Termino de guardar los platos y limpiar la cocina, reviso mi teléfono encontrando un mensaje de mi ex diciendo que envió el documento firmado con la autorización para Angie. Ni siquiera preguntó por qué extenderíamos la estancia en Irlanda y tampoco como estaba su hija.
Pienso que es feliz teniéndonos lejos.
Guardo el celular sin responderle de nuevo y regreso a la sala. Mis hermanas se fueron a dormir. La resaca no es lo suyo. April no toma nunca y Arizona rara vez, por lo que a las dos les pegó fuerte y ninguna tuvo sexo, al parecer los escoceses estaban tan ebrios o más que ellas. Las dos llegaron sobre la madrugada diciendo que no pasó nada.
Me detengo en el umbral, viendo a Zeke con mi hija. Ambos están sentados en el sofá, Angie mostrándole sus dibujos y diciendo que quiere contar historias cuando sea mayor. Zeke le presta atención y hace preguntas nada más para hacerla sentir bien a ella.
Daniel nunca le prestó atención, ni cuando ella le hizo un dibujo para su refrigerador, él dejó caer el dibujo y vi como lo tiraba a la basura en cuanto se fue de casa. Angie quedó feliz pensando que su padre se había llevado el dibujo para colgarlo en su refrigerador.
Adelaila aparece vestida como jardinera, dice que aprovechará el tiempo para cortar raíces y trabajar en su jardín un rato.
Saluda a Zeke y camina hacia la salida del jardín.
—Yo debo volver al trabajo. —menciona Zeke levantándose.
—¿Ahora? —pregunta mi hija.
—Sí, tengo que trabajar—ríe—. Dile a tu mami que llame a mi hermana y arregle con ella para conocer a mi sobrina.
Doy un paso al frente.
—Eso está hecho—informo—. Mañana iremos a tomar un helado con ellas.
Angie abre los ojos y corre a abrazarme.
—Gracias.
—Se llevarán bien. Puede que mi sobrina hable demasiado.
—Igual no quero que te vayas.
—Hija, Zeke debe trabajar. En otro momento te visitará.
—Sí, te prometo que leeremos un cuento juntos cuando los tengas. ¿Te parece?
Ella asiente.
—Te haré el dibujo para el rifrigerador.
Ríe.
—Más te vale. Yo lo espero con ansias. Tengo como cuatro de mis sobrinas y no quiero que falte el tuyo.
—Te acompaño a la puerta—asiente—. Angie…
—Voy a odenar y domiré la siesta con la tía Ari.
—Buena niña. Despídete de Zeke.
Ella se da la vuelta, corre hacia el abogado y lo abraza con fuerza. Zeke se queda estática, mas reacciona y le devuelve el abrazo.
—No es una despedida.
Angie sonríe, lo saluda con la mano y se aleja corriendo.
—No es por alardear, pero tengo una hija perfecta.
—La tienes. No recuerdo haber conocido una niña tan educada, amable y dulce. No hace dramas por nada.
—La verdad no. ¿Tu sobrina?
—Hace berrinches cuando los padres la obligan a comer verduras, cuando debe bañarse porque no le gusta y cuando quiere helado y no le compran. No pueden hablar nada privado delante de ella porque lo grita a los cuatro vientos. Ten en cuenta ese detalle.
Río.
—Confirmo. Tengo a la hija perfecta. Angie no me hace problemas para nada. Ordena sin que se lo pida, sabe cuál es su hora de dormir y para ese entonces ya tiene el pijama puesto y el cuento que quiere que le lea. Siempre quiere ayudar en todo—suspiro—. Hace dos meses tuve gripe, Arizona se quedó un par de días y Angie me ponía paños de agua fría en la cabeza para la fiebre, me acomodaba las almohadas y se aseguraba que no tuviera frío, ni sed, ni hambre. La vida me dio un esposo mediocre y me recompensó con una hija maravillosa.
—Le dije que podía quererla y ella mencionó que no podía quererla si ni su propio padre la quiere.
Me entristece saber eso. Duele mucho que se exprese de esa manera.
—Algo que hice bien fue ponerle mi apellido, no solo el de Daniel, así que cuando sea mayor se puede quitar el apellido de su padre si lo desea. Estoy pensando en hablar con él por la custodia completa. Creo que a este punto es lo mejor porque estoy cansada de tener que llamarlo para consultarle cosas que siento que no debería.
—Si necesitas ayuda y asesoramiento con respecto a eso, puedes hablar conmigo en toda confianza.
—Gracias—sonrío y abro la puerta—. Gracias por tan bueno con mi hija.
—Es un placer.
Él me observa, por su mirada interpreto que quiere decirme algo, espero a que diga lo que tenga que decir, pero nada, se da la vuelta y sale sin agregar nada. Estoy por cerrar la puerta y me detengo al ver que él se gira y me mira directo.
—¿Te olvidaste algo?
—No, yo solo… les avisaré si tienen que firmar algo más. Nos vemos.
Se va y cierro la puerta evitando hacer el ridículo una vez más observándolo. Ya hice el ridículo frente a él muchas veces.