Un amor para Nebraska

Capítulo 24: Zeke

Estoy terminando de firmar unos papeles cuando suena el teléfono de la oficina, respondo esperando que no me detenga mucho la conversación con la otra persona porque deseo pasar por casa de Nebraska antes de que se vaya con su hermana a ver al padre. Sé que no está animada con hacer esa visita y no le gusta dejar a Angie por más bien cuidada que esté con Adelaila y Arizona que decidió no ir.

—Buenas tardes—solo hay silencio del otro lado—. ¿Hay alguien? No tengo tiempo para bromas o llamadas silenciosas.

Escucho la respiración, suspiro y voy a colgar cuando una voz familiar se escucha del otro lado.

—Hola, Zeke.

Trago con fuerza mientras mi cuerpo se tensa y un escalofrío poco agradable recorre mi cuerpo.

No esperaba escuchar su voz desde la última vez que lo hice cuando me pidió el divorcio.

—Inés.

—Lamento molestarte.

—¿Qué es lo que quieres?

—Supe que Aida fue a verte y te contó cosas.

—Sí y la eché de mi casa diciéndole que no era asunto mío porque no lo es.

—No sé que te dijo, pero no es…

—No me debes explicaciones. Es tu vida, tus decisiones y yo no tengo nada que ver. Si tu esposo nuevo te maltrata o no, no es asunto mío. Si es verdad y te quedas con excusas absurdas sin pensar en tu hijo, tampoco es asunto mío.

Ella no dice nada por largo rato, escucho el sollozo.

Admito que es difícil saber que mi ex mujer está pasando por una situación difícil y más todavía sabiendo que tiene un hijo, sin embargo, no hay nada que pueda hacer.

—Fui una tonta. Ahora no sé como salir de esto.

—Denúncialo, divórciate, ve a terapia y vive tu vida.

—No puedo denunciarlo. Es policía y querrá quitarme a mi hijo.

—Pone cámaras, busca testigos, indaga la forma de recopilar evidencia y con eso denúncialo en otro estado si es necesario. No todos los policías son corruptos.

—No es tan fácil…

—Inés, llama a tus padres y ellos te ayudarán.

—Debo irme. Fue un error llamarte. Lo siento.

—Inés…

La llamada finaliza.

Paso la mano por mi cabeza procesando la llamada.

Jamás creí escuchar a Inés con voz de sumisa y asustada. Siempre fue una mujer independiente, segura y firme a la hora de hablar.

No hay dudas de que eligió muy mal a su segundo marido y padre de su hijo. Y hay hombres que saben someter a las mujeres a su gusto y semejanza.

Si bien una parte mía me dice que la ayude, que busque la forma de liberarla de su verdugo. La otra parte, la racional, me pide que no haga nada y deje todo como está.

Canon me aconsejó mantenerme al margen, pues él ha tratado varios casos de mujeres maltratadas y son complicados. Muchas veces no llegan a nada porque la mujer está tan arraigada a su pareja controladora que terminan echándose para atrás.

No quise contarle a mi hermana. Ella sería capaz de buscar a Aida y agarrarla de los pelos, exigiéndole que me deje en paz y no me meta en líos ajenos. Y no podría culparla, tiene razón.

Zaira solía pensar que Aida estaba interesada en mí, dado que la conocí a ella antes que a Inés, mas en cuanto conocí a Inés me olvidé de Aida. Eso es mentira, no la parte que la conocí primero, sino en que algo podría haber pasado entre ella y yo. Nunca hubo anda entre Aida y yo, nunca salimos. Además, por más que Aida fuera que motivara a Inés a dejarme, nunca se acercó a mí, salió de mi vida al mismo tiempo que lo hizo Inés y no volví a saber de ella hasta que la encontré en mi casa pidiendo que ayude a mi ex.

Yo creo que Aida solo quería apoyar a su amiga en su deseo y ahora está arrepentida al ver su amiga sufriendo con su actual esposo y pretende que yo la rescate como si tuviera algún derecho u obligación.

Tengo claro que no debo hacerlo, no me corresponde.

Un golpe en la puerta me devuelve a la realidad, pido que entre y me sorprendo de encontrarme con Nebraska.

Solo me basta con mirarla para olvidarme del pasado, presente y puede que hasta del futuro.

Todavía me cuesta aceptar que fui su primer amor platónico y que me observaba desde su ventana cuando yo no le prestaba atención para nada. No logro comprender como fue posible, pues es hermosa y dudo que haya cambiado mucho desde la secundaria.

Ella sonríe, pregunta si estoy ocupado y niego con la cabeza, embobado por su belleza natural.

Las rubias nunca llamaron mi atención, pero Nebraska la llamó desde el día que la conocí en el aeropuerto y me miró con sus ojos verdes y sentí que me perdía tras conocer su hermosa sonrisa.

La conversación que tuvimos acerca de los hijos ayudó a sentirme más seguro en el avance con ella.

Si bien quise hacerle el amor como no deseé hacerlo con ninguna otra mujer, me contuve porque noté sus nervios y sentí que hubiera sido un momento muy planeado y forzado.




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