Un amor para Nebraska

Capítulo 27: Nebraska

Salgo de la habitación de mi padre y busco a Arizona y Zeke.

Tengo muchas emociones encontradas. Puedo decir que ya no me siento cómoda llamándolo esperma fallido por más que lo sea y priorizada el deseo de las esposas que engañó sacrificando el estar con sus hijas, al menos en mi caso y en el de Ari porque a April podría haberla seguido viendo.

Mi madre no hubiera permitido que nuestro padre nos visitara o nosotras a él, de eso estoy segura. Sin importar los años que pasara, ella seguía guardándole rencor y lo dejaba claro en cada oportunidad.

Adelaida es otra historia y habría dejado que viera a April. Ella es más objetiva y compasiva que mi madre.

Puedo decir que perdoné a mi padre y un poco comprendí su situación sin poder juzgarlo por las malas decisiones que tomó.

Me pidió conocer a Angie y le dije que lo pensaría. No estoy segura si deba conocerla o no. Por un lado, siento que debe hacerlo, como una última voluntad de un hombre muriendo; por otro lado, prefiero mantener a mi hija al margen y evitar darle explicaciones.

Ya preguntó como es posible que April sea mi hermana si no tenemos la misma mamá. Le tuve que explicar que hay personas que son hermanos por tener el mismo papá. Le expuse que si su padre se casaba con otra mujer y tenía un bebé con ella, ese bebé sería su hermano. Ella solo asintió y dijo: «otro hijo que papá no querrá» y con ese comentario vino la pregunta: ¿por qué tienen hijos si no los quieren? Ahí tuve que explicarle que a veces las personas desean tener hijos y luego ya no. Le dejé claro que yo siempre la quise y la querré sin importar cuantos errores cometa, ella sonrió, me dijo que era la mejor mami y se fue a jugar.

He tenido suerte con mi hija. He tratado de ser lo más honesta y transparente con ella para evitar mentirle. No obstante, no estoy segura que sea buena idea que conozca a su abuelo en las condiciones que se encuentra.

Le pregunto a una señora si vio a una rubia y a un hombre guapo de ojos azules, la señora me señala el bonito jardín de flores con bancos blancos y en uno de esos bancos se encuentra sentada Arizona con Zeke. La primera tiene la cabeza apoyada en el hombre del segundo y este acaricia su brazo brindándole consuelo.

Me sentiría celosa si no fuera Arizona, pues sé que ella jamás me engañaría y Zeke tampoco, menos con mi hermana. Sin olvidar que es un día lleno de emociones y encuentros pasados.

Camino hacia ellos, no ven porque están de espaldas, mas alcanzo a escuchar a mi hermana sollozar. Sabía que le había afectado ver a nuestro padre. La conozco lo suficiente para darme cuenta cuando guarda la compostura delante de las personas que no quieren que la vean derrumbada. Ella prefiere llorar a solas.

—No me tendría que afectar. Odio que me afecte. —musita mi hermana.

—Es normal. Es una situación fuerte donde hay muchas emociones encontradas.

—No siento pena por él, lo que me duele es verlo después de tantos años disculpándose. Podría haber esperado un año o dos hasta que mamá se calmara para buscarnos. Yo habría enojado, pero se me habría pasado. No hizo nada—aprieto los labios—. No sé si eso me convierte en una cínica. Estoy criticando a un moribundo.

—Estás redactando un hecho—dice Zeke—. Soy abogado y me guío por los hechos. Está bien sentir todo lo que sientes y es bueno que lo perdonaras. No te quedes con los sentimientos guardados, exprésalos sin importar que sean buenos o malos, y si no salen, grita o golpea a alguien.

Ari se incorpora.

—Lo de golpear me gusta. Lástima que se está muriendo y no quiero adelantar su muerte. ¿Tienes a alguien que quieras golpear? Puedo hacerlo por ti.

Suelto una carcajada involuntaria haciendo que ambos giren y se encuentren conmigo.

—Nebra… —dice Zeke.

—No quería interrumpir su conversación.

Me acerco y apoyo la mano en el hombro de mi hermana.

—¿April sigue con él?

—Sí, ella pasó menos tiempo con él que nosotras y están hablando de la carta que envió Adelaida. Creí que dejarlos solos era mejor.

—Yo me quiero ir. Me di cuenta de que al verlo no sentía rencor y sinceramente lo perdoné, pero no estoy dispuesta a acompañarlo hasta el último día de su vida. No podría soportarlo.

—Te entiendo, yo estoy igual. Me pidió ver a Angie por lo menos una vez.

—A Angie no le gustará verlo así. Se pondrá triste. Ya sabes como es con la gente y los animales enfermos.

Asiento.

—¿Se pone mal? —pregunta Zeke.

—Sí, se echa a llorar por gente desconocida que se está muriendo o que tiene algo grave. Ni te cuento como se pone si encuentra un animal herido o muerto. Una vez tuvo un ataque de nervios porque choqué con el auto al gato de la vecina. Menos mal que no murió.

—Menos mal que no conoció a nuestra madre—resalta Arizona—. Ella murió cuando Angie tenía tres meses.

—Entiendo… No me corresponde decir que es lo que deben hacer.

—Pero… —continúa Arizona esperando que Zeke diga lo que piensa.




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