Un amor oscuro y perverso

19 Código necromancer

LECTOR OMNISCIENTE

"Si la vida te da un abismo, aprende a bailar en el borde.

El ambiente en la oficina del Coronel era denso, cargado de la tensión palpable que impregnaba cada rincón En la sede de la Unidad de Casos Especiales (UCE). Expedientes apilados sobre los escritorios, mapas y fotografías cubriendo las paredes, y el constante murmullo de conversaciones apagadas creaban un caos organizado que reflejaba la complejidad de los casos que allí se investigaban. El Coronel, un hombre joven de penetrantes ojos grises que parecían capaces de desentrañar los secretos más oscuros, estaba sentado en su escritorio, absorto en la revisión de un informe. Sus facciones, normalmente serenas, mostraban una leve crispación, un indicio de la frustración que sentía ante la falta de avances en el caso que lo obsesionaba.

‎—Coronel —dijo una voz desde la puerta.

‎El Coronel levantó la vista, su mirada fría y evaluadora. Un agente, visiblemente nervioso, estaba parado en el umbral.

‎—Adelante.

‎El agente entró con cautela, sosteniendo un sobre negro en sus manos.

‎—Ha llegado esto para usted, Coronel. No tiene remitente, pero está a su nombre.

‎El Coronel frunció el ceño. Tomó el sobre entre sus manos, sintiendo una extraña inquietud. El nombre "Coronel Andrew Miller", estaba escrito con una caligrafía elegante y amenazante.

‎Con un movimiento rápido, rasgó el sobre y extrajo el pliego de papel negro que contenía. Sus ojos grises recorrieron las líneas de tinta plateada, deteniéndose en cada palabra como si temiera que explotara en su cara.

Coronel,

‎Cree usted que con sus métodos convencionales y sus agentes podrá dar caza a esas tres sombras que se mueven en la oscuridad? Se equivoca. Son más astutos, más escurridizos de lo que su mente puede concebir. Usted ve asesinos, donde hay artistas de la manipulación, maestros del engaño.

‎Pero no se desespere, Coronel. Aún hay esperanza. Si está dispuesto a aceptar mi ayuda, le aseguro que podrá atraparlos y llevarlos ante la justicia. Solo debe llamar al número que aparece al final de esta misiva, y le revelaré la primera de muchas pistas que le guiarán hacia su objetivo.

‎Atentamente,

‎Un aliado en la sombra.

‎El Coronel apretó la mandíbula. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¿Quién se creía capaz de ofrecerle ayuda cuando él, era el mejor en lo que hacía? La arrogancia de la carta lo enfurecía, pero la promesa de una pista lo mantenía intrigado.

‎—Agente Pérez —dijo el Coronel, con voz tensa—. Quiero que rastreen este número. Quiero saber quién está detrás de esta carta.

‎El agente asintió y salió de la oficina, dejando al Coronel a solas con sus pensamientos. La duda lo carcomía por dentro. ¿Debía ignorar la carta y seguir su propio camino, o arriesgarse a confiar en un desconocido que parecía saber demasiado?

‎Pasaron unos minutos de tensa espera. El Agente Pérez regresó a la oficina, con el rostro sombrío.

‎—Coronel, no hay rastro del número. Parece ser un teléfono desechable, imposible de rastrear.

‎El Coronel apretó la mandíbula. La frustración comenzaba a apoderarse de él. Justo cuando estaba a punto de descartar la llamada como una broma de mal gusto, decidió marcar el número. El silencio se apoderó de la oficina mientras esperaba que contestaran al otro lado de la línea.

‎Una voz, distorsionada y fría, respondió al otro lado de la línea.

‎—Veo que por fin se digna a llamarme, Coronel. Lo estaba esperando.

‎El Coronel se tensó. —¿Quién es usted? ¿Qué es lo que quiere?

‎—¿Una broma? No, Coronel, no estoy bromeando. No busco dinero, ni reconocimiento. Simplemente quiero ofrecerle la ayuda que necesita, la ayuda que ansía desesperadamente.

‎El Coronel apretó la mandíbula. —¿Qué clase de ayuda? ¿Qué pretende conseguir con todo esto?

‎—Tengo una pista que podría llevarlo directamente a ellos. Pero no podrá atraparlos así como así, Coronel. Son demasiado astutos. Necesitará infiltrar a alguien en su propio grupo.

‎El Coronel vaciló. La idea era arriesgada, casi suicida. —¿Quién me asegura que esto saldrá bien? ¿Quién me asegura que no es una trampa?

‎—No puedo asegurarle nada, Coronel. Solo mi palabra. Y le aseguro que cumplo lo que digo.

‎La voz sonaba firme, casi sincera, pero el Coronel no podía evitar sentir un escalofrío.

‎—¿Y por qué infiltrar a alguien? ¿Por qué tiene que ser alguien con características específicas? ¿Acaso es uno de ellos?

‎—No puedo revelarle eso todavía, Coronel. Pero le aseguro que esa persona descubrirá información valiosa por sí sola. Envíe a alguien astuto, pero no demasiado. Alguien que pueda ganarse la confianza de... digamos, la primera de los tres.

‎El Coronel asintió lentamente, mientras los agentes a su alrededor tomaban notas frenéticamente. La tensión en la oficina era palpable, como si todos contuvieran la respiración.

‎Después de unos momentos de silencio tenso, el Coronel responde.

‎— Está bien. ¿Qué es lo que hay que hacer?

‎Una risita baja de escuchó através de la línea.

‎— Simplemente tiene que infiltrar a alguien en una prisión específica. Dos días antes de la fecha que le voy a dar. dos días antes.

‎— ¿A una prisión? ¿Qué prisión?

‎— La prisión NERC, a esa prisión. Y diga que lo pongan en una celda específica. Yo le diré cuál. Y cuando haga eso, la persona debe estar atento de noche, la hora y el lugar que le indicaré. Porque a partir de ese día, le puedo asegurar, Coronel, que verá a través de cámaras a los asesinos que le arrebataron la vida a tantas personas. Y que no baje la guardia porque el compañero de celda que tendrá está casi cuerdo.

‎El Coronel aprieta la mano sutilmente al imaginarse la escena.

‎— Le enviaré la información de la hora, la fecha y todo exacto por una carta. Y solo siga mis pasos. No haga nada fuera de lugar, ni trate de hacer algo estúpido ese día. Porque un paso en falso y terminará sin nada. Ni pista, ni nada. Yo no doy segundas oportunidades, ni ayudo a nadie así como así. Tómelo como una consideración.

‎El coronel fija su vista en la nada

‎— si algo llega a fallar... —La voz se vuelve aún más fría—... o si alguien sale herido, le aseguro que el que lo va a encontrar, lo va a encerrar y matar lentamente seré yo, no voy a dejar que uno de los míos salga herido.

‎ — Perfecto. Tenemos un trato, espero y consiga lo quiere coronel.




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