Un amor para Nebraska

Capítulo 4: Zeke

El plan era dejar a las hermanas que se conocieran y después hablar más tarde sobre el testamento, me quedé por pedido de April porque se sentía algo incómoda con la presencia de sus hermanas, quienes estaban algo sorprendidas. No es para menos.

Acabo de descubrir que el padre de las tres era bígamo. Estaba casado legalmente en Los Estados Unidos con la madre de Nebraska y Arizona, luego se mudaron a Irlanda. Al poco tiempo conoció a la madre de April y se casó con ella en este país manteniéndola en otro estado y evitado que se cruzara con la madre de las hermanas rubias.

Cuando la madre de las dos hermanas rubias lo descubrió, tomó a sus hijas y se fue sin mirar atrás, prohibiéndole verlas, y no les dijo nada. La mamá de April también descubrió la verdad y echó al esposo bígamo, aunque para ese entonces la esposa número uno ya se había ido. Ninguna de las hermanas sabe nada sobre su padre.

La abuela de las chicas se mudó con su hijo a Cork desde Dublin después de que se quedara solo. Compraron la casa está tras vender la casa donde Han Adams vivió con su primera esposa e hijas, la madre vendió su casa en Dublin y decidieron quedarse aquí. Un día Han se fue y no volvieron a saber de él. April se mudó con su abuela cuando esta enfermó y recientemente su madre Adelaida también se mudó.

Una historia increíble para un libro.

—Lo siento, necesito un trago—dice Arizona—. No acostumbro a beber, pero justo ahora mi cabeza es un remolino.

April se pone de pie, sirve un shot de tequila de la mesa de bebidas y se lo entrega a su hermana.

—Yo no supe que tenía hermanas hasta que vine a vivir con mi abuela, hace seis años. Quise ponerme en contacto con ustedes, la abuela me ayudó porque también quería contacto con ustedes, pero su madre nos pidió que nos mantuviéramos alejadas. Tú Nebraska recién te habías casado y Arizona estaba en la Universidad. Me dijo que no sabían nada de la doble vida de su padre y prefería mantener las cosas así. La abuela y yo no quisimos poner sus vidas patas para arriba y le hicimos caso. —explica April.

—Genial, nuestro padre además de imbécil era bígamo. —dice Nebraska.

Arizona ríe y bebe otro shot.

—Mamá muerta no puede darnos explicaciones. —agrega esta.

Comparto una mirada con April. Esa información no la teníamos.

Mis ojos se van a la pequeña que está sentada en el sofá mirando la escena con atención. Adelaida, la madre de April, llega a casa y se presenta.

—Esto es extraño. —dice.

—Ni que lo diga. Estamos conociendo una hermana y la segunda esposa de nuestro de padre. Si quiere un trago, me dice—exclama Arizona y mira el vaso—. Aunque en teoría es su tequila y no necesita pedirme.

—Siéntete como en tu casa.  

Adelaida mira en mi dirección, le hago señas en dirección a la niña y le pregunta si quiere ir a la cocina con ella a preparar limonadas y galletas.

La niña mira a su madre.

—¿Puedo, mamá?

—Sí, cariño—le sonríe a Adelaida—. Gracias. No se preocupe, sabemos que usted fue una víctima del bastardo al que llamamos padre.

Las dos se retiran.

—No me referiré a él como padre nunca más—exclama Arizona.

—Espermatozoide fallido le queda mejor. —agrega Nebraska.

—Ese me gusta. —concuerda Arizona.

April ríe.

—No puedo discutir. —opina la menor de las hermanas.

Las tres hermanas se ríen, dejo que hablen solas y camino hacia la cocina riendo por el apodo que le pusieron a su progenitor.

—¿Cómo va eso? —pregunta Adelaida.

—Creo que las tres se entenderán. Ya se pusieron de acuerdo para llamar a su padre espermatozoide fallido.

—¿Qué es un espatazoide fallido?

Adelaida y yo reímos.

—Un sobrenombre gracioso. —responde Adelaida mirando a la niña con amor.

Sé que ella desea un nieto y comprendo su mirada, es la misma que pone mi madre cada vez que ve un niño y sabe que yo no podré darle nietos propios.

—¿Tú no le pones un sobrenombre gracioso a tu padre? —pregunto.

Ella bebe su leche y pasa la lengua por sus labios.

—No. Mi papá no me quere y no lo veo nunca.

—¿Por qué dices eso? —pregunta Adelaida.

Se encoge de hombros.

—Mami siempe pelea con él para que me vea y él no lo hace.

Un nudo se forma en mi garganta ante semejante expresión. ¿Cómo es posible no querer a tu propia hija?

—Estoy segura de que tu padre trabaja mucho…

—Mami dice eso, yo sé que no es vedad. El papá de Cindy la visita y la lleva a pasear, a mí no y cuando me ve, no me pesta atención.

Comparto una mirada con Adelaida.

—Él se lo pierde. —musito.

Ella sonríe.




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