Un amor para Nebraska

Capítulo 2: Zeke

—¿Sigues creyendo que tu mujer va a regresar arrepentida?

—No, Conan, ya se firmaron los papeles de divorcio hace meses, no puedo darle lo que ella desea y está con otro.

Mi amigo suspira y toma asiento.

—Lo siento. Inés no te merecía.

—No puedo culparla—paso la mano por mi cabello—. No quiero hablar más del tema. ¿Hablaste con las hermanas Adams?

—No, todavía no.  

Enarco una ceja.

—Ya llamarán. Aunque no visitaron ni a su hermana ni a su abuela, hay una herencia y ya sabes como es.

Mi amigo niega con la cabeza.

—Sí, están ocupadas para hacer visitas, pero hay dinero y ahí van. Se fueron de Cork con la madre cuando se divorció del padre y no regresaron. —informa mi amigo.

—¿Ellas vivieron aquí?

—Sí, Nebraska fue a la escuela con nosotros.

—No la recuerdo, lo que es raro por el nombre.

—Tú eres un año mayor que ella y se fue cuando tenía dieciséis años. No teníamos relación con ella, yo no me acordaba tampoco. Lo supe porque mi esposa lo mencionó anoche.

—Da igual. Hay que insistir para que vengan o April perderá la casa en la que ha vivido casi toda su vida. Ni siquiera comprendo los motivos de Adison para dejarle su herencia a las tres nietas y no solo a April que fue quien estuvo a su lado hasta los últimos días de vida. Ni el padre se hizo cargo de su madre.

Canon hace una mueca.

—Es mejor no juzgar, Zeke. Otra cosa que aprendí como abogado es que no siempre todo es lo que parece. Suele haber más de lo que no vemos. April no parece tenerle rencor a sus hermanas, todo lo contrario, así que no podemos opinar sobre lo que no sabemos—mira la hora—. Ya me voy. Le prometí a Ziara que haría la cena.

—Saludos a mi hermana.  

Mi amigo y socio Canon se retira de la oficina, me relajo un momento en mi silla y mis ojos se van a los papeles del divorcio que ya es oficial. Inés se fue hace un año al cansarse que no podía darle hijos y no tardó ni un mes en enviarme la demanda de divorcio, yo tardé tres meses en firmar pensando que ella entraría en razón, regresaría y podríamos ser felices sin hijos o quizás adoptar, mas no hubo vuelta atrás cuando supe que estaba con otro. Decidí aceptar la verdad, que ella estaba rehaciendo su vida con otro. Firmé y la dejé ir.  

Agarro mi celular, llamo al número de teléfono que conseguí de Nebraska, la hermana mayor, y presiono llamar mientras guardo los papeles en el último cajón del escritorio.

—Hola. —dice una voz infantil.

Me concentro en el teléfono.

—Hola. Necesito hablar con Nebraska Adams.

—¿Esa quién es?

—No sé. Puede ser tu mamá o tu tía.

—Mi mamá es mi mamá y mi tía se llama Ari.

—¿Cómo se llama tu mamá?

—Mamá, a veces le digo mami.

Dibujo una sonrisa ante la inocencia de la niña.

—¿Puedes pasarme con tu mami?

—Está bien. ¡Mamá, un estaño en tu lefono? —río en voz baja—. Ahora lo atende.  

Se escucha un ruido raro y luego la voz dulce y suave de una mujer diciendo hola.

—Buenas tardes… Perdón, allá debe ser de mañana.

—Sí. ¿Quién habla?

—Me llamo Zeke Samuels y soy…

—El abogado que envió el correo por la herencia.  

—El mismo. No obtuvimos respuesta ni de su hermana, ni de usted, y necesitamos saber si ambas vendrán a la lectura oficial del testamento. Imagino que lo harán porque nunca visitan a sus familias, mas aparecen cuando hay herencia de por medio.  

—¿Y eso que quiere decir?

Me muerdo la lengua evitando decir que me molesta que no hayan visitado a su abuela muriendo de cáncer y no ofrecieran ayuda a su hermana.

—Nada, no importa. ¿Cuándo la esperamos a usted y a su hermana?

—La cuestión es que ni mi hermana ni yo sabíamos que teníamos una abuela en Irlanda y tampoco una hermana. Perdimos contacto con nuestro padre cuando nuestra madre lo dejó cansada de sus infidelidades y ella nunca nos dijo nada.

Trago con fuerza, confundido.

—¿No sabían que tenían una abuela y una hermana en Cork?

—No. Arizona, mi hermana la que conozco, me llamó para preguntarme por la hermana desconocida. Como comprenderá, nosotras vivimos en Estados Unidos y no podemos dejarlo todo solo por una herencia de una persona que no conocemos.

—Lo entiendo. No sabía nada sobre eso. De igual manera, necesito que vengan, ambas. April fue quien cuidó de su abuela hasta su muerte, sacrificando sus propios intereses.

—Una hermana que no conocemos. No quiero sonar dura, pero si ella sacrificó sus propios intereses para cuidar de la abuela, fue su decisión y no por eso debo sentir lástima y dejar mi vida aquí para volar a otro país a reclamar una herencia de la que no tenía conocimiento.




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