MAISIE
Después de días, al fin había llegado la tan esperada boda de mi hermana.
—¡Alejandro! —grité feliz cuando vi llegar y bajar del carruaje a Alejandro junto a su esposa Maeve, corrí abrazar a mi hermano mayor.
—Pequeña —dijo al recibirme entre sus brazos, luego miré a su esposa.
—Mae, estas más linda —dije al verla. Bronceada y su cabello rubio más claro desde que se fueron de luna de miel, la esposa de mi hermano siempre ha sido muy hermosa pero lo notaba un poco más rolliza desde que se casaron.
—Maisie que alegría verte de nuevo —ella me abrazó.
—Por un momento creí que no llegarían a la boda.
—Tuvimos que apresurarnos—comentó Maeve.
—Tenemos que descansar y cambiarnos, antes de que comience la ceremonia.
—Sí, nuestra madre acomodó la habitación de antemano para ustedes…
ALEJANDRO.
Maisie nos llevó a la que era mi antigua habitación, al parecer había sido remodelada porque estaba mucho más amplia, los mueble y la cama también cambiaron. Los criados subieron nuestro equipaje y cuando por fin estuvimos solos. Maeve se acostó en la cama agotada. Me senté para ayudarla a quitarle los zapatos y masajear sus pies.
—¿Cómo te sientes mi luna?
—Un poco mejor pero el malestar aun lo tengo y los ascos… estar embarazada es pero que la menstruación.
—No digas eso, mira que llevas a nuestro hijo en tu vientre. —la manos de ella fueron a su abdomen, el embarazo a primera vista no se notaba pero cuando estaba desnuda, notaba como su barriga ya empezaba a tener una pequeña curva.
—A veces olvido que aún es una pequeña cosita que crece dentro de mí. —me acosté a su lado para abrazarla.
—¿Te sientes con fuerzas para asistir a la boda? Puedo decir que estas enferma y quedarme aquí contigo a cuidarte.
—Alejandro es la boda de tu hermana, tienes que estar ahí. Solo necesito unos minutos para descansar y estaré bien. —besé su frente.
—Por ahora tu salud y bienestar es mi única preocupación Maeve. —ella sonrió.
—Eres tan dulce, mi amor.
MAISIE.
Este día todos estábamos nerviosos, pero la que más lo estaba era mi hermana para colmo de todos los males ¡el vestido no le quería cerrar! Madre intentaba calmarla pero Sarah no quería escuchar.
—¡No, no! ¡Me tiene que servir, es mi vestido de novia! ¡No puede no quedarme, por amor de dios! —empezó a decir con lágrimas acumulándose en los ojos, tratando de no soltarlas y así no arruinar el maquillaje.
—Hija, te dije que debías controlar lo que comías.
—¡No estoy gorda! —grito Sarah. —¡¿Ahora qué hago?!
—¡Debes calmarte Sarah! —la agarré de los hombros para que mirara.
—Maisie hoy debía ser perfecto, es mi boda. Mi boda con Rowan y este maldito vestido no quiere abotonarse. —chillo.
—Le encontraremos una solución pero cálmate —mire a mi madre que también parecía estar poniéndose nerviosa. El vestido tenia pequeños botones que se abrochan en la espalda pero a Sarah solo se le podía aborricar porque el busto le había crecido, al igual que sus caderas, cuando hace meses que tomando las medidas no estaba así. —¿Madre hay en la casa alguna tela fina con la que podamos ajustar su pecho?
—Iré a buscar —madre salió de la habitación, dejándonos a Sarah y a mi solas.
Mi hermana ya estaba peinada y maquillada, lo único que hacía falta era el vestido pero apenas se lo intentamos poner, descubrimos que no le cerraba. Esto una de las peores cosas que podía pasarle a una novia en el día de su boda.
—De todas las cosas que podían pasar esta es la más humillante, que el vestido no me quede. —dijo furiosa.
—Pero hermana es tu culpa, estuviste demasiada glotona estos últimos días y el busto te ha crecido bastante, mucho más que hace unos meses. ¿Cómo esperabas que te quedara el vestido? —Sarah se quedó en silencio y su cara se puso pálida. —Sarah… ¿hace cuanto que no llega tu periodo?
—Maldita sea. —escupió como si estuviera a punto de llorar.
—Lo bueno es que hoy te casas con el padre de la criatura.
—Pero ahora el vestido no me queda. ¿Qué? ¿Acaso voy desnuda a la iglesia?
—Iras con tu vestido. Mi hermana se va a casar de blanco, vas entrar en ese vestido así sea a la fuerza, ya cuando llegues acá para la fiesta te vas a cambiar por otro más cómodo. —ella me miro y sostuvo mis manos, mirándome con cariño
—Te adoro Maisie. Siempre estas junto a mí cuando te necesito.
—Eres mi melliza Sarah. Claro que siempre me tendrás para cuidarte, eres tan impulsiva que necesitas que alguien sensato te guie para no comerte más locuras—ella se rio.
—Por eso te amo hermana.
—Y yo a ti.
—¡Encontré esta tela! —exclamó nuestra madre entrando a la habitación.
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No diré que fue fácil, porque fue una tarea casi titánica pero logramos hacer que Sarah entrara en el vestido, casi no respiraba en el momento que entro a la iglesia del brazo de nuestro padre.
—¿Por qué nuestra hermana parece que se va a desmayará en cualquier momento? —me susurró Hector sentando a mi lado.
—Solo basta con que diga el acepto y así podrá irse a cambiar el vestido.
—Acepto —dijeron los novios para que luego el párroco los declara marido y mujer al fin, pude suspirar de alivio.
Sarah se casó de blanco. Todos los enviados fuimos de la iglesia hacia nuestra hacienda, Sarah no tardó en correr para cambiarse antes de que se desmayara, ella ya estaba casada con el padre de su bebe, aunque fue muy descuidada. En la fiesta también estaba Tobías, me hizo señas para que lo siguiera hacia un lugar apartado de los ojos de todos los invitados.
Nos escondimos en los establos y él se me acercó, colocando sus manos en mi cintura, acercándome a su cuerpo. En el momento que él me miró, sonrió.
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Editado: 02.04.2022