VERÓNICA.
Cornelia subió con prisa a su habitación apenas llegamos a casa.
—¡¿Cómo es posible que la dejen hacer eso?! —se quejó Kaidan cuando su hermana ya no pudo escucharlo —¿En serio dejarán que Cokkie se case con ese hombre?
—No veo ningún problema. —habló Heronimo —El señor Mile habló conmigo y fue tu hermana quien lo aceptó.
—Pero… pero…
—¡Ya basta de quejas Kaidan McDonall! Si fuera por ti Cornelia sería una solterona toda su vida —dije interviniendo en la conversación haciendo sonrojar a mi primogénito. —Cornelia ya no es una niña, sabias que no ibas a protegerla siempre. Ella ya tendrá su propio protector.
Dejé que Heronimo terminara de hablar con Kaidan y subí las escaleras, quería hablar con mi niña. Entré a la habitación de Cokkie y la encontré sentada en su cama mirando el anillo que el señor Mile le había regalado.
—Es un hermoso anillo. —dije acercándome a ella y sentándose a su lado en la cama. Cokkie me miró luego bajó la mirada y le daba vueltas al anillo en su dedo.
—Es precioso —murmuró casi en un susurro luego volvió alzar la mirada conectándola con la mía —Él me quiere tanto, mamá.
—¿Y tú?
—Creo que también. Me siento segura a su lado, el corazón se me acelera cuando lo tengo cerca. De verdad quiero casarme con él. —sonreí.
—Conseguiste un buen hombre, Cokkie.
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MILE
Aun me costaba creer que me hubiera dicho que sí. Tenía tantos planes con ella, quería que tuviera la boda de sus sueños, no me importaba si Cokkie quería gastar media fortuna en arreglos, él se los daría. Así de enamorado estaba por esa mujer.
Me encontraba en el puerto esperando al hombre que sería uno de mis padrinos de boda. Vi la embarcación anclar y poco a poco los pasajeros fueron bajando, pude distinguirlo entre la multitud.
—¡Pequeño granuja! —espetó al verme, su gesto serio pronto fue reemplazado por una sonrisa divertida —¿No me piensas saludar Perkins? —Reí y abracé a mi amigo.
Uriel Blake, mi mejor amigo desde que teníamos quince años; hijo de unos humildes mercaderes que con el paso del tiempo y su inteligencia ayudó amansar una prospera fortuna que no le haría pasar penurias en muchos años.
—Ha pasado tiempo desde la última vez Uriel, ¿has engordado? —bromeé y el rubio no se mostró para nada divertido.
—Imbécil. ¿Piensas decirme porque aun sigues en esta deprimente ciudad?
—Voy a casarme. —él se mostró gratamente sorprendido.
—Esa noticia si es emocionante. Vámonos a un lugar más tranquilo y espero que me pongas al tanto de todos los detalles.
Una diligencia nos esperaba para llevarnos a mi casa, mientras el coche se movía mi amigo no perdió tiempo y empezó hablar.
—Ya era hora de que te comprometieras, solo diré que la señorita Keira estará muy desilusionada cuando se entere.
—¡Oh, por favor Uriel! Jamás le prometí nada a esa mujer.
—Ella pensaba que sí, esperaba ser la nueva señora Perkins.
—Como también disfrutar de la gran suma de dinero que me dejan mis inversiones en navieras y comercio.
—No puedes culparla por ser ambiciosa, se morderá la lengua de la rabia al ver que piensas casarte con una londinense. ¿Y cómo se llama la afortunada novia? —preguntó con una ceja levantada.
—Cornelia McDonall...
—Debe ser una belleza.
—La más bella de todas las mujeres. —respondí con una sonrisa. —Mandé una carta hace días para que cambien toda la decoración de mi casa en América, mis negocios necesitan de mi presencia y apenas me case iré de vuelta pero quiero que todo esté al gusto de mi prometida.
—Eso es algo que jamás pensé que oiría de ti. ¿Tanto la amas?
—Si... El problema es que ella no me ama a mí —Uriel frunció su ceño —Sé que no estará feliz cuando nos mudemos a América y por eso deseo que se sienta cómoda en la casa.
—Espera Mile, ¿tu prometida no te ama de la misma manera que tú a ella pero igual vas a casarte? No te entiendo amigo, tú jamás has tenido problemas para conquistar a una mujer…
—Está enamorada de Shaw.
—¿Tu hermano? —asentí —Eso es muy jodido.
—Lo sé, pero estoy muy cerca de lograr que me ame Uriel y no me pienso echar para atrás.
—No pensé que te vería perder la cabeza por una mujer. ¿Tanto lo vale?
—Más que tres fortunas enteras.
La diligencia nos dejó frente a mi casa, el cochero junto con el mayordomo bajaron el equipaje de Uriel y lo subieron a la que sería su habitación. Nos movimos hacia la sala y mi amigo miró cada detalle de la estancia.
—Me gusta, siempre tuviste buen gusto Mile.
—Gracias, te aviso desde ahora que deberás buscar un buen traje para ésta noche —él levantó una ceja —Mis suegros organizarán una fiesta para anunciar nuestro compromiso a todos los familiares y amistades de la familia.
—¿Ni siquiera tendré el tiempo de estar de holgazán en tu hermosa casa?
—No. Ya lo harás después por ahora debes conocer a mi prometida.
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Las horas pasaron, prácticamente arrastré a Uriel fuera de la casa y ahora estábamos rumbo a la fiesta en la gran residencia de la familia McDonall.
—Odio usar ropa formal. Lo que hago por mi único amigo —se quejaba Uriel jalando el cuello de su camisa.
—Entonces me siento halagado por ser la única persona por la cual te vestirías de manera decente. —él bufó.
Cuando llegamos a la casa de los McDonall, ya varios de los invitados habían llegado antes. Reconocí a dos familias casi hermanas de los McDonall. Los Berfor y los McFarlan, junto con otros Lores que no conocía.
—Hay tantas mujeres hermosas. Las pelirrojas de allá son un sueño de piernas largas y caderas estrechas. —dijo mirando con disimulo a las trillizas Berfor.