Un amor para Nebraska

Capítulo 33: Nebraska

Zeke y yo pasamos el día paseando y conociéndonos todavía más, luego fuimos por Angie y Zaira se alegró mucho al vernos juntos. Le dijo que se alegraba de que supiera elegir. No entendí bien a que se refería, pero imaginé que hablaba de Inés y de mí.

Las cosas se pusieron rara cuando Inés llamó a Zeke y este le dijo que iría en un rato. Al parecer ella tomó una decisión que quería informarle a Zeke.

Llegamos a casa, Arizona no pierde el tiempo para molestar a Zeke.

—Cuando empezabas a caerme bien y a agradarme que fueras lobo…

—Ya arreglé las cosas. —dice él.

—La arreglarás por completo cuando eches a tu ex de tu casa y no vuelvas a hacerle un desplante a mi hermana.

Ruedo los ojos y me interpongo entre ambos.

—Ari, ya reconoció su error y pidió perdón. Déjalo estar.

—Bien.

Zeke ayuda a Angie con sus cosas y la acompaña a la habitación.

—¿Pueden ocuparse de Angie esta noche? —pregunto cuando nos quedamos solas—. Zeke recibió una llamada de su ex y me pidió que fuera con él.

—Claro que sí. Con tal que esa bruja entienda que perdió su lugar y que Zeke es tuyo. Deja que lo sepa, marca el territorio que la que está mal es ella, no tú. Pase lo que pase, no demuestres inseguridad.

—No me siento insegura. Creo en la sinceridad de Zeke.

Nos callamos cuando Zeke aparece con Angie.

—Tía, ¿estás enojada con Zeke? —pregunta Angie asomándose. Ari arque una ceja en dirección a Zeke.

—No dije nada. Escuchó como me hablaste cuando llegamos.  

—Es que lo creía lobo, Angie.

—¿No es tuga?

Ahogo una carcajada.

—Sí, Angie, lo sigue siendo. ¿Quieres que pintemos y dibujemos?

—Sí, estoy algo cansada. Mi amiga Leila y yo jugamos mucho y bailamos y comimos galletas.

—¿De verdad? Vamos y me cuentas.

—Gracias, Ari.

Le digo a mi hija que me iré con Zeke, pero regresaré. No le digo que pasaré la noche con él, ya luego se enterará.

Ella se despide de nosotros sin problemas y se va con su tía favorita que la mima a más no poder. Me quedo tranquila dejándola aquí. Mis hermanas y Adelaida la miman y la cuidan mucho. Como jugó todo el día, caerá dormida después de comer y es por esa razón que no la llevo conmigo.

Busco algunas cosas y salimos de la casa.

Zeke vuelve a disculparse por haber sido tan idiota y confiesa sentirse avergonzado por no darse cuenta antes de hablar con su hermana.

—Tu hermana ya me dijo que eres malo cuando se trata de sentimientos producidos por una mujer.

Él ríe.

—Sí y debo darle la razón a tu hermana. Soy una tuga. Tardé en darme cuenta de que las cosas con Inés no estaban bien y luego no quise aceptar el fracaso del matrimonio. Espero que tengas mucha paciencia.

—Tienes suerte.

Él me detiene y me besa.

—Lo sé.

Subimos a su auto y marchamos a su casa.

Reflexionando me pongo a pensar que él estuvo muchos años con Inés, pasaron muchas cosas y es normal que las cosas se confundan un poco cuando estás comenzando una nueva relación. Lo que importa es que él se dio cuenta, asumió su error, se disculpó y habló conmigo prometiendo no volver a cometer un error como ese. Yo prometí contarle enseguida si algo me molestaba o no me parecía bien.  

Ahora entramos en casa de Zeke, todo está calmado y hay ruido proveniente de la cocina, así que nos dirigimos ahí.

Yo no estaba segura de que fuera buena idea venir hasta que me di cuenta de que la que tenía que sentirse incómoda y sobrante era Inés. Ella fue la que engañó a Zeke, lo dejó y ahora regresó buscando su ayuda.

Yo no hice más que estar con Zeke mientras estaba soltero. Me dijo que me quiere y desea estar conmigo, por lo que tengo derecho de estar aquí y no me importa que sea la casa que compartió con su ex.

Encontramos a Inés cocinando. Su hijo duerme en el cochecito.

—No sabía que cocinaras. —exclama mi novio.

Inés se sobresalta y voltea con una sonrisa que se borra al verme.

—Hola. —profiero.

—Hola—mira a su ex esposo—. Aprendí. A Joel le gusta la cocina casera y él no cocina para nada.

Como todo machista controlador, pienso.

—Huele bien.

—Hice tu plato preferido. Estofado—Inés me mira—. Hay suficiente para los tres. Mi hijo no come esto.

Zeke me observa.

—No tengo problema—digo finalmente y agarro la mano de Zeke. Él sonríe—. ¿Te puedo ayudar en algo?

—No, todo está en orden. Hay que agregar otro plato y cubiertos en la mesa.




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