Pienso en lo que Zeke contó sobre la denuncia de Inés, quien descansa en su casa con su bebé.
Zeke espera que ella no se eche para atrás, si bien mañana su padre pasará por ella y la llevará a otro estado con una hermana. Es lo más seguro hasta que el juicio avance y ella deba testificar.
El amigo policía de Zeke está buscando información del pasado del esposo que lo ayude con el caso y encerrar al bastardo. Teme que quede impune si no es un caso sólido, y peor que eso, que Joel se quiera vengar y matar a Inés. Claro que no le dijeron nada a ella. No quieren que entre en pánico y se rehúse a declarar.
A mi punto de vista, es mejor intentar esto a que seguir al lado de un abusador con miedo a morir. Yo no podría, pero nunca se sabe, pues hasta que no estás en el lugar del otro es difícil.
Con esto, me dan ganas de llamar a mi ex esposo y darles las gracias por mantener las distancias conmigo y darme el divorcio sin tanto drama.
Daniel tendrá muchos defectos, pero no es violento y sé que odia la violencia. Cuando discutíamos, él prefería irse, calmarse y luego hablar.
—En momentos como estos, me siento afortunada por tener un buen esposo. —comenta Zaira.
Asiento.
—Yo no tengo un buen esposo porque no tengo esposo—río—. Aun así, agradezco que mi ex esposo haya sido bueno, dentro de todo.
—Y tienes a mi hermano que será un gran esposo y padre para Angie.
Dibujo una sonrisa.
—Tiempo al tiempo.
—Vamos, mi hermano está completamente enamorado de ti. La forma en que te mira y sonríe, no lo vi así con ninguna mujer, ni con Inés. Pronto te pedirá matrimonio y si quieres conservar mi amistad tendrás que aceptar.
Me gusta la idea de casarme con Zeke y compartir la casa. Hasta ahora cada quien ha estado en su casa.
Todavía es pronto para hablar de matrimonio.
—¿Por qué nunca te agradó Inés? —me atrevo a preguntar aprovechando que estamos solas.
Zeke y Canon están en el jardín bebiendo una cerveza y las niñas juegan en la habitación de Laila.
Zaira apaga el fuego de la olla donde se está haciendo la salsa, bebe un trago de su copa de vino y toma asiento.
—En un principio me pareció falsa, era una mujer que hacía y decía lo que sea para agradar a otros, una persona sin personalidad. Me sacan de quicio las personas así y es difícil confiar, no sabes con lo que te pueden salir o quienes son de verdad—asiento estando de acuerdo—. La aceptaba por mi hermano, él parecía feliz y yo quería que lo fuera. Todo cambió cuando empezaron sus problemas por la cuestión de la esterilidad de Zeke y yo descubrí un mensaje de su celular que decía: ¿Cuándo te veo de nuevo? Deja a tu esposo estéril y regresa a mi cama—abro los ojos con demasía—. Ya te puedes imaginar mi cara de enfado. La confronté, primero dijo que era un mensaje equivocado y al final me contó que tuvo un desliz cuando se enteró de la esterilidad de mi hermano. Obviamente yo no le creí y declaré que hablara con mi hermano o yo lo haría y me daba igual todo. Le pedí que si quería formar una familia con otro dejara a mi hermano y siguiera adelante, pero que no lo lastimara. Él ya se sentía mal por no poder tener hijos.
—Y se fue.
—Sí, le pidió el divorcio y al poco tiempo quedó embarazada de su actual esposo golpeador.
—Zeke me dijo que ella empezó a salir con él después de dejarlo.
—Él no sabe que Inés lo engañaba. Inés no se lo dijo y yo tampoco. No quería lastimarlo más de lo que ya estaba y lo que importaba era que Inés estaba fuera de su vida. Soy muy protectora con mi hermano—bebo más vino—. Tranquila, tú me agradas y adoro a tu hija, le da control a la mía—reímos—. Y amo a tus hermanas, en especial a Arizona que no tiene filtros para hablar.
—Me alegra que sea así. Tú me caes muy bien y no quisiera llevarme mal con mi cuñada sabiendo que es importante para mi novio.
—Opino igual. Menos mal que Zeke arregló las cosas contigo, de lo contrario se las hubiera tenido que ver con Arizona y conmigo.
Reímos.
Angie y Laila aparecen en la cocina diciendo que tienen hambre y Zaira las manda afuera con los hombres que tienen snacks.
Ayudo a mi cuñada a colocar la mesa, las niñas regresan y Angie se ofrece a ayudar.
—Yo ayudo. —exclama estirando los brazos para que le demos algo.
El ofrecimiento de mi hija lleva a Laila a querer ayudar, así que les damos las servilletas y el pan.
—Tu hija es buena influencia para la mía. Laila nunca se ofrece a ayudar con nada y rezonga cuando la mando a juntar los juguetes. Cuando Angie está aquí, junta los juguetes sin que se lo pida porque Angie lo hace.
Sonrío, sintiéndome orgullosa de mi hija.
—Angie nunca me ha dado problemas para nada. Le enseñé a juntar sus juguetes y mantener el orden desde pequeña. Lo de ayudar es cosa de ella, nunca le pedí que lo hiciera—suspiro—. ¿Qué puedo decir? Mi hija es un ángel.
Reímos.