—¿Robert por qué sigues intentándolo? Ya tienes mi cariño. 

—Tengo tu cariño fraternal, de amistad. No lo quiero, deseo enamorarte Eliana.

—¡Ahí, ahí es donde todo lo jodes! —espeté dejando de ser educada. —Año tras año intentas hacer que me enamore de ti y solo nos haces estar en una situación incómoda para ambos. No te amo Robert, si pudiera decidir de quien enamorar te elegiría sin dudarlo. 

—Al parecer tampoco me elegirías ni como amante —me tensé. —Sabes que eres preciosa Eliana y sabes cómo usarlo a tu conveniencia. 

Lo mire con severidad.

—¿Qué tiene de malo que una mujer le guste destilar su encanto y su belleza? —espete. —Ustedes son un poco más libres no digo que son exceptos de todo pero tienen más libertades que las mujeres por ejemplos cuando buscan a sus conquistas de una noche.

—Tal vez tengas razón pero es más jodido cuando queremos pero ustedes no nos corresponden —sus ojos azul verdosos llenos de cólera miraban fijamente a los míos. 

—Porque no estamos obligadas hacerlo, por lo menos yo no. —espeté furiosa —Ahora te pido encarecidamente que salgas de mi casa. 

Él estaba furiosos podía verlo en sus ojos azules pero se despidió y se marchó. Ya de por si todo lo que pasaba con Sabina y Kaidan era molesto, ahora también Robert Bonet se sumaba a la charada. No miento al decir que si me tocara escoger lo escogería a él, pero yo no me siento a gusto ni feliz al imaginarme casada con él. 

La mayoría de los hombres esperan una esposa recatada y virgen algo que lastimosamente no puedo ser, no soy ni uno ni lo otro y la verdad que tampoco me pesa. Mis hermanas lo saben y no me recriminan. Mis padres por supuesto no tienen por qué saberlo. Los hombres aman a muchas antes de tener una esposa ¿por qué una mujer no puede hacer lo mismo?

 

//////////////////////////

SABINA

Debía estar loca, fueron mis ganas de pagarle a Kaidan con la misma manera que me llevaron a proponerle algo así a ese hombre. Tan tentadora como para desaprovecharla, Nicolas Lombrad era tan apuesto, bastante pícaro y por lo que podía verse a simple vista un lord de buena posición. Hablamos bastante, un francés que había venido a Londres en compañía de un amigo y el menor de dos hermanos. 

Me gustó mucho hablar con él, me dijo que tanto él como su amigo estaban invitados a una velada en la casa de los Bonet, igual que mi familia y era obvio que Kaidan estaría ahí por sus amigos. Me encontré a Romina en el lugar acordado frente a la libreta, mi hermana se veía risueña, contenta y sus labios estaban rojos. 

—Te divertiste hermanita —dije haciéndola sonrojar. 

—Fue entretenido.

—Sí, lo imagino —reí. 

Juntas regresemos a casa con una sonrisa de oreja a oreja: Romina porque se había encontrado con su novio y yo porque ya tenía en mente lo que haría para vengarme de Kaidan. Ambas ganábamos.

 

 Cuando llegamos los sirvientes nos informaron que nuestros padres no se encontraban en la casa, habían ido a la residencia de los McDonall y Eliana estaba en el estudio, llevaba ahí varias horas. Tanto a Romina como a mí nos extrañó y fuimos a buscarla. Al entrar al estudio de padre vimos a nuestra hermana estudiando el tablero de ajedrez, jugaba contra sí misma. 

Eliana solo hacia eso cuando estaba muy molesta y no quería pensar en nada más que no fueran sus piezas moviéndose para capturar a la otra. Nos acercamos con cautela. 

—¿Qué quieren? —preguntó sin apartar la mirada del tablero. 

—¿Qué sucede Eli? —quiso saber Romina. Eliana derribó al rey de la negras. 

—Robert Bonet y su absurdo amor fue lo que ocasionó mi mal humor. 

—¿Ahora que hizo el pobre Bonet? —pregunté sentándome frente a ella.

—No es lo que hizo sino lo que sigue haciendo a pesar de que lo vivo rechazando de todas las maneras posibles y sigue sin entenderlo. 

—No me digas ¿te propuso matrimonio? —preguntó Romina. 

—¡No! —exclamo consternada —Dios no lo quiera, ahí no sabré que decirle para no herirlo más. Los hombres son tan tercos a veces, Robert Bonet ha vivido años enamorado de mí pero yo no lo quiero.

—¿Ni siquiera te gusta un poco?

—Me gusta como un buen compañero, un amigo. No me nace y no me produce ningún otro sentimiento que me incite a corresponderle, quiero que se enamore de alguien más que si lo quiera como debe ser. —Nuestra hermana se echó hacia atrás, recostándose en el espaldar de su silla —Esa situación me cansa. ¿Y si le presento alguna mujer? Sé que no hay otra tan bella como yo pero alguna debe haber por ahí, ideal para Robert Bonet. 

—No me convence ese plan de Eliana —hablé —Como tú misma dices: en el corazón de una persona no se manda.

—Pero solo le presentaré a alguien y ya será decisión de él si aceptarla o no. No es como si fuera a obligarle…

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.