Un amor para Nebraska

Capítulo 23: Nebraska

Entro en casa con Angie que no deja de hablar lo bien que la pasó en la pijama. Dice que las amigas de Leila son geniales y una de ellas tiene su edad, por lo que me pidió ir a la escuela donde va a ella para entrar teniendo una amiga. Ya con ese comentario deja claro que se quiere quedar aquí y se olvidó de sus amigas de California, aunque no tenía ninguna amiga específica, se hablaba con la mayoría de las niñas, pero no había ninguna en particular que considerada su mejor amiga como suele pasar.

Angie suele decir que tiene mucha amistad para dar y no puede centrarse solo en una persona. Tan diferente a mí que siempre fui antisocial y lo sigo siendo.

Su padre es sociable, mas solo cuando le conviene y con quien le conviene. Angie lo es con cualquier persona que la reciba bien y me alegro de que sea así.

En la cocina me encuentro con mis hermanas, ambas se mueren por preguntar que pasó anoche, pero la presencia de Angie las controla.

—¿Te divertiste en la pijama? —le pregunta Adelaila.

—Sí, mucho—sonríe mi hija—. ¿Vamos a trabajar con las fores?

—Iba a comenzar para evitar el calor extremo de más tarde. ¿Quieres ayudarme? ¿No estás cansada?

—Ya comí pancaques y no estoy cansada. Me gustan las fores.

Adelaila sonríe y toma la mano de mi hija.

—Bien, vamos a prepararnos y me cuentas de tu noche.

—Mami, voy a ayudar con las fores. —saluda con la mano.

En cuanto ambas salen de la cocina, el martilleo de preguntas aparece como un remolino de preguntas mezcladas.

Yo me sirvo café y me hago una tostada.

—Ya, cuenta, ¿hubo acción o no? —pregunta Arizona—. ¿Lo tiene grande o pequeño? ¿Duró mucho? ¿Sabe usar los dedos y la boca? No puedo con esta ansiedad.

April ríe.

—No la llenes de preguntas que se va a marear—pide la pelirroja—. Admito que yo quiero saber también. Ando en época de sequía y puedo vivir a través de ustedes.

—Si a Nebra pudieron sacarle las telas de arañas, también a ti, solo debes buscar uno sin ser tan exquisita.

—No me acosté con él—confieso—. Fuimos a su casa y nos quedamos acostados hablando.

Las dos me observan como si hubiera dicho una locura.

—Entiendo—menciona April—, es de esos.

Arizona pasea la mirada entre ambas sin comprender.

—¿Cómo de esos? ¿Es gay? —se tapa la boca—. Lo es.

Suelto una carcajada.

—No es gay, solo que no quiere apresurar las cosas entre nosotros. Yo quería, pero estaba un poco nerviosa también.

—No todos los hombres son gays por no querer llevarte a la cama enseguida. Es un caballero que quiere algo serio.

—Tienen más de treinta años, no son quinceañeros vírgenes que se pueden confundir de hoyo.

April escupe el café y se echa a reír.

—¿Confundir de hoyo?

—Sí, me pasó con un virgen con el que estuve.

Me tapo la boca ahogando una carcajada y April ríe a todo pulmón, hasta se le caen un par de lágrimas.

—Eso es triste. —agrego riendo.

—Olvidémonos de eso. Así que la tortuga no evolucionó a lobo, sigue siendo tortuga.  

—Sí, así me gusta. Entre tortugas nos entendemos.

Arizona se pone de pie negando con la cabeza recobrando el aire de sus pulmones.

—No puedo creer que me levanté temprano para las primicias sucias y solo me perjudiqué sola hablando de hoyos—agarra la taza—. Estaré en el comedor trabajando un poco que tengo que entregar unos diseños.

Abandona la cocina y me quedo a solas con April. Sigue riendo.

—¿Estás bien?

Ella toma aire y lo exhala.  

—Sí. Yo opino que deben ir tan lento como quieran mientras ambos estén bien con eso.

—Gracias, April—relamo mis labios—. Estuve pensando en la visita del esperma fallido y estoy dispuesta a acompañarte. Quiero ver que tiene que decir. No quiero arrepentirme en el futuro.

Ella dibuja una sonrisa.

—Perfecto. Llamaré al detective y organizaremos el encuentro. Gracias. No creo que podría haberlo hecho sola y no puedo culpar a mi madre por no querer volver a verlo.

—Yo tampoco habría querido hacerlo sola y Arizona está muy cerrada. Veremos que nos dice.

—Bueno, yo también me voy a trabajar al hotel. Nos vemos después.

Me quedo sola en la cocina con mis pensamientos. Como no quiero pensar en el encuentro con mi padre, me enfoco en pensar en Zeke.  

No me arrepiento de no haberme acostado con Zeke, fue lindo solo estar tirados en la cama hablando de cosas tribales. Incluso me atreví a confesarle que fue mi amor platónico de adolescente y él no podía creerlo. Se disculpó por no haberme visto en aquel momento y rio cuando le conté que sabía el horario en el que pasaba frente a mi casa y lo observaba por la ventana como una acosadora.




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