AUDREY CAMPBELL
"Que la cordura me guíe, porque mi instinto pide sangre."
Cada paso es una tortura, dejando una huella pegajosa de sangre en el suelo frío. El aire se espesa con el olor metálico del horror, impregnando cada rincón. Camino, dejando un rastro carmesí a mi paso, cada gota una prueba de la macabra broma que me hicieron. ¡Qué humillación! Llego al baño y me detengo frente a la puerta.
La puerta se abre de golpe, revelando a Jackson. Su cabello negro azabache cae sobre su frente, y sus ojos azules, fríos como el hielo, me observan con intensidad. Una sonrisa inquietante se dibuja en sus labios.
—¿A quién mataste?, pregunta, con una insinuación oscura que eriza la piel. Sus ojos se clavan en los míos, como si pudieran ver a través de mi alma. "O... ¿debería preguntar a quién dejaste morir?
Lo miro con desprecio, intentando ocultar el escalofrío que recorre mi espalda.
—!¿Qué te importa? Quítate de mi camino, necesito entrar.
Se apoya contra el marco de la puerta, bloqueando mi paso. Su mirada se detiene en las salpicaduras de sangre que adornan mi rostro.
— No querrás ensuciar este lugar, ¿o sí? Aunque... pensándolo bien, un poco de color no le vendría mal a este baño.
— Es mi casa, no tuya. Tú solo eres un inquilino, tú y tus amiguitos.
Ladea la cabeza, con una mirada burlona.
—! ¿Y si fuera el pelirrojo? ¿Te importaría si fuera su sangre la que tiñe tus manos?
Frunzo el ceño, confundida, pero una punzada de temor me recorre
— ¿Qué demonios estás diciendo? No te atrevas a hablar de él. Ni siquiera lo conoces.
Sonríe con frialdad.
— Tú tampoco lo conoces, Audrey. Solo le estás viendo un parecido, buscando algo que te recuerde a él, pero es un desconocido. Un fantasma al que te aferras para no enfrentar la verdad. Se acerca un poco más, su aliento helado roza mi oído. Pero yo te conozco más de lo que crees, Campbell. Te lo puedo asegurar.
Jackson habla como si conociera cada parte de mi, algo que aborrecía de solo imaginarlo.
Se aparta, dándome espacio para entrar, pero su mirada me sigue como una sombra.
— Por cierto, añade con una sonrisa maliciosa, ese color te favorece. ¿Es tu nuevo tono de labial?
La puerta se cierra tras de mí con un golpe sordo, dejándome atrapada en la oscuridad. Me apoyo contra ella, sintiendo el frío del metal en mi espalda. Levanto la vista y me veo en el espejo: mi cara está cubierta de salpicaduras de sangre, pequeños fragmentos de un horror que se niega a desaparecer. La imagen me devuelve la mirada, acusadora, como si supiera algo que yo ignoro.
Cierro los ojos, pero las imágenes persisten, cada vez más vívidas, más reales. Ignoro la náusea que me invade y, con frustración, me limpio la sangre de la cara. Me miro fijamente en el espejo, intentando ver algo más allá de mi reflejo, buscando en mis ojos la respuesta a un pasado que me atormenta. Pero solo encuentro un vacío, un abismo oscuro que amenaza con engullirme.
Tieso la mandíbula y agarro mi cabello, alzándolo para hacerme una coleta, pero lo suelto al instante. Mi cabello negro cae sobre mi rostro, ocultando el vacío que creía haber olvidado. Un vacío que Jackson parece empeñado en recordarme.
Vuelvo a saborear la sangre, preguntándome de quién será. ¿Quién habrá sido el desafortunado que cayó en manos de esa persona? Siento una pequeña punzada de desconfianza, una duda que se instala en mi mente como una semilla venenosa. ¿Quién podría ser?
Terry no, Alexa tampoco. Ellos no... Pero entonces, un recuerdo fugaz: el diente roto, la bicicleta, el empujón. Un cumpleaños, mucha gente... Una palabra: infiltrada. ¿Quién dijo eso? ¿Quién está infiltrado entre nosotros? ¿Quién me está observando en las sombras, esperando el momento oportuno para atacar?
Abro el grifo y me lavo la cara con más fuerza, intentando borrar los recuerdos que me asaltan. ¿Quién estuvo allí ese día? ¿Quién era residente? ¿Familia? No... ellos no tendrían el valor. Jackson... Imposible. Ayden... Él es raro, le gusta la sangre, pero no creo que sea él. ¿Henry? Demasiado callado. ¿Podría ser Heiner? Un susurro ahogado escapa de mis labios. Imposible, me digo a mí misma, pero la idea persiste, como una sombra que se alarga en la oscuridad. Podri ser él a la final Jackson tenía razón el es un desconocido, no lo conozco.
— Sea quien sea, lo voy a destruir. Lo voy a atrapar. Ya me estoy cansando de estas asquerosas bromas." Mi voz resuena en el baño, cargada de una furia contenida.
Ahora, en la ducha, siento el agua caliente correr por mi cuerpo, pero no puedo quitarme la sensación de la sangre. El líquido carmesí se mezcla con el agua, tiñéndola de rojo. "¡Qué asco!, pienso mientras veo cómo el agua arrastra la sangre de mi ropa. El agua se arremolina a mis pies, como un remolino de recuerdos oscuros.
Miro hacia arriba, dejando que el agua golpee mi cara. No me gusta esto, me siento vulnerable. Mi cabello empapado cae sobre mi rostro, recordándome a él. El pelirrojo... Sus ojos... Tan parecidos a Brayden.
Recuerdo que la prisión NERC era para gente peligrosa, pero no sé los detalles. Ya no importa, está fuera. ¿Qué más da? Si esa persona está infiltrada, tendré que descubrirlo. Y si descubro que está aquí, viéndome la cara, le daré el mejor final que pueda existir.
Prometí no volver a ser así, pero esta persona está jugando con mucha sangre y con una paciencia que no tengo. El agua sigue corriendo, pero la sangre sigue manchando la ropa. ¿Es mi sangre? ¿O es la de alguien más?
Pienso en la policía, en que estarán encima de nosotros. Pero todo saldrá bien, no haré ningún plan de inversión solo con la nueva persona que sacamos de (NERC) NEW EDMONTO REMAND CENTRE. No creo que sea tan tonta. Tendre que decirle a Alexa que investigue para saber. Aparte, sé que esta noche será diferente. Apenas cierre los ojos, ese recuerdo volverá a romperme. Así es cada noche. La tarde en que Brayden... No, no debo pensar en eso.
Cierro el grifo, frustrada. "Maldita sea, tengo que dejar de recordar eso." Me paso la mano por la cara, sintiéndome miserable. El simple hecho de decir su nombre me quema la garganta. Heiner... Brayden... La sangre... Todo se mezcla en mi mente, creando una pesadilla que no puedo escapar.
— Primero tendré que encargarme de todo esa sangre que quedó regada.