Un amor oscuro y perverso

14 Un buen Jugador

LECTOR OMNISCIENTE

Toda esta gente me está subestimando y lo peor es que me está gustando todo esto ¡¡ hasta las mentiras de cada uno de ellos !!

‎La estancia era un reflejo de su alma: fría, oscura y llena de secretos que susurraban en cada rincón. Las sombras danzaban en las paredes, creando figuras grotescas que parecían burlarse de él, retorciéndose en una macabra danza. Un hedor sutil, casi imperceptible, revelaba la maldad que se escondía en cada rincón, un aroma a pecado y desesperación.

‎El remitente anónimo hunde la mano en un frasco lleno de dientes amarillentos, como trofeos de una cacería macabra, seleccionando uno con cuidado.

— Este es perfecto, murmura, observando la mancha de sangre seca que lo cubre, como un vestigio de un pasado sangriento. Un recordatorio de la noche en que Audrey se cayó de la bicicleta... o tal vez la empujaron.

‎Con una sonrisa nostálgica y perversa, coloca el diente en la caja, junto a un mechón de pelo negro, manchado de sangre fresca que aún gotea lentamente. El olor metálico inunda la habitación, mezclándose con el aroma dulce y rancio de la sangre seca que ya impregna el interior de la caja, creando un nauseabundo perfume de muerte.

‎— Casi lista, murmura el remitente anónimo, con los ojos brillando con anticipación y una locura contenida.

— Solo falta la carta, el último toque de mi obra maestra.

‎Se sienta a escribir, la pluma rasgando el papel con furia controlada, como un cuchillo abriendo una herida. Cada palabra es cuidadosamente elegida, cada frase diseñada para causar el máximo impacto, para destrozar el alma de Audrey.

— Siempre he estado ahí para ti, como una sombra acechante, incluso cuando no lo sabías. He sido tu sombra, tu protector, tu admirador secreto... tu verdugo silencioso. He visto tus alegrías, tus tristezas, tus miedos, cada una de tus debilidades. Y he estado esperando... esperando el momento indicado para revelarme, para reclamarte.

‎— Ese momento ha llegado. La espera ha terminado.

‎— Estoy más cerca de lo que crees, respirando el mismo aire que tú. Me estoy infiltrando entre ellos, como una sombra en la oscuridad, tejiendo una red a tu alrededor. Pronto sabrás quién soy, y desearás no haberlo descubierto nunca.

— ‎Pero ten cuidado, Audrey, porque cuando abras esta caja, la verdad te explotará en la cara, destrozando tu mundo y consumiéndote en la locura.

‎El remitente anónimo relee la carta, satisfecho con el resultado.

— Perfecto, susurra. Justo lo que necesitaba. Una gota de saliva escapa de la comisura de sus labios al contemplar su obra.

‎Con cuidado, coloca la carta encima de los objetos ensangrentados. La apariencia festiva contrasta horriblemente con el contenido macabro, creando una disonancia que lo excita aún más.

‎— Que te diviertas, Audrey, susurra el remitente anónimo, con una sonrisa cruel que deforma su rostro.

— Espero que disfrutes la sorpresa. Sus ojos brillan con una intensidad enfermiza.

‎Desde las sombras, observa sus patéticas vidas desenvolverse. Son tan predecibles, tan fáciles de manipular. Creen que controlan su destino, pero son meras marionetas en mis manos, danzando al son de mi macabra melodía. Un simple recuerdo que lo sume en la locura.

— ¡Valen menos que una cucaracha!, susurra con una risa que hiela la sangre y que resuena en las paredes como el eco de una pesadilla.

‎Mientras tanto, una risa burlona escapa de sus labios al pensar en Rose. Tan ingenua, piensa. Cree que Terry de verdad la ama. ¡Qué estúpida! Pero lo mejor de todo es que su padre es el encargado de la prisión. Siempre tan pendiente de su trabajo, pero sobre todo de su hijita, su única debilidad. Cuando vea a Rose destrozada, descuidará su trabajo, y esa será nuestra oportunidad. Audrey y los demás podrán moverse con libertad. Una telaraña de saliva conecta sus labios mientras se imagina el caos que está por desatarse.

‎El remitente anónimo anticipa con deleite la reacción del padre de Rose al descubrir la verdad. "Se pondrá furioso, querrá vengarse... ¡Será un espectáculo digno de ver!", piensa. "Y yo estaré ahí para presenciarlo, para disfrutar cada segundo de su sufrimiento. Porque su debilidad es mi oportunidad, y no pienso desaprovecharla". Sus dedos se crispan, ansiosos por el momento en que pueda saborear la desesperación en sus ojos.

‎Con su fachada de inocencia, es la más ingenua de todos. Cae en cada trampa que le tiendo, sin sospechar que su dulce romance es solo una pieza más en mi juego, una farsa orquestada para su deleite. Su sonrisa se intensifica al recordar la carta que dejó en su casillero, un veneno dulce que corroe su alma.

‎Le di una pequeña advertencia, un susurro de fatalidad, pero ya es muy tarde. Ya cayó en su trampa, siempre estuvo en ese abismo, solo le faltaba un pequeño empujón para precipitarse al vacío.

‎Camina de un lado a otro, como un león enjaulado, mientras varias ideas siniestras asaltan su mente, una mente que se desmorona lentamente, carcomida por la obsesión y la depravación.

‎El remitente anónimo cierra los ojos, saboreando el momento como si fuera un elixir divino. En su mente, visualiza la escena que está por venir: Rose, destrozada y humillada, y Terry, arrastrado por el fango, revolcándose en su propia miseria. Una sonrisa cruel se dibuja en sus labios, revelando la bestia que se esconde en su interior.

‎Pero su mente también viaja a Audrey y Jackson. Se relame los labios, anticipando su reencuentro como un depredador listo para atacar . Sabe que hay algo más que una simple conexión entre ellos, algo invisible que los une, un lazo de sangre y secretos oscuros. Un pasado que Audrey ha olvidado, pero que Jackson recuerda muy bien, como una cicatriz que nunca sana.

‎"El momento exacto", piensa, con una voz que apenas supera un susurro. Todo está a punto de explotar. Y cuando Audrey y Jackson se reencuentren... las cosas se pondrán aún más interesantes, un espectáculo de locura y destrucción.

‎Si por alguna razón las cosas no sucedieran como espera, él mismo se encargaría de darles un pequeño empujón, una patada. Sin importar que caigan al abismo, que se hundan en la desesperación. No importa lo que cueste, todos caerán, arrastrados por la corriente de su maldad.

‎Cuando todo se derrumbe, todos afrontarán las consecuencias de sus actos, piensa, con una satisfacción palpable que le recorre el cuerpo como una descarga eléctrica. Y yo estaré aquí para verlo, para deleitarme con su sufrimiento, para regodearme en su miseria.

‎Abre los ojos, con la mirada llena de una determinación gélida. El ambiente está cargado de tensión, de anticipación, como la calma que precede a la tormenta. Sabe que está a punto de presenciar un espectáculo inolvidable, una sinfonía de caos y desesperación.

‎Ya no basta con sembrar pequeñas semillas de discordia. Es hora de elevar la apuesta, de revelar sus secretos más oscuros, de exponer sus almas desnudas y ver cómo se desmoronan sus mundos, como castillos de arena ante la furia del mar. El juego está a punto de volverse mucho más interesante, mucho más perverso.

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