Un Amor Libertino. Trilogía: Amores Verdaderos 3

Capítulo 21

Se viene la primera escena +18 de la novela 👀🔥 advierto desde ahorita...

 

KAIDAN

Mi relación con Sabina avanzaba de manera lenta, a pesar de eso me hacía feliz notarla más abierta y cariñosa conmigo; lo que me tenía de muy buen humor. Aunque no podía decir lo mismo de los Bonet. Adam y Robert habían entrado en conflicto hace días, es la única vez que había visto a los gemelos pelearse de manera que casi no querían ni hablarse. El único con el cual había podido reunirme para charlar de la situación era Robert, mientras que Adam no deseaba comentar nada.

—¿Que mierdas pasa con ustedes? —le pregunte a Robert una vez que nos reunimos en el club. 

—Lo que siempre ha causado dispuesta entre hombres. Una mujer, Adam está enamorado y la susodicha no le corresponde, aparte es una perra manipuladora. 

—Que irónica situación, me recuerda mucho a alguien. —Robert me miró furiosos. 

—Eliana es diferente a esta mujer. Por lo menos Eli nunca hizo algo para dividirnos y jamás buscó poner a mi hermano en mi contra. —espetó furioso. —La mujer en cuestión dijo que solo está interesada en mí, pero entonces lo veo jugar con mi hermano, sabe que Adam la quiere y no le importa. Eso me hace odiarla. 

—¿Es aquella rubia que tu hermano a miraba en las últimas reuniones?

—Si. —reí. 

—Quien diría que detrás de esa carita y expresión de inocencia hubiera una perra manipuladora…

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NICOLAS

Franz ya me había dado la noticia de que se había propuesto a Romina Berfor y ella le dijo que sí. El hombre saltaba de la felicidad, mientras que compraba de todo para ganarse a sus suegros con regalos. Mientras, había estado pasado mis días con la bella Eliana Berfor, ya era bien entrada la noche cuando recibí su visita y le ofrecí vino.

—¿Sus padres no les preocupará o no notaran su ausencia miladi? —pregunté. 

—No es la primera vez que me escapo, Lombrad. Mis hermanas me cubrieran. —dijo con tranquilidad bebiendo de su copa. 

—Debí suponer que es una experta. —me burle. 

—Algunos trucos se aprenden. —ella me miró con una sonrisa. —Cuénteme algo emocionante. 

—¿Como qué? 

—Descarado o indecente.

—Usted no empezará con nada suave, quiere que todo sea fuerte.

—¡Vamos Lombrad! ¿Acaso tiene vergüenza?

—Aun me queda alguna pero a usted parece que se le acabó. 

—Sí, hace mucho tiempo. Ya que no se quiere animar, empezaré primero… Una vez me encontraba en compañía de un hombre, algo muy típico, un beso a escondidas detrás de una cortina…

—Lo más común con usted —comenté divertido.  

—Entonces han entrado otras dos personas a la habitación, por supuesto nos asustamos. Lo que no esperábamos era que al asomarnos entre las cortinas, encontramos a nada más que la anfitriona de la fiesta, la honorable condesa Bennedich de cincuenta y nueve años, besando o más bien comiéndose con mucho vigor la boca de un guapo jovencito. Mi acompañante y yo quedamos pasmados.   

—Su historia resulta un poco cómica, pero cosas más indecentes he visto. —ella levantó una ceja. 

—El enano es más descarado de lo que pensaba. 

—Ese apodo lo detesto, deja de usarlo. —ella rio y se acercó a gatas situándose frente a mí.

—¿Y si no quiero? —su perfume invadía mis sentidos. 

“Dulce, descarada y hermosa, cada mujer tenía cualidades únicas y Eliana me gustaba ya fuera por su manera de ser o su belleza”. 

Ahora lo que más quería era besar sus labios y eso hice. Ella no me rechazó, me dejó besarla, sentándose a horcajadas en mi regazo. Sus labios suaves se movían a la par conmigo. Eliana sabía besar, no era tímida, ni recada con lo que quería de mí, sus caderas empezaron a moverse haciendo que mi miembro empezara a reaccionar y endurecer. 

—¿Emocionado Nicolas? —susurró en mi oído sin dejar de mover sus caderas. 

—Contigo encima de mí, ¿cómo no estarlo? —ella estaba encima de mí, como una amazona fiera y segura de sí misma. El agarre de las caderas para darnos vuelta y acostarla en suelo, mi mano fue debajo de su falta para tocar la piel expuesta de sus piernas, hacia su entrepierna. Ella gimió cuando mis dedos lograron tocar su sexo caliente y mojado. —No eres nada cohibida con tus deseos y gemidos Eliana Berfor.

Susurro en su oído para luego morder con suavidad el lóbulo de su oreja, sus brazos me rodearon y me atrapó entre sus piernas. 

—No soy una mujer que se caracterice por ser tímida, ni recatada. Si deseo algo lo demuestro. —empecé a mover mis caderas contra ella, simulando embestidas. 

—Eso es lo que estoy notando y me encanta. —volví a unir nuestras bocas, quería devorarla. Pronto sus manos viajaron a mis pantalones para desabrocharlos, sus dedos tibios rodearon mi erección haciéndome jadear. Apoyé mis manos ambos lados de su cabeza y la miré de forma fija.

—¿Quieres que siga hasta el final?

—¿Necesitas preguntarlo cuando estamos así?

—Siempre pido el consentimiento de las mujeres. —ella sonrió y se apoyó en sus codos para acercar su rostro al mío. 

—Eres adorable, Nicolas Lombrad. —Dijo con una sonrisa dejando un corto beso en mis labios —Tienes mi permiso para hacerme tuya. 

—Gracias Eliana. —la besé con ferocidad, la ropa interior fue quitada con desespero y en el momento que la penetre de una estocada ella gimió, apretando sus piernas alrededor de mi cintura. Nos quedamos quietos por varios segundos, disfrutaba del calor y como sus paredes se apretaban a alrededor de mi verga. 

—Muévete Nico… —pidió con una voz cargada de deseo y el apodo me hizo excitarme más, empecé a embestir con suavidad trazando un ritmo duro que nos estaba gustando a ambos. —Más rápido, por favor. 

—Con placer Eliana. —sonreí y mis embestidas se tornaran más rápidas. Ella gemía, me agarro del rostro para que me acercara y la volviera a besar sin dejar de penetrarla. 




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