Desde que empezó el día, tuve la sensación de que algo no andaba bien. Mis padres me habían mandado a llamar muy temprano y, cuando el mayordomo me dijo que me esperaban en el salón principal, supe de inmediato que no era un desayuno cualquiera. Ese salón solo lo usaban para reuniones serias o para tratar asuntos de suma importancia. Así que me alisté sin perder tiempo, dispuesta a descubrir qué se traían entre manos tan temprano el rey y la reina.
Cuando llegué, me encontré con la peor sorpresa posible: en la mesa había un invitado extra, y no era otro que el desgraciado del duque Francis Domenek. Apenas lo vi, algo en mí se revolvió. Me dieron ganas de borrarle esa sonrisa cínica y salir huyendo de ahí, pero, como siempre, tuve que reprimir mis emociones y actuar como la princesa que todos esperan que sea.
—Buenos días, princesa —dijo él, con una tranquilidad que me irritó.
—Buenos días, duque. ¿A qué debo el honor de su visita?
—Bueno, tus padres me llamaron. No tuve más remedio que venir —contestó como si nada hubiera pasado en el baile.
"Solo espero que mis papás se hayan enterado de lo que ocurrió y tomen cartas en el asunto. Si no, esto puede ser la ruina total de mi felicidad."
Apenas terminé de saludar al idiota de mi supuesto prometido, llegaron mis padres. Ambos hicimos la respectiva reverencia y esperamos a que se sentaran para hacer lo mismo.
—Princesa, duque —empezó mi padre con voz seria—. Seguramente se están preguntando por qué los llamamos a esta reunión extraordinaria. El motivo es que nos llegó información sobre lo ocurrido la noche del baile. Nos referimos, claramente, a la relación extramatrimonial entre el duque Domenek y la señorita Amy Vanderswodsen, a pesar de que ya había un compromiso casi anunciado con nuestra primogénita.
—Majestad —respondió el duque, tan descarado como siempre—. No sé qué le habrá contado su hija, pero yo no he hecho nada fuera de lo acordado. Además, ustedes saben que la princesa Arianne quiere terminar este compromiso a toda costa, así que no me sorprendería que esto fuera un plan de ella…
—¡Silencio, duque! Qué descaro el suyo al mentirme en la cara y, encima, hablar así de mi hija —interrumpió mi padre, más rojo que un tomate—. Le preguntaré de nuevo, y esta vez quiero una respuesta clara: ¿tuvo o no una aventura con la nueva debutante Amy Vanderswodsen?
—Bueno… su majestad… no lo llamaría una aventura. Más bien fue una amistad cercana.
—¿Una amistad? —bufó el rey—. ¿Y usted suele acostarse con todas sus “amistades”?
—¡Cielos, Dimitri! Por favor, tu vocabulario —intervino mi madre, intentando calmarlo—. Esto sigue siendo una reunión oficial.
—¿Y por eso tengo que permitir que este tipo le falte el respeto a la corona?
—No, pero cálmate, o tendremos que posponer esto —dijo la reina con tono firme.
—Isabella, acompáñame un momento —ordenó mi padre. Ambos salieron del salón, dejándonos solos a mí y al muy descarado duque.
—Bueno, princesa —dijo él apenas se cerró la puerta—. Por lo que veo, corriste a contarles lo que pasó anoche.
—¿Y cómo esperaba que no lo hiciera? Después de su humillación y descaro…
—Lo divertido siempre viene con riesgos —dijo, sonriendo como si nada.
—Aprovechando que estamos a solas, quiero preguntarle algo directamente: ¿por qué no cancela el compromiso? Así podrá seguir con sus aventuras sin tener que cargar conmigo.
—Ay, Arianne… te creía más lista. Sabes que mi familia no pasa por su mejor momento económico. Si me comprometo contigo, podré vivir en palacio y tener acceso al fondo real como príncipe consorte. Eso ayudaría a mi familia a recuperar su lugar. Por eso no puedo cancelar este compromiso.
—¿Y por qué me lo cuenta? ¿No teme que le diga todo esto a mis padres?
—¿Y qué ganarías con eso? ¿Tienes pruebas? Sin pruebas, todo sería solo un rumor, y tú sabes que eso no basta. Así que, mi querida princesa, ve acostumbrándote a mi presencia, porque tú y yo nos vamos a casar. Tendremos unos bellos herederos y un futuro… brillante —dijo con una sonrisa que me hizo hervir la sangre.
—Antes muerta que casarme con usted —le dije con rabia—. Es usted una escoria, y no crea que le facilitaré las cosas ni que obtendrá un centavo de mi parte. Al altar no llegaré… no si es con usted.
—Ay, princesa… más pronto te vas a tragar esas palabras de lo que crees —se burló.
Estaba a punto de abofetearlo, pero justo en ese momento mis padres regresaron.
—Duque —dijo mi padre con frialdad—. La reina y yo hemos tomado una decisión. Le daremos una segunda oportunidad para recuperar su honor.
—Gracias, su majestad. Sabía que no perdería la oportunidad de tenerme como esposo de tan bella princesa —dijo, otra vez con esa sonrisa falsa.
—¡Silencio! No he terminado. Debido a lo ocurrido, no cancelaremos el compromiso, ya que eso podría dañar la reputación de Arianne. Pero proponemos lo siguiente: tendrán dos años antes del matrimonio para convivir y conocerse. Si en ese tiempo alguno de los dos se enamora de otra persona y eso puede demostrarse, el compromiso quedará roto sin consecuencias.
—Sin embargo —añadió mi madre—, si descubrimos que alguno finge enamorarse solo para romper el compromiso, el matrimonio seguirá adelante sin objeciones.