Y cuando creía que nada me sorprendería, me entero de que Max decidió hacerse cargo de su hija.
Le está pidiendo consejos y ayuda a Arizona. No tengo idea que es lo que necesita porque llegué tarde a la conversación.
—Tienes la ayuda de tu madre. Es mujer y madre. —le dice Arizona.
—Mi madre no la verá con ojos de madre, sino de abuela, lo que significa que la malcriara hasta se canse, literal. No es amante de los niños en general, por eso no me presionó nunca para hacerla abuela.
Mi hermana suspira.
—Me encantaría ayudarte, pero no puedo. Ahora debo terminar de organizar una cena romántica, terminar un diseño para un cliente y pasar por los gemelos a casa de Akin asegurándome que no le dio dulces.
Termino de acomodar las flores en los jarrones y me alejo dejando de escuchar conversaciones privadas que no me conciernen.
Me alegra que Max decidiera aceptar a su hija y me da pena que no sepa que hacer, sin embargo, aprenderá, deberá hacerlo por su cuenta y no depender de su familia y amigos, sin olvidar que cada quien tiene su vida.
Me da un poco de pena que la niña haya perdido a su mamá luego de verla sufrir por una enfermedad como el cáncer, como si no fuera poco tiene que vivir con el padre que nunca conoció y en una nueva ciudad.
Se adaptará, todos los niños lo hacen si reciben el apoyo necesario.
Abro la puerta para unos huéspedes que van de salida y entra Dave con una sonrisa.
Genial, pensaba que Max sería el último hombre que querría ver hasta que conocí a Dave. Con la diferencia que Max no me soporta y a Dave le gusto y me invita a salir en cada oportunidad que tiene.
—Hola, April.
Le brindo una sonrisa tratando de ser amable.
Es el chef del restaurante del frente. Es tan guapo como engreído y solo habla de lo fantástico que es, de cuando se levanta a las cuatro de la mañana para hacer ejercicio antes de cocinar y mira el trasero de cualquier mujer de buen trasero que se cruce en su camino.
—Hola, Dave—cierro la puerta de la posada y camino de regreso a la mesa de recepción. Él me sigue—. ¿Te puedo ayudar en algo?
—Te traje mi famoso pastel de manzana. Tu madre me dijo que es tu favorito—apoya la caja sobre el mostrador—. Y vengo a invitarte a salir, de nuevo.
—Agradezco el pastel y la invitación, pero no puedo, estoy demasiado ocupada con la posada y con cosas.
Él arruga el ceño y apoya el brazo sobre el mostrador.
—Tu madre me dijo que la posada estaba tranquila y que tu hermana podría cubrirte en caso de salir en una cita, además dijo que no trabajas en otra cosa. Como sé que no sales a ningún lado, quizás yo pueda cambiar eso. Sal con este chef guapo.
Mierda. Voy a matar a mi madre por motivarlo a invitarme a salir.
No me cierro a los hombres ni a las citas, pero prefiero hacerlo con hombres que me agraden, con quien tenga cosas en común y me escuchen. Dave no es ese hombre.
—Estoy ocupada con otra cuestión de la que mi madre no sabe.
—¿Qué es?
—Pues, yo…—pienso en alguna excusa y Max pasa por la recepción. No sé que se me pasa por la cabeza, lo tomo del brazo deteniendo su andar y él me mira con una ceja arqueada—. Tengo que ayudar a Max con su hija.
—¿Qué? —pregunta Max.
Lo miro con ojos suplicantes.
No estoy segura de que me ayudaría, creo que me echaría a los leones antes que salvarme, aun así, ruego que me siga la corriente.
—Pediste ayuda con tu hija. ¿Recuerdas? Bueno, yo soy tu ayuda dado que mis hermanas están liadas con sus propios hijos.
—¿Rechazas una cita conmigo para ayudar a un hombre con su hija?
—Sí.
—Podemos salir en algún momento, no es que tienes que estar todo el tiempo con la niña. Conmigo vas a salir ganando.
—No es…
—Amigo, ella no quiere salir contigo y deberías aceptarlo. Si tan bueno te crees, hallarás a otra mujer, al menos que no te gusten las negativas e insistes para no aceptar que una mujer te dijo que no, en cualquier caso pierdes tu tiempo.
—¿Y tú quién eres para meterte donde no te llaman?
—Alguien que entiende cuando una mujer no quiere salir con él.
Oh no, lo único que me falta es que dos engreídos, queriendo demostrar quien es el más macho, se peleen aquí.
—Tranquilos—agarro mi bolso y a Max del brazo—. Dave, no me interesa salir contigo y Max y yo debemos irnos. Suerte.
Salimos de la posada y suelto a Max, ignorando que cada vez que él está cerca se produce algo extraño en mi cuerpo. De seguro es el rechazo que me genera.
—¿Quién ese idiota? Y si no quieres salir con él, solo debías decírselo.
—No soy buena en eso. Suele darme pena decirles que no.
—Aprende o te seguirá molestando.