AUDREY CAMPBELL
"En el abismo de la desesperación, todos somos capaces de lo impensable."
El descenso se convirtió en un calvario. Cada paso era una afrenta a la gravedad, una traición de rocas inestables y el zarpazo de ramas afiladas. Jackson se movía como una sombra felina, mientras yo me debatía contra el fuego en mis pulmones y el temblor implacable en mis piernas. La oscuridad nos envolvía como un sudario, haciendo que cada sombra pareciera una amenaza acechante.
— ¿Cuánto falta?, susurré, con la voz convertida en un hilo ahogado por la asfixia.
Jackson se detuvo un momento, escudriñando la oscuridad.
— Casi llegamos al pueblo, respondió, con la voz tensa. Pero no podemos arriesgarnos a entrar. Debemos tomar otro camino.
La decepción me derribó como un mazazo. El agotamiento era un lastre insoportable, la mera idea de seguir huyendo me resultaba abrumadora. Sin embargo, la lógica fría de Jackson se imponía: el pueblo era una ratonera, un destino que debíamos eludir a toda costa.
A medida que nos internábamos en un sendero olvidado, mi mente se convirtió en un laberinto de sospechas. Las palabras de Jackson sobre el eco de Heiner en Brianer resonaban como un mantra siniestro, plantando la semilla de una desconfianza que germinaba con cada paso.
Un mero parecido puede cegar la razón, había sentenciado, con una sonrisa que ocultaba un abismo. Puede distorsionar nuestra percepción, haciéndonos creer en espejismos en lugar de la cruda realidad.
¿Qué secretos ocultaba tras esa mirada serena? ?
¿Acaso era una marioneta en sus manos, un peón en un juego macabro del que desconocía las reglas?
La idea me carcomía por dentro, como un ácido corrosivo. Jackson, siempre un laberinto de secretos y sombras, se revelaba ahora como un completo desconocido. En esta huida desesperada, la verdad era aterradora: no sabía quién era el hombre a mi lado.
De repente, el sendero se abrió a un claro, y divisamos una luz tenue a lo lejos. Era el camino principal, la ruta que conducía al pueblo. La esperanza renació en mi pecho, haciéndome olvidar por un instante mis sospechas.
— ¡Estamos cerca!, jadeé, sintiendo una falsa bocanada de esperanza insuflar mis venas.
Pero Jackson me detuvo con un gesto brusco.
— Espera, murmuró, con la mirada clavada en la oscuridad como si pudiera desgarrarla. 'Algo huele a podrido.
Agucé el oído y escuché lo que él había percibido: el murmullo distante de voces, el crujido de ramas bajo pies pesados. La policía. Estaban cerca, muy cerca.
— Debemos dar la vuelta, susurró Jackson, tomándome del brazo con fuerza. Ahora.
La frustración me estranguló. Estábamos a un paso de la libertad, a un suspiro de la salvación, y ahora debíamos renunciar a todo, retroceder al abismo.
Mientras retrocedíamos por el sendero, la desconfianza volvió a apoderarse de mí. Ya no podía ignorar las señales, las miradas escurridizas, las palabras envenenadas, el silencio cómplice. Jackson tejía una red de mentiras a mi alrededor, y yo estaba decidida a desenmascarar su engaño.
Finalmente, encontramos un lugar apartado donde descansar, una pequeña cueva oculta entre la maleza. El silencio era opresivo, roto solo por el sonido de nuestras respiraciones agitadas.
— Se acabó el tiempo de las máscaras, sentencié, con la voz cargada de una determinación sombría.
Jackson me miró con sorpresa, como si no entendiera a qué me refería.
—¿Qué secretos quieres desenterrar?, inquirió, con la cautela de quien esconde un tesoro maldito.
— De Heiner, respondí, hundiendo mis ojos en los suyos como si buscara la verdad en lo más profundo de su alma. ¿Por qué sabías que su rostro me atormentaría hasta este punto?'
Jackson suspiró, como si estuviera cansado de la discusión.
— Era de esperarse tu reacción, dijo, con desdén.
No te preocupes, añadió, con una sonrisa amarga. Tampoco me importa si me crees o no. Al final, vas a ser tú quien pague las consecuencias.
Comenzó a avanzar hacia mí, y yo retrocedí instintivamente.
— Estúpido, murmuré, con rabia. ¿De verdad crees que nada de esto hubiera pasado si no te hubiéramos sacado de esa maldita prisión? ¡Deberíamos haberlos dejado pudriéndose ahí dentro!.
Jackson me miró con desprecio.
— Bueno, fuiste tú quien me ofreció ese trato, respondió, con una voz helada. El dinero ciega a la gente, Audrey. Los humanos son la criatura más ambiciosa y tú no te escapas de eso. Y no solo eso, te dejaste seducir por sus palabras, al final de cuentas igual caíste. ¿Y sabes por qué?'.
Hizo una pausa, conteniendo la respiración.
—Digamos que sí te mentí, admitió Jackson, con una sonrisa que me heló la sangre. Omití algunos detalles, distorsioné algunas verdades. Pequeñas mentiras, grandes consecuencias.
— Era de esperarse, continuó, con una sonrisa cruel.— Ese chico estaba en la prisión, ¿qué casualidad que logró salir de la cárcel el mismo día que ustedes nos estaban sacando? ¿Qué casualidad que se pareciera tanto a la persona que tanto les afecta? ¿Qué casualidad que ese recuerdo llegara hasta donde estaban nosotros? Las casualidades no existen, Audrey. Ya deberías haberlo sabido muy bien.
— Hablas como si me conocieras, dije, con cautela. 'Cuando no es así.
— Te conozco mejor que tú misma, Audrey Campbell, sentenció Jackson, con una intensidad que me desarmó por completo. He visto tu alma desnuda, he recorrido los laberintos de tu mente. Y lamento informarte que tu pasado, ese que creías enterrado, ha resurgido para atormentarte'.
Me quedé sin aliento, incapaz de procesar sus palabras.
— Y desafortunadamente', continuó Jackson, con una sonrisa sombría, 'ahora estamos acorralados en medio de un laberinto donde, si nos encuentran, estamos muertos. Tú por asesinato, nosotros por prófugos y asesinatos. Creo que al final de cuentas compartiremos celda.