Un Amor Libertino. Trilogía: Amores Verdaderos 3

Epílogo

Dos años Después

SABINA.

Hace más de dos años Kaidan y yo nos habíamos casado en una boda muy sencilla. En lo personal no quería nada muy extravagante, todo fue muy sencillo y elegante. Al final del día nos volvimos esposos. Kaidan me ayudo a construir mi propia galería de arte. 

Mis pinturas se vendían muy bien y estaba muy feliz, porque el arte era una carrera que me siempre me había apasionado, tener un compañero que me apoyaba en hacer realidad mi sueño era  maravilloso. ¿De mis hermanas que puedo decir? Romina se casó con su amado Franz. Eliana… ella fue un caso complicado y para sorpresa de muchos terminó viajando a París para reunirse con Nicolas, siempre nos mandaba cartas, en una nos anunció que después de estos dos años al fin estaba embarazada.

—¡Mamá! —dijo mi pequeña hija haciendo que volviera mi atención a ella.  La pequeña niña de cabello oscuro jalaba de mi falda y exigía de mi atención. 

—Mi vida. —la levanté del suelo para cargarla, haciéndola feliz. Alexia era una bebé tan tierna que había heredado los mismo ojos y rizos oscuros de Kaidan. —Vamos, tu padre y tus tíos nos esperan. 

La bebita solo se sonrió mientras yo la mecía en mis brazos y salía de nuestra residencia…. 

 

KAIDAN.

Mis hermanas con sus familias se habían reunido en la residencia de nuestros padres. Cokkie había venido desde América para pudiéramos ver a su pequeña niña, Cameron ya tenía tres año y es un niño muy vivaz, que corría jugando con Beatrice, la hija de diana. Estaba en compañía de mi hermana, Cornelia tenía en su  brazos a la pequeña bebe de meses, su hija luna y un sirviente me anunciaron que mi familia ya había llegado. 

Recibí a mi bella esposa en la entrada, Sabina sostenía a nuestra hija en brazos, fui hacia ellas para cargar a la niña. 

—¡Papá! —grita Alexia nada más verme, pronto la tuve entre mis brazos. 

—Mi pequeña —ella sonrió y sus manitas fueron a mi rostro, jaló de mi cabello y sonrió. Miré a Sabina con una sonrisa —Y mi maravillosa esposa, como siempre te ves hermosa. Valió la pena que te tardaras para arreglarte. 

—Eres un halagador libertino. 

—Mi esposa es una de las mujeres más bellas del mundo, ¿cómo no decirlo o presumirlo? —ella sonrió y me acerqué para besarla en los labios. 

FIN.




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