Un amor para Nebraska

Capítulo 34: Zeke

Termino de hablar con el padre de Inés y beso el hombro de mi novia. Me siento renacido luego de aclarar las cosas con ella y dejarle todo claro a Inés.

Nebraska sonríe y me entrega la taza de café.

—Debo irme. Quiero estar en casa cuando Angie despierte.

—Yo te dejo de camino a la comisaria. Acompañaré a Inés a hacer la denuncia y el padre de ella la llevará a un lugar seguro hasta que arresten a su esposo, aunque será hasta mañana. Luego me voy al trabajo y en la noche te vuelvo a ver, y Angie.

Pasa los brazos por mi cuello y me besa.

—Puedes quedarte a cenar en casa.

—No esta noche. Iremos a comer a casa de mi hermana. Me envió un mensaje pidiendo que fuéramos los dos. Hará lasaña y amo su lasaña.

—Oh cierto, lo mencionó el otro día cuando dejé a Angie en su casa.

Nos separamos cuando Inés entra en la cocina, Nebraska le sirve café y ella agradece.

—¿Estás bien? —pregunta Nebra.

Inés bebe un poco de café y asiente.

—Estoy nerviosa.

—Dime que aún quieres hacer la denuncia. —musito.

—Sí, lo haré por el bien de mi hijo—mira a Nebraska—. Así debe ser. ¿No?

Ella asiente.

Terminamos el café y salimos juntos de la casa. Inés va en el asiento trasero con su hijo y Nebra a mi lado en la parte de adelante.

Le informo a Inés que dejaremos a Nebraska en su casa y luego seguiremos, ella no dice nada, mantiene la mirada en su hijo.

No le he dicho a Inés que hablé con su padre y que mañana pasara por ella para llevarla a un lugar donde pueda esconderse, temo que no le guste saberlo y se eche para atrás con la denuncia. Dejaré que haga la denuncia y luego que su padre se haga cargo.

Quiero ayudar, lo estoy haciendo, sin embargo, no puedo poner un parate a mi vida.

En este momento debo poner a Nebraska en primer lugar porque es mi pareja. Ella ha sido más comprensible que cualquier mujer podría ser. Es demasiado buena y no quiero abusar de su confianza y llevarla al límite, no quiero que me deje.

Estaciono frente a la enorme casona de las hermanas Adams. Visualizo a Angie salir corriendo descalza.

Nebraska baja rápido y levanta a su hija regañándola por salir sin zapatos.

—Mami, despesté y no estabas. Vi el auto de seque por la ventana.

—Disculpa, mi amor, pensaba que dormirías un poco más. No deberías andar descalza.

Niega con la cabeza.

—No, ya soy niña grande y debo ayudar a Adelaila con las fores—mira sus pies—. No me di cuenta. Pedon.

Me bajo del auto, Angie abre los ojos al verme, abre los brazos aun estando con su madre y la tomo acomodándola en mi cadera.

—Hola, muñeca.

—Si te llevas a mi mami de nuevo, ¿puedo ir?

—Claro. Esta noche vendré a buscarlas a ambas e iremos a comer a casa de Zaira.

A ella se ilumina los ojos.

—Habe con Laila por el lefono y no me dijo.

Río.

—Supongo que no sabe.

—Bien, Angie, debes calzarte y desayunar algo.

Angie asiente y regresa a los brazos de su madre. Antes de poder irme, ella me llama moviendo su dedito y cuando me acerco sus bracitos envuelven mi cuello y deja un sonoro beso en mi mejilla.

—Gacias por traer a mi mami.

—Quiero mucho a tu mami. Y a ti también.

Ella sonríe.

—Yo también.

Me arrimo a Nebraska y dejo un beso en sus labios.

—Te hablo luego y las veo en la noche.

Beso la frente de Angie. Nebra camina con Angie abrazada a ella como una garrapata, me sonríe y saluda con su manito.

Regreso al vehículo, lo enciendo y conduzco directo a la estación de policía.

—Veo que estás enamorado tanto de la madre como de la hija.

Diviso a través del espejo retrovisor y asiento.

—Sí. Nebraska es hermosa, inteligente, amable y leal. Angie es una cosita inocente, amorosa y dispuesta a dar amor a cualquier persona. Su bondad traspasa límites. Claro que estoy enamorado de ambas.

Yo mismo me sorprendo de esa confesión. No le dije a Nebraska que estoy enamorado de ella. Creo que acabo de descubrirlo.

—Ojalá hubieras estado enamorada de mí.

Arrugo el ceño.

—Lo estuve…

—No, Zeque, me amaste, pero nunca estuviste enamorado de mí. Siempre fuiste atento y amable porque así eres tú. Nunca me miraste como la miraste a ella, con ese brillo en la mirada que no necesita explicación. Aida lo mencionó un par de veces antes de casarnos y yo no quise verlo hasta que fue tarde.




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