AUDREY CAMPBELL
"Cuando la supervivencia está en juego, la moral se desvanece y solo queda el instinto."
Reconozco la voz al instante.
— Más vale que sueltes tus asquerosas manos de mi cuerpo —le digo, mi voz cargada de veneno.
¿Cómo es posible que esta persona no esté casi desmayada o asfixiada?
Me suelta. Volteo a verlo. Tengo mi arma tranquilizante en la mano, pero la mantengo abajo.
—Deberías decir gracias, por evitar que te cayeras —responde con un tono burlón.
Ignoro sus palabras, observo el reloj en mi muñeca. Nos quedan los cinco minutos de salida. Desabrocho la máscara de mi cabilla del pantalón para entregársela. Sus ojos azules siguen cada uno de mis movimientos con una intensidad que me incomoda. Se la extiendo, su mano rozando la mía al tomarla. Sujeto la máscara y se la colocó.
Perfecto, no tenía que explicarle cómo hacerlo.
Salimos de la celda, cerrándola tras nosotros. El silencio de Jackson era palpable, opresivo, solo interrumpido por el eco de nuestros pasos sobre el suelo de concreto. Alexa nos guio por el audífono:
— "Salgan rápido de ahí".
Comenzamos a caminar a paso ligero, observando cada rincón, alerta a cualquier señal de peligro. La electricidad aún no regresaba; diez minutos sin luz era nuestro límite. Sabía que si nos excedíamos, la seguridad se alertaría y todo se complicaría. Jackson me seguía en silencio, su presencia incómoda, pero ahora tenía un objetivo claro y nada más importaba.
Llegamos al punto de encuentro, cerca de la puerta de salida. Jackson me miraba fijamente, esperando una orden. Miré mi reloj. Un minuto más había transcurrido. Tres minutos restantes. La frustración comenzaba a apoderarse de mí, amenazando con nublar mi juicio.
De pronto, la voz de Alexa sonó en mi audífono, cargada de pánico:
— "¿Terry? ¿Me escuchas? ¡Terry, responde!". Su tono era de preocupación. Me tensé, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. No podíamos hacer ruido, el efecto del aerosol aún no se disipaba por completo.
Al notar mi silencio, la voz de Alexa sonó aún más preocupada en mi audífono. Miré mi reloj; cada segundo que pasaba se sentía como una eternidad. Casi tres minutos se habían esfumado. Decidí que no podía esperar más. Tenía que encontrar a Alexa, asegurarme de que estuviera bien.
Di un paso adelante, decidida a buscarla, cuando la voz de Jackson, amortiguada por la máscara, me detuvo:
—¿A dónde crees que vas?
Lo miré a través de mi propia máscara, mis ojos escudriñando su rostro en busca de alguna señal de doblez.
— "Necesitamos que Terry esté aquí."
—No creo que sea buena idea —respondió Jackson, su voz amortiguada por la máscara.
Lo miré fijamente, mi frustración aumentando como la marea. Cada segundo que perdíamos era un clavo más en el ataúd de nuestro plan.
—No pienso abandonarlo.
—No estoy diciendo que lo abandonemos —respondió Jackson, con un tono de impaciencia que me crispó los nervios.
—¿Entonces qué estás diciendo?
— Que esperes aquí.
—No creo que entiendas la situación. Ahora solo nos quedan dos minutos —le espeté, mi voz cargada de urgencia.
La tensión era palpable, la presión aumentaba con cada segundo que transcurría, como un peso invisible sobre nuestros hombros. Manteníamos la mirada fija, somos muy orgullosos cómo para bajarla primero.
De pronto, la voz de Alexa resonó en el audífono, intentando calmar los ánimos:
—¡Relájense! ¡No peleen! ¡No hagan tonterías!
En ese momento, Terry apareció frente a nosotros, con Henry y Ayden a cada lado.
Henry, con su habitual calma imperturbable, nos observaba en silencio, como un espectador distante. La heterocromía de Ayden resaltaba aún en esta oscuridad, sus ojos de diferente color brillando con una intensidad inquietante, haciéndolo parecer un depredador disfrutando de su presa. Noté la tensión entre Jackson y yo. Era palpable, casi podía tocarse, como una cuerda a punto de romperse.
—¿Qué está pasando aquí?, preguntó Ayden, con un tono de diversión que me erizó la piel.— No me digas que estaban a punto de divertirse.
Su tono de voz era como si se burlara de nosotros, disfrutando de nuestro conflicto. Me sacaba de quicio. Me sentía como una marioneta, atrapada en una situación que se salía de control, con hilos invisibles tirando de mí en diferentes direcciones.
Mi vista se posó en Terry, sintiendo una punzada de frustración al recordar su silencio, su falta de respuesta al llamado de Alexa. Su vista se aparta, mirando hacia otro lado, como si no quisiera enfrentarse a la situación.
—Perfecto, esto iba a arreglarlo apenas saliera de este lugar —dije, sintiendo una mezcla de alivio y frustración.
—Alexa —dije a través del auricular, tratando de controlar mi voz—, tú das la señal para cuando tengamos que salir.
—Ok, apenas dé la señal salgan y movilícense rápido —respondió Alexa—. Por los momentos nadie puede entrar ni salir de este lugar sin mi autorización.
Todos mirábamos hacia la puerta, esperando la señal de Alexa. De repente, un ruido resonó en el pasillo. Sonaba como pasos que se acercaban. Mi corazón se aceleró, latiendo con fuerza en mi pecho. Preparada, sujeté con fuerza el aerosol, lista para rociar a cualquiera que se acercara. Tenía mi arma tranquilizante lista, apuntando hacia la oscuridad, mi dedo sobre el gatillo.
Con mi linterna táctica, iluminé el pasillo. En la tenue claridad, distinguí la silueta de un chico. Levantaba las manos en señal de paz, su rostro iluminado por la luz temblorosa.
—Tranquilos —dijo el chico con una voz dulce y suave—. Todo estará bien.
Sentí que el estómago me daba vueltas, una sensación de vértigo y confusión. Es idéntico a él, pensé, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. ¿Cómo era posible?
Lo miré fijamente, analizando cada detalle de su rostro. Su cabello... era del mismo color rojizo. Sus rasgos faciales... se parecían a él de una manera inquietante. Sentí como si recuerdos afilados me apuñalaran la cabeza, imágenes fragmentadas de un pasado que creía haber enterrado. Miré a Terry. Él estaba igual que yo, con el arma apuntando, su mano temblando ligeramente.
Jackson me miró y habló, su voz cargada de desconfianza: