Un amor oscuro y perverso

29 Algo No anda bien

AUDREY CAMPBELL

"El corazón es un órgano traicionero, Jackson. No le confíes tu vida."

Al llegar a la montaña, sentí una tensión casi palpable que me erizó la piel. Al bajar del auto, escaneé los alrededores con cautela, como si esperara una amenaza inminente. El ambiente era pesado, opresivo, cargado de una energía oscura que no presagiaba nada bueno. Intenté ignorar esa inquietante sensación y me concentré en la cabaña que se alzaba frente a nosotros, imponente y silenciosa. Era más grande de lo que había imaginado, aunque su fachada descuidada y las tablas descoloridas revelaban el implacable paso del tiempo y las inclemencias del clima.

Mientras avanzábamos hacia la cabaña, el cielo se oscureció de repente, como si una mano invisible hubiera corrido las cortinas del sol, amenazando con una tormenta inminente. Observé a mis compañeros, la mayoría sumidos en un silencio sepulcral, absortos en sus propios pensamientos y temores. Al poner un pie en las escaleras del porche, la madera crujió bajo mi peso, un sonido lúgubre que resonó en el silencio del bosque como un presagio.

Elise se detuvo justo antes de la puerta y me dedicó una sonrisa enigmática que no llegaba a sus ojos.

—Bienvenida a Holl Creek, Audrey. Donde los milagros suceden.

Arqueé una ceja con escepticismo.

—¿Ah, sí? ¿Y qué clase de milagro me espera a mí en este lugar?

—Eso —respondió Elise con una mirada aún más enigmática, como si guardara un secreto inconfesable—, solo lo sabe quien mejor conoce los secretos de esta montaña.

Henry levantó la mano con solemnidad, como si estuviera prestando juramento.

—Conozco esta montaña como la palma de mi mano. De pies a cabeza. Recuerdo cada sendero, cada roca, cada árbol, cada rincón oscuro.

Dirigí mi mirada hacia Alexa, quien permanecía en silencio, observando la escena con una expresión indescifrable que ocultaba sus verdaderos pensamientos.

—¿Y tú, Alexa? ¿Qué te parece todo esto?

Alexa se encogió de hombros con indiferencia, frunciendo ligeramente los labios en un gesto de disgusto.

—Aunque me gustaría conocer este lugar, no me gusta la energía densa y opresiva que se respira aquí.

En ese momento, Ayden intervino con un entusiasmo forzado, casi inquietante.

—Entonces, yo estaré más que dispuesto a darte un recorrido personal por todos sus senderos y rincones secretos.

Sentí una punzada de desconfianza, una premonición de peligro, y dirigí mi mirada hacia Jackson, buscando su apoyo, pero no estaba por ningún lado. Sé que había bajado del auto, pero ¿dónde se había metido ahora? Ya lo descubriría, no iba a permitir que desapareciera así como así. En cambio, Heiner estaba observando a Terry con una intensidad desconcertante, casi obsesiva. Me pregunté qué secretos ocultaba esa mirada. No confiaba en él, algo en su actitud me ponía los pelos de punta. ¿Por qué lo había ayudado a salir de la prisión? La respuesta era clara: Por el parecido a Braiden.

Al entrar en la cabaña, pude sentir una ligera calidez que contrastaba con el frío gélido del exterior. Era apenas perceptible, pero suficiente para recordarme que no estábamos solos, que algo o alguien nos observaba desde las sombras. Observé el interior con atención: paredes de madera toscamente labrada, muebles escasos y desgastados, una chimenea apagada que parecía guardar secretos ancestrales. Era una cabaña sencilla, sin lujos ni comodidades, pero con un aire acogedor que resultaba inquietantemente engañoso.

Me acerqué a una de las ventanas y observé el exterior. La lluvia comenzaba a caer, primero con timidez, como si pidiera permiso, luego con una intensidad creciente que transformaba el paisaje en un borroso lienzo gris. Parecía que habíamos llegado justo a tiempo para refugiarnos de la tormenta, aunque no estaba segura de si estábamos a salvo de otros peligros.

En ese momento, Elise pasó a mi lado con su sonrisa característica, esa mueca enigmática que nunca revelaba sus verdaderas intenciones.

—Tienes frío —dijo con una mirada burlona que parecía leer mis pensamientos más oscuros. La miré de reojo, sin responder. No confiaba en ella ni en una sola palabra que saliera de sus labios. Me acerqué a la chimenea y la encendí con manos temblorosas. Necesitaba desesperadamente entrar en calor, tanto física como mentalmente, para poder enfrentar lo que nos esperaba en esa cabaña.

Observé a Heiner. Estaba cerca de la chimenea, calentándose las manos con una expresión serena que contrastaba con la tensión que yo sentía. Su cabello rojizo caía sobre su frente, ocultando quizás sus verdaderos pensamientos. Parecía tranquilo, casi despreocupado, pero sabía que era un experto en ocultar sus verdaderas intenciones. Luego, miré a Alexa. Estaba sentada en una silla, observando el fuego con una expresión pensativa, casi melancólica. Sus ojos azules parecían perdidos en la distancia, como si estuviera viendo fantasmas del pasado o visiones del futuro.

Elise no estaba a la vista. La busqué con la mirada, escaneando cada rincón de la cabaña, pero no la encontré por ningún lado. ¿Dónde se había metido? ¿Qué oscuros propósitos la habían llevado a desaparecer así? Tampoco veía a Henry. ¿Qué estaban tramando esos dos? ¿Qué secretos compartían?

Heiner jugaba con las llamas, atizándolas con un trozo de madera con una concentración casi obsesiva. Parecía absorto en su tarea, como si estuviera buscando respuestas en el fuego. ¿Qué secretos ocultaba en su interior? ¿Qué oscuros deseos lo consumían? Alexa seguía sentada en silencio, con la mirada fija en el fuego, como si estuviera hipnotizada por las danzantes llamas. ¿Qué pensamientos rondaban por su cabeza?

Sentí una punzada de desconfianza, una premonición de peligro que me heló la sangre. ¿Qué estaba pasando realmente en esa cabaña? ¿Qué oscuros secretos se escondían entre sus paredes? Tal vez me estaba volviendo paranoica, tal vez estaba exagerando las cosas, pero no podía evitar la persistente sensación de que algo no encajaba, de que estábamos a punto de caer en una trampa mortal.




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