Un amor para Arizona

Capítulo 8: Troy

Estoy asombrado con Arizona. Ya de por sí me impresionó durante el almuerzo con mis padres con respuestas que le brindó a las preguntas de mis padres.

Ahora, en este momento, me sorprendió un poco más mostrándose simpática y divertida con las mujeres en la despedida de soltera, pero también firme para negarse a algo, como la novia preguntándole si podía bailar arriba de la mesa.

Sirvo un jugo, agarro a Arizona del brazo, la obligo a sentarse y le entrego el vaso.

—Bebe y descansa.

—Estoy bien—bebe—. No me digas lo que tengo que hacer.

—No tendría que hacerlo si tuvieras consciencia de tu salud y la de nuestro hijo. No has parado ni un minuto.

—Yo creí que contar con tu apoyo aliviaría mi estrés—suspira—. Se suponía que sería una agradable reunión entre mujeres, una despedida de soltera aburrida donde no pasaría nada más que charlas graciosas y algunas incómodas, regalos sensuales y terminarían emocionadas brindando por la novia. En lugar de eso, estas mujeres están desesperadas por champaña y strippers. Meses atrás probablemente las habría apoyado y esto sería una fiesta, pero he madurado y voy a ser madre, así que debo ser responsable. ¿No?

Asiento.

—Por supuesto. ¿A qué hora termina este evento?

Mira la hora en su reloj.

—En media hora. Le diré a la novia que abra los regalos, les daré el pastel y las echaré recomendándoles un buen club para que sigan la fiesta.

—Mejor, así descansas.

Ríe.

—¿Descansar? Tengo que servir tragos. Es noche de karaoke y los tragos vuelan. No te preocupes, mañana dormiré todo el día.

No me da tiempo a insistir que descanse y se olvide de servir tragos porque se da la vuelta y se aleja.

Definitivamente Arizona no es como ninguna mujer que conocí en mi vida. Todavía no sé si eso es bueno o no. Espero que sea bueno porque es la madre de mi hijo o hija.

Ni siquiera puedo procesar que pasara justo ahora, pero así fue y la idea de ser padre me entusiasma bastante. Claro que me hubiera gustado casarme con Maya y tener hijos con ella… Ahora que lo pienso nunca tocamos el tema de los hijos. Tampoco la he visto con niños. Recuerdo que una vez que la amiga tuvo un bebé y ella le envió un regalo evitando ir.

Bueno, una cosa es que no le gusten los bebés de otras personas, pero los de uno mismo… Yo voy a tener uno con Arizona, no sería de ella y no podría estar con ella o con ninguna mujer que no aceptara a mi hijo.

Saco el celular y le marco, ella responde al tercer tono.

—Por fin, pensé que me estabas castigando por lo que pasó entre nosotros.

—No, he estado ocupado con algunas cuestiones.

—Por favor, Troy, hablemos. Te amo y quiero estar contigo, solo tenía miedo, no me esperaba que me propusieras matrimonio. Ya estoy lista para aceptar y si no quieres proponérmelo está bien, esperaré.

Cierro los ojos.

Hace tres meses hubiera deseado que me dijera eso mismo. En este momento se siente como un gran peso, una carga con la que no estoy seguro con la que poder lidiar.

A Max no le agrada Maya, dice que no me ama, que solo me utiliza para que su padre no le corte el dinero.

Trabaja en la empresa de publicidad de su padre en un puesto administrativo. Mi amigo dice que es acomodo y que realmente no trabaja. Yo no puedo decir que lo hace o que no porque no me he metido en sus asuntos.

Todo es muy complicado.

—Necesito que hablemos. ¿Estás en tu casa?

—Sí, acabo de regresar del centro comercial. ¿Te espero y cenamos juntos?

—En media hora ando por ahí.

—Perfecto. Te veo en un rato.

Finalizo la llamada sin tener idea que le diré. Tengo que decirle que quien necesita tiempo esta vez soy yo y contarle sobre Arizona y el embarazo.

Busco a Arizona con la mirada y la encuentro ayudando a la novia a abrir regalos. Todas las chicas se enloquecen por un conjunto de ropa interior de encaje negro.

Camino hasta ella y me acerco desde atrás sintiendo su aroma.

No sé por qué de repente recuerdo la única noche que pasamos juntos. Ella fue tan complaciente, decidida y segura de lo que quería. También sentí una conexión algo electrizante y fue como si pudiéramos comunicarnos con los sentidos sin necesidad de emitir palabras.

En la mañana, mientras me duchaba, pensaba como despedirme de ella sin que quisiera algo más. Ella dijo que no, pero por experiencia sabía que las mujeres tendían a cambiar de opinión y yo era el que terminaba siendo insultado y tratado de patán. Con Arizona no hizo falta, cuando salí del baño ella no estaba, sus cosas tampoco y solo había una nota y su tanga roja.

Creo que si no hubiera estado tan ofuscado y dolido por Maya, habría invitado a salir a Arizona. Era divertida e inteligente, lo es. Excepto que ella no quiere una relación y yo estoy liado con Maya, y vamos a tener un bebé, por lo que es mejor llevar las cosas bien y sin complicaciones.




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