DÍAS DESPUÉS.
COKKIE
Había recibido una nota de parte del señor Mile, donde me pedía visitarlo en una dirección que desconocía, llevaba el libro de siempre “los amorres de Casiopea” quería que terminar de narrárselo. Cuando la diligencia me dejó frente a la casa de dos plantas, la fachada me pareció bella y sencilla, tenía grandes ventanales y un frente bien cuidado. La reja de entrada estaba abierta, caminé hacia la puerta de la casa y al golpearla fue el señor Mile quien me recibió.
—Señorita McDonall —dijo con una sonrisa —Entre, por favor.
Al cruzar el umbral de la puerta pude ver el interior de la casa, las escaleras y los pisos de madera se veían bien tallados, la casa aun no había sido amueblada, estaba ante un mural en blanco.
—¿Le gusta? —preguntó el señor Mile.
—Es una linda casa, ¿cuándo se mudará?
—Apenas la termine de amueblar ya que quiero evitar incordiar a la pareja de recién casados, no es lo más apropiado que me siga quedando en aquella casa.
—Y usted… ¿cuánto tiempo piensa quedarse en Londres? ¿No tiene asuntos que atender en América? —una sensación extraña me recorría todo el cuerpo al pensar en Mile marchándose y en no volver a verlo.
—Me quedaré el tiempo suficiente.
—¿Suficiente para qué? —él se acercó a mi persona, cerré mis ojos para aspirar el aroma de su perfume limpio y masculino. Lo sentí acariciar mi mejilla y luego solo se alejó, abrí mis ojos.
—Vayamos a la sala, no hay sillas pero pude conseguir una alfombra muy cómoda para que el frio suelo no nos incordie, de verdad deseo saber que pasó con Casiopea y Feur. —me descolocó el cambio tan radical de la situación.
De tenerlo tan cerca y sentir su calor pasó a estar distante, sentí frío por su lejanía. Trataba de no pensar mucho en todos estos sentimientos y emociones. “Tal vez solo buscaba reemplazar a Shawn por otro, en este caso con su propio hermano”-pensé y quise darme una cachetada yo misma por si quiera formular esa insensatez.
Mile no tenía ninguna comparación con Shawn o cualquier otro hombre que haya conocido. Él me parecía muy atractivo pero la atracción y el gustar no pueden considerarse amor, no estaba enamorada de él, no aun. Mile me guió hasta la sala, en medio de la habitación había una suave alfombra, me senté en ella y él se sentó frente a mí.
Abrí el libro y empecé con mi lectura.
—Capitulo quince: Feur me traicionó. Me arrepentía de haber confiado y amado a ese canalla libertino, lo amaba tanto que incluso dejé que pisara mi orgullo, mi dignidad y me quitara todo lo que me representaba a mí misma. ¿Morir de tristeza es posible? Mi corazón estaba roto; entregas, das sin esperar nada a cambio y recibes solo migajas y maltratos de los demás. Quiero ser buena, pura, pero todos me repudian y me maltratan sin yo siquiera haberles hecho algo para ofenderles o maltratarles…—hablaba pero al mirarlo de reojo él estaba distraído, casi embelesado y no precisamente por la historia de la novela —No me escuchas Mile.
—Si lo hago. —dijo mirándome a los ojos.
—No es cierto, siempre te distraes cuando te leo.
—Es difícil concentrarme cuando me embelesan y distraen tus labios al moverse.
—Mile…—él me robó un beso, al principio fue solo un toque inocente que después intensificó en algo más mundano y pasional. Separó nuestros labios pero junto nuestras frentes —¡Debes dejar de hacer eso!
—¿Por qué? Si es obvio que le gusta que lo haga.
—¡Es un igualado! —él rió divertido.
—Y tú la mujer más hermosa que he tenido la dicha de conocer. —mi corazón se aceleró, era como si hubiera perdido la voz, todo porque este hombre de intensos ojos verdes con vetas marrones me miraban con tanto cariño y deseo reprimido.
Me descoloca con cada palabra, gesto, todo en su persona me confunde. Mile quitó mis gafas y las puso a un lado de la alfombra, acarició mi mejilla y volvió a besarme, enredé mis brazos por encima de sus hombros; las manos de él fueron a mi cintura y suavemente me hizo recostarme sobre la alfombra, mientras me seguía besando de aquella manera tan dulce sin llegar a tocarme más de los debido. Confiaba tanto en Mile que sabía que jamás me tocaría más allá de eso sin mi permiso.
MILE
La besaba con ternura, quería ser dulce, cuidadoso y protector. Mis manos estaban sobre la alfombra sin llegar a tocarla más de lo debido, aunque me muriera por hacerlo tendría que conformarme con este roce entre labios, la respetaba tanto que solamente cuando ella me diera su permiso la tocaría y sentiría bajo mis dedos lo suave de su piel blanca.
Ella es letrada a veces grosera, atrayente y etérea. Cuando dejas que te bese, cuando te sonrojas, tus pucheros, todas y cada una de sus expresiones señorita Cornelia las considero preciosas. ¿Estas aun enamorada de mi hermano? Siempre tengo esa pregunta en mi mente, pero sin poseer el valor para preguntarlo.
Si llega un día en el que tus labios me digan un “te quiero” o por ser más pretensioso un “te amo” podría morir feliz Cokkie, porque la mujer que comienzo amar me habrá correspondido a mis sentimientos. El amor no correspondido es una gran mierda, ofrecer amistad, sería como ofrecer pan al que muere de sed.