Hola soy Annie Davidson, ahora que nos conocemos me puedes llamar Anns y la verdad no tengo ni idea de como empezar con esta tonta historia de amor, pero si quieres saber como termine con el corazón roto en mil pedazos en un aeropuerto, pues sigue leyendo.
Todo empezó cuando mi madre se casó hace dos días atrás con su nueva pareja. Ellos están empezando una nueva vida y se iban de luna de miel por el caribe. Ella me ofreció a acompañarla y obviamente decidí rechazar su invitación, porque realmente sería muy incómodo estar metida junto a ellos en plena luna de miel. ¡Seria una carga! Para no quedarme sola y abandonada en Valley, Mamá llamó a mi padre y me exilio a Canadá a convivir con él por no sé cuándo tiempo.
Solía vivir este pueblo llamado WestVille al norte de Canadá, tuve una buena infancia hasta los nueve años, supongo que también iba tener una buena adolescencia, pero el matrimonio de mis padres fracasó. inmediatamente Mamá me llevó de regreso a su país de origen sin despedirme de mi padre y amigos.
¡Lo bueno es que ahora estoy de regreso!
—¿Qué tal tu espalda? —preguntó mi padre, sacándome de mis pensamientos.
—Siento un gran dolor. —me quejo, tratando de enderezar mi espalda rápidamente. —¿Ya llegamos?
—Estamos muy cerca. —respondió Papá.
Saque la cabeza por la ventanilla, observando lo mucho que extrañe la naturaleza de WestVille: Los pinos relucientes, las colinas con copos de nieve en lo alto de la cima, el cielo azulino cubierto de nubes que impiden que los molestos rayos de sol entren. ¡Es el clima perfecto! busque mi celular entre los asientos para tomar algunas fotos a las casas antiguas cuando el auto se detuvo de golpe, logrando que me golpee con el asiento de adelante.
¡Ouch!
—¡Annie llegamos a nuestra querida casa! —exclamo mi padre con una sonrisa de oreja a oreja.
Él salió del coche y se dirigió al maletero a sacar mis cosas de mudanzas, que por cierto eran pocas. La mayoría de mi ropa de Valley era muy ligeras para traerlas aquí. Mi madre optó por prestarme algunos abrigos, pero los deje a escondidas en el sótano, porque no alcanzaba espacio suficiente para mis libros. ¡Prioridades!
Salí del auto con la mano en la frente por el dolor del golpe
—Me alegro de verte, Annie —dijo Papá con una sonrisa al mismo tiempo que me sostiene firmemente. Si que me extraño, eso que siempre nos reuníamos en las vacaciones de verano.
—Yo también me alegro de verte, papá.
—¿Cómo está Eve? —preguntó, deteniéndose enfrente de mí con mis maletas entre sus manos.
— Mamá está bien.—muy bien diría yo. Esta en las nubes con su galán en el caribe con una gran vista al océano.
Caminamos y me detengo a observar la casa en donde solía vivir. Luce igual de grande como lo recordaba. Lo único que estaba maltratado era el jardín de la entrada. Los árboles del pequeño jardín estaban secos y algunos que otro estaban muertos, el tejado está apunto de desplomarse. ¡Es un desastre! pero con unos buenos arreglos todo puede mejorar. Caminé hacia las gradas para entrar a la casa, pero me detengo por segunda vez, al observar la casa de al lado.
¡Es la casa de Jesse McClair!
Todos los recuerdos vinieron hacia mi mente al ver esa casa. Jesse McClair fue mi primer amor y mi mejor amigo de la infancia, tenía una pequeña obsesión con él. Era el típico niño que tenía a todas las vecinas del vecindario enamoradas con su abundante cabellera rubio del color del trigo y sus ojos azules brillantes, tenía el rostro de un chico que nunca se metería en problemas. Me pregunto cómo le habrá dado la pubertad. Debo de admitir que no lo puede sacar de mi mente durante estos años, suena tonto pero en mi estadía en la ciudad de Valley, asistía a la escuela de las señoritas de "Santa María" y los únicos hombres que habían allí eran los profesores cuarentones y los encargados de limpieza y ni hablar del departamento donde solia vivir.
A comparación de nuestra casa la de él está muy limpia y decente con un hermoso jardín de girasoles, luce muy diferente a lo que solía recordar.
Procedo a entrar a la casa antes que el viento me arrastre junto a él. Me asombro al ver todo igual como antes. Papá esta bajando de las escaleras, y se dirige a la cocina a tomar un vaso de agua. Me dirijo a mi antigua habitación, lo cual recuerdo que tiene una gran ventana donde se puede ver cierta casa de una personita. Procedo a abrir la puerta y me sorprendo al ver toda mi habitación igual como lo deje hace años. Las paredes son de un color azul claro, el suelo de madera, las persianas blancas, el armario marrón que estaba al lado de mi cama, el techo con las estrellas fosforescentes... Todo aquello formaba parte de mi infancia. Los únicos cambios que había introducido mi padre eran los dos estantes de libro que están en las paredes y un escritorio.
Para mi mala suerte mi padre subió mi equipaje y los puso en el espacio de la ventana de al lado y para vaciar ese espacio tenía que hacer lo que más detesto de las mudanzas: desempacar.
Cierro la puerta con el pie y me permito caer en mi cama con los brazos estirados, sintiendo un gran cansancio al solo ver lo que tendré que desempacar y acomodar. Suelto un suspiro que he estado reprimiendo durante todo el trayecto. Me levanto de la cama para ordenar, aunque mis pies y manos no lo quieran, trato de abrir una caja donde se encuentran mis libros y escucho el sonido del timbre de la puerta, rápidamente cierro la caja.
Me pregunto quiénes serán, ¿Serán los abuelos? No creo que vinieran muy rápido ¿Serán los McClair? Podría ser... ¡Viven al lado! ¡Quizás son ellos!
Me miré en el espejo y debía admitir que no me gustaba cómo me veía, para variar mi cabello es un desastre. Los rizos de mi cabello están enredados entre ellos y mi blusa blanca de manos largas se ve un poco arrugada.