Masajeo mis sienes antes de bajar el vehículo a acompañar a la madre de mi hijo a la primera ecografía.
Todavía no puedo creer que voy a ser padre. No quise creerlo, intenté no confiar en la palabra de la rubia guapa con quien tuve una noche de pasión y al final no pude seguir ignorando la verdad.
Ir a verla confirmó que no mentía. Tuvo razón al decir que yo la busqué cuando se estaba yendo, insistí en llevarla y la abordé sin condón.
Mis padres quieren conocerla, asegurarse que no es una oportunista y luego comprobar con una prueba de ADN que el bebé que espera es mío.
Yo no estoy seguro de que deba conocer a mis padres ahora, menos a mi madre que puede ser intensa.
Con Maya fue implacable y al final me dijo que no le agradaba. Con Arizona puede ser peor porque no tiene dinero como Maya ni viene de una buena familia.
Lo que me recuerda es que no he hablado con Maya. Pensaba darle una nueva oportunidad y volver a estar juntos, pero Arizona cambió todo. No estoy diciendo que vaya a estar con ella, solo que no será fácil para Maya tener que estar en una relación conmigo mientras espero un bebé con otra mujer.
Ignoro su llamada y le envío un mensaje diciendo que la llamaré luego, bajo del vehículo y entro en la clínica donde me encuentro con Arizona y la hermana pelirroja. Bueno, ella es más amable que la otra rubia.
—Hola. —saludo.
—Ya era hora. —exclama April.
Me equivoqué, es intensa igual que la otra.
—Esto me tiene algo nerviosa. —menciona Arizona.
—No debes temer.
—¿Y si me dice que el bebé es deforme? Bebí algunas copas de vinos en los meses que estuve embarazada sin saberlo. Menos mal que estuvimos muy ocupadas con la posada y no salí de fiesta ni me acosté con nadie más o además de tener nervios por el embarazo, estaría en dilema con el padre—me mira—. Y tú, seguro desearías que el padre fuera otro.
—No deseaba un bebé en este momento y menos con una mujer de una noche, pero pasó y hay que lidiar con la situación. Vamos porque no tengo mucho tiempo.
Los tres emprendemos camino al consultorio, no alcanzamos a sentarnos porque el médico llama a Arizona.
Le hace preguntas de rutina y le receta unas gotas para que pueda controlar las náuseas y vómitos.
—¿Hasta cuándo seré bulímica mañanera? —pregunta Arizona con seriedad.
Su hermana ríe y el médico también. Yo estoy demasiado nervioso para reírme, y ni siquiera conozco los motivos de los nervios.
—Según los análisis tienes casi tres meses de embarazo, generalmente suelen desaparecer pasando los tres meses y comenzando los cuatro. Prueba con las galletas que te indiqué y las gotas.
—Luego de eso mi vientre comenzara a crecer y se me hincharán los pies y la vejiga me odiará. Tampoco podré depilarme por mi cuenta y pasaré de bulímica a una mujer con pelos. Algunos creerán que soy feminista que quiere ir contra los estereotipos, cuando en realidad soy feminista que quiere igualdad y depilarse.
No puedo evitar reír. A Arizona le gusta hablar y contar más de la cuenta.
—Todo a su tiempo—menciona el doctor ignorando algunas cosas que dijo—. Ayudaría hacer deporte. El yoga para embarazadas es muy bueno para llevar el embarazo y el parto. ¿Practica deportes?
—Si correr con mi sobrina y su amiga mientras jugamos con la pelota, o a las escondidas, cuenta como deporte, sí, de lo contrario no.
—Prueba con el yoga o la natación. Caminar también es bueno—me mira—. Si tiene tiempo, puede acompañarla a hacer actividad. Es bueno que la pareja hagan cosas juntos durante el embarazo.
—No, ella y yo…
—No somos pareja, doctor. Nos acostamos una noche juntos, él entró sin globito y yo soy un desastre con las pastillas, así que aquí estamos. Somos dos casi desconocidos que tendrán un bebé por irresponsables nublados por el fuego del placer… Podría ser poeta.
El doctor asiente riendo y señala la camilla.
—Vamos a revisarte.
—¿Era necesario que le explicara nuestra situación al médico? —musito en voz baja.
—Así es Arizona, acostúmbrate. —responde la hermana.
—¿Me va a meter la sonda violadora de embarazadas?
El doctor suelta una carcajada mientras yo no entiendo nada. No sé ni que es una sonda de embarazada.
—No, lo haré sobre el vientre.
Arizona se acuesta en la camilla, se levanta la blusa y permite que le coloquen el gel y pasea sobre el vientre la paleta del ecógrafo.
Su hermana se coloca al lado y agarra su mano. Yo no me siento cómodo haciendo eso, así que me quedo donde estoy observando la pantalla. El doctor indica las manitos del bebé, las piernas, la cabeza y nos deja escuchar el corazón.
Tengo un revoltijo de emociones al escuchar el corazón y ver a mi hijo o hija, todavía no se puede saber el sexo. Tampoco se ve muy bien y el doctor indica que en la próxima ecografía veremos al bebé con más claridad y sabremos el sexo.