—Daniel, no puedes hacer eso, es tu hija.
—No vengas con eso ahora, Nebraska. Ambos sabemos que tuvimos a la niña porque tú querías. Yo solo quise complacerte y te dejé claro que el trabajo sería primero.
Miro a mi pequeña jugar con sus barbies sentada en la sala y me alejo para hablar con su padre y controlar mis deseos de asesinarlo.
—No me dijiste eso. El problema es que no fue un niño como querías.
—Como sea, no voy a discutir esto ahora. Tengo que abrir un restaurante en Nueva York y estoy lleno de trabajo. Pasaré a verla cuando ande un poco desocupado y la llevaré a tomar un helado.
—Daniel…
—Debo colgar. Te envío la cuota del mes de Angie. Adiós, Nebraska.
Y así de simple, cuelga.
Todavía no comprendo como estuve casada seis años con él antes de divorciarme. Supongo que por ser joven, enamoradiza y estúpida.
Guardo el celular en el bolsillo trasero de mi pantalón y me reúno con mi hija. Ella me enseña su barbie princesa y sonrío procurando que no note mi cara de enfado por causa de su padre.
Nunca le pido nada, lo único que le pedí es que estuviera en la fiesta de fin de año escolar de su única hija. Él dice que no quiere perder el tiempo en eso cuando la niña apenas tiene cuatro años, no es como si se estuviera graduando de la preparatoria o de la Universidad.
Tiene la decencia de echarme en cara que tuvimos a Angie por deseo propio y que él no estaba interesado. Él estuvo de acuerdo en tener un hijo cuando se lo mencioné y obviamente estuvo ahí.
El divorcio fue lo mejor que hice, solo que no pensé que lo convertiría en un padre completamente ausente, antes lo era, mas no tanto.
—Angie, es hora de bañarse.
—¿Papi no quiso habar conmigo?
Trago con fuerza.
—Estaba ocupado, cariño.
Ella deja la barbie en el suelo y se levanta.
—Está bien. Yo sé que no me quiere.
—Angie, eso no es cierto.
Se encoge de hombros.
—Los papas de mis amigas están reparados también y las visitan po que las quieren.
—Se dice separados y es diferente. Tu padre vive en otra ciudad.
—El de mi amiga Su también y lo ve.
Dicho eso, sale corriendo dejándome con la boca abierta.
Mi hija es demasiado inteligente para su edad y no sé si alegrarme o preocuparme.
Ella merece tener un padre que la quiera, la consienta y esté siempre para ella, no uno mediocre que no la valora.
Angie no debería sufrir por culpa mía, por no saber elegir un buen esposo y padre.
Lamentablemente, no hay nada que pueda hacer. Él cumple con la pensión que le corresponde y los días de visitas son derechos, no obligaciones, y tampoco haría escándalo por eso. No puedo forzar a Daniel a querer a su hija y tampoco a ella pasar tiempo con él.
Espero que no se arrepienta cuando note que el trabajo no lo es todo o descubra que tiene una hija maravillosa a la que no le prestó atención.
Mi hermana Arizona dice que deje de insistirle a Daniel que vea a su hija y que todo siga su curso. Es más, ella cree que debería decirle a Angie que su padre no la quiere, sin embargo, yo no haría eso aunque ella lo intuya.
Cuando sea mayor lo entenderá y decidirá por su cuenta.
Mi celular suena de nuevo, mi hija está lista para su baño, lleno la bañera, hecho jabón líquido y ayudo a Angie a meterse, mientras la vigilo, respondo.
—Hola.
—Nebra que bueno que respondes. Llevo llamándote como un millón de horas.
Sonrío.
—No exageres, Ari. Estaba hablando con Daniel.
—¿Y ese miembro flácido otra vez se negó a ver a mi sobrina?
—Ya sabes como es. No me digas Nebra que suena horrible.
—Culpa a nuestros padres que nos pusieron nombres de los Estados Unidos.
—Por lo menos tu sobrenombre Ari es mejor.
—Haciendo a un lado nuestros nombres horribles, me acaba de llegar un correo de un abogado, un tal Samuels, diciendo que la abuela murió y nos heredó una casa en Irlanda. Debemos presentarnos lo antes posible para reclamar la herencia. Tanto tú, yo y una tal April.
—¿Qué? No sabía nada. ¿Teníamos una abuela en Irlanda?
—Yo dije lo mismo. Es raro que yo esté informada antes que tú. De las dos tú eres la responsable. Si no fuera por ti nunca pagaría la cuenta del teléfono.
—Deja que termine con Angie, revisaré el correo y te llamo.
—Está bien.
—¿Por dónde andas?
—Estoy en México. Avísame que me muero de ansiedad por saber y no entiendo mucho. Estudié arte, no leyes.
—Yo te aviso.